sábado, 19 de abril de 2025

 

           GENTE COMO UNO  

 

    El “establishment” es un grupo que no solo incluye al cerrado elenco estable de los centros oficiales del poder, sino a toda la matriz de relaciones oficiales y sociales dentro de la cual se ejerce ese poder. Así lo definió el periodista inglés Henry Fairlie, quién acuñó el término hace siete décadas. Todo país, toda provincia, toda ciudad, tiene su establishment. Oberá también lo tiene. Y es una porquería.

     El establishment obereño fue el directo responsable de la masacre de colonos en 1936 y de que esa matanza fuera un tema tabú hasta este siglo. En tiempos más cercanos entronizó a Ewaldo Rindfleisch desde la CELO a la intendencia, que ocupó durante tres períodos, y destruyó la reputación de Héctor Rodolfo “Rolo” Dalmau, el único político que se les paró de manos. También se encargó de atormentar la honesta vida del ingeniero Alfaro, morocho y peronista, hasta casi enterrar su memoria. El establishment da permisos, de modo tal que bancó las tropelías de Rindfleisch y dispensó a los nenes de mamá que arruinaron la dicha de la familia Bárbaro. Suelen juntarse a lavar sus conciencias con alcohol en la Fiesta Nacional del Inmigrante. O con agua salada de mar en las playas de Brasil. O en la primera fila de alguna iglesia.

     Pablo Hassan (h), alcalde obereño, es hoy el representante de ese establishment. De no serlo nunca hubiera sido intendente.

    Apellido y profesión van de la mano. Son muy cristianos pero no tienen otro dios que la codicia y solo respetan a su admirada Buenos Aires y lo que huela a ella. Tony Lindstrom fue su vocero durante años, hasta que fue por más y entendió en las urnas que era su vocero, no su adalid. De la hegemonía local de este grupo dominante debió tomar nota hasta el mismísimo Carlos Rovira cuando en los comicios de 2007 aprendió que don Rindfleisch no precisaba de él para ganar, sino al revés.  

     En Oberá conviven decenas de iglesias cristianas y personas trabajadoras, honestas y muy bien educadas, con venta de bebés, tráfico de personas, contrabando y redes de pedofilia. El establishment garantiza que eso permanezca “ordenado” y sin descontrolarse, y lo garantiza a través del principio organizador de esta sociedad: el miedo.

      Los dueños de Oberá también tienen su talón de Aquiles: “el qué dirán”. No pueden soportar que sus nombres y apellidos estén en boca de los giles.

     El 8 de junio Oberá elegirá a su tercer defensor del pueblo y el establishment volverá a jugar para garantizar que el gatopardismo siga saludable. Oberá y toda Misiones viven un traspaso generacional del servilismo. Y para aquél hijo que no imite la sumisión paterna la única salida será la terminal de micros.

     No es casualidad que Misiones se sienta electoralmente fascinada con Milei: quieren que el país cambie. El país. No Misiones.

     El triunfo del establishment obereño es cultural: lograron que el grueso de la población se desentienda de la lucha por la luz, el agua y las cloacas que a ellos no les falta. Y lograron que el status social lo den los autos y ellos siempre tendrán los mejores autos. Para el teórico marxista Antonio Gramsci la “hegemonía” es la capacidad de un grupo social para imponer sus ideas, valores y normas a toda la sociedad. No la pifió en nada.

     Oberá fue antiperonista hasta que el peronismo se convirtió en aquello que combatía. Hoy la renovación es el partido del poder. Es la garantía de los negocios. Es la que cumple los cada vez más modestos deseos materiales de sus votantes. Y es la que satisface los enormes egos de sus candidatos.

     Hace poco recordábamos que el padre Hugo Mugica describía la envidia a los ricos y famosos con la idea de que es preferible tener de donde caerse antes que resbalarse en la chatura.

      La renovación suma a los que pertenecen con los que mueren por pertenecer.

      ¿Pertenecer a qué?

      A la gente como uno.

 

 

-Walter Anestiades

-Foto: OberaInside  

    

 

    

No hay comentarios:

Publicar un comentario