martes, 26 de febrero de 2013

¿PUEDE SATAN COMBATIR A SATAN?

    



     “Usted no puede resolver sus problemas con la mentalidad que los ha creado”, definió alguna vez Albert Einstein. Es algo que los peronistas misioneros deberían aprender. Y  rápido.
     El próximo 31 de marzo habrá elecciones internas en el Partido Justicialista misionero, devenido en una diáspora que ha dejado más peronistas afuera del partido que adentro. No pasa un día sin que algún dirigente salga a buscar responsables de éso en la geografía de la provincia. Encaran mal. Deberían buscarlos fuera de Misiones porque es por ahí donde los van a encontrar. Al menos, a una de los dos arquitectos de la destrucción del Justicialismo misionero, otrora todopoderoso y hoy convertido en un triste observador de la omnipotencia Renovadora. Se llama Cristina Kirchner.

     Por tradición verticalista, porque la “caja” la maneja la señora y sin “caja” no hay paraíso, o porque falta coraje intelectual para decirlo en público, sobran los dedos de una mano para encontrar dirigentes que se atrevan a mencionar decididamente las responsabilidades que le caben al matrimonio Kirchner en haber sacado de la cancha al Justicialismo de la tierra colorada para ponerlo en la tribuna.

     El 28 de septiembre de 2003 Carlos Rovira le ganó las elecciones a Ramón Puerta y se consagró gobernador.  Salvo que ese “alemán jodido”-Don Alzheimer-haya atacado a unos cuántos, nadie puede olvidar que Rovira se fue del peronismo, se alió con un radical que a su vez se fue del radicalismo (Maurice Closs), armaron esa UTE (Unión Transitoria de Empresas) que es el Frente Renovador y contaron con el claro apoyo del entonces Presidente de la Nación: don Néstor Carlos Kirchner. Un Kirchner que no apoyó al Partido Justicialista-encolumnado tras la candidatura de Puerta-sino que privilegió su interna con Eduardo Duhalde. Eran los tiempos en que la luna de miel de la sociedad con el nuevo mandatario permitía y alentaba escribir cuentos como el de la “transversalidad”. El peronismo, con sus históricos dirigentes y militantes, eran algo a desterrar para la “nueva ideología K”.  Ni a Alvaro Alsogaray, ni a “Paco” Manrique, ni a Sánchez Sañudo, ni al almirante Rojas ni a “gorila” alguno (“gorilas” de verdad ) se les ocurrió decir nunca aquella frase del hoy senador Aníbal Fernández que resume el pensamiento del kirchnerismo con respecto al peronismo (dos cosas muy distintas): “métanse la marchita en el culo”.
    
     Si bien Puerta fue derrotado, el justicialismo se quedó con la mayoría en la legislatura misionera. Eran los añorados tiempos en que la Cámara-presidida por Luis Viana-no le permitía a Rovira gobernador hacer lo que quería. Cuándo, precisamente, una de las funciones del parlamento provincial es limitar el poder del Ejecutivo, que es otro Poder. Pero la ignorancia cívica es muy grande y la propagación del “relato” de “una legislatura que pone palos en la rueda” ganó consenso social y desde los comicios de 2005 la Cámara de Representantes se transformó en lo que es hoy: el sultanato de Rovira.

     Lo que siguió fue una caída libre . El Partido Justicialista fue intervenido para hacer y deshacer a gusto de Kirchner. ¿Duele recordarlo? Lo sentimos mucho, pero así fue. El Frente Renovador se convirtió en el aliado estratégico de los Kirchner-que apoyaron el intento re-re de Rovira en 2006-y el Justicialismo local quedó para el museo hasta el punto de sacar tan pocos votos que hoy parece una ONG (Organización No Gubernamental). Estamos hablando del mismo Partido que gobernó Misiones durante la friolera de dieciséis años entre 1987 y 2003.

     En el caso particular de Oberá hay un hecho en el que vale la pena detenerse y reflexionar. El Frente para la Victoria, o sea el peronismo nos dicen algunos, llevó como candidato a intendente- ganó-al ex radical antiperonista  Ewaldo “Tito” Rindfleisch. Sí. Rindfleisch fue el candidato del “peronismo” obereño en 2007. Cosa denunciada en su momento por cuatro tipos. Perdón, éramos más. Eramos cinco. 
Bueno, te espero. Andá a tomar ranitidina y volvé para leer lo que falta de éste artículo que llega a su omega.

    Ahora resulta que nos quieren contar que en Misiones el kirchnerismo hará renacer al peronismo.

     Uno se pregunta que diría Evita si recorriera la actual Misiones y observara a tantos chicos desnutridos y a tanto desocupado cobrando planes sociales y a tanta gente que no sabe lo que es tener agua potable o cloacas en su casa . Y tener que contarle: “compañera Eva, desde Nación apoyan ésto porque ésto es el proyecto popular”.

     Es probable que el delirio y la euforia que puede provocar que a uno lo acomoden con cargos y dinero le haya hecho olvidar a muchos que hubo, hay y habrá un matrimonio que son los  indiscutido líderes y referentes de esa fuerza transformadora de la realidad del trabajador que supo ser el peronismo. El matrimonio integrado por Juan Domingo Perón y Eva Duarte. Ningún otro.

     El kirchnerismo  va a recuperar al Justicialismo misionero para enfrentar y doblegar a la Renovación y poner a Misiones en sintonía con la Nación, ganada por el proyecto nacional y popular que incluyó a los olvidados que vivían una existencia miserable.

    Muchachos, vayan a engrupir a otro lado…

    

    
    

domingo, 17 de febrero de 2013

LOS BOBOS DE LA HIPERBOLE






     La hipérbole es una palabra que nos viene del griego y que significa “exceso”. En efecto, es una figura retórica que consiste en exagerar algún aspecto de la realidad ya sea aumentando o disminuyendo alguna conducta, situación o característica. La historia de la literatura es muy rica en el uso de hipérboles. Así Mario Benedetti escribe “Porque te miro y muero”,  Miguel Hernández  “No hay extensión más grande que mi herida” o  Federico García Lorca “Por tu amor me duele el aire…, el corazón y el sombrero”. “Tenía una sonrisa de oreja a oreja”, solemos decir cualquiera de nosotros para graficar la alegría de, por ejemplo, un hincha de Boca al ganarle un partido a River, hecho habitual en el último siglo.

     El kirchnerismo es el ejemplo perfecto de la hipérbole política en la Argentina. Así como el Frente Renovador lo es en Misiones. No estamos hablando de propaganda, cosa practicada por todos los sistemas políticos y gobiernos del mundo. Estamos hablando de una hegemonía nunca vista del discurso hiperbólico en la vida cotidiana. Casi no pasa jornada en la que Cristina Kirchner o alguno de sus “chirolitas”  más fogueados en la mentira (Aníbal Fernández, Diana Conti, el encuestador de la corona Artemio Lòpez o la batucada goebbelsiana de “6,7,8”) encaren la grandilocuencia descriptiva de hechos normales revistiendo de carácter épico medidas un poco falsas, absolutamente falsas o decisiones tomadas a favor únicamente de gobernantes que llegaron al Estado para servirse. En Misiones alcanza con poner Canal 12 para asistir a la reproducción de la demagogia y la sanata de oferta.

     Lejos de ser jocoso, lo grave del asunto es el daño causado por tantas boberías dichas y escritas en la mente de sociedades con complejo de inferioridad que se creen el cuento de estar desarrollándose  todos juntos y marchar hacia un destino de inexorable grandeza. ¿Los resultados?  Siempre los mismos: los funcionarios se hacen megamillonarios, viven vidas de sultanes orientales y la gilada no pasa de una casa o un auto en cuotas. Los menos “privilegiados”  ni siquiera saben lo que es darse una ducha cada vez que la necesitan o hacer las cuatro comidas diarias. Sociedades calesitas a las que la práctica constante y extendida de la hipérbole política les hace creer que están mejor cuando muchos ni siquiera están en condiciones de, a esa vida mejor, poder desearla.

     En la Argentina de 2013 la verdad es una nostalgia. La hipérbole política idiotiza a los votantes y pone en ridículo a los votados. No vamos a irnos lejos: por ahí andan unos cuantos obereños, “contentos” porque tienen aguas termales en una ciudad que debió ser declarada en “emergencia hídrica”. Patético! 


    En su obra “El otoño del patriarca”, publicada en 1975, Gabriel García Márquez escribe sobre la soledad del Poder de un anciano dictador de un país imaginario del caribe. “El dictador era un hombre cuyo poder había sido tan grande que alguna vez preguntó qué horas son y le habían contestado las que usted ordene mi general…”, narra con magistral hipérbole.
    Con una sociedad repleta de bobos, falta muy poquito para que sea la hora que  Cristina, Rovira o Rindfleisch ordenen que sea.