GENTE COMO UNO
El
“establishment” es un grupo que no solo incluye al cerrado elenco estable de
los centros oficiales del poder, sino a toda la matriz de relaciones oficiales
y sociales dentro de la cual se ejerce ese poder. Así lo definió el periodista
inglés Henry Fairlie, quién acuñó el término hace siete décadas. Todo país,
toda provincia, toda ciudad, tiene su establishment. Oberá también lo tiene. Y
es una porquería.
El establishment obereño fue el directo
responsable de la masacre de colonos en 1936 y de que esa matanza fuera un tema
tabú hasta este siglo. En tiempos más cercanos entronizó a Ewaldo Rindfleisch
desde la CELO a la intendencia, que ocupó durante tres períodos, y destruyó la
reputación de Héctor Rodolfo “Rolo” Dalmau, el único político que se les paró
de manos. También se encargó de atormentar la honesta vida del ingeniero
Alfaro, morocho y peronista, hasta casi enterrar su memoria. El establishment
da permisos, de modo tal que bancó las tropelías de Rindfleisch y dispensó a
los nenes de mamá que arruinaron la dicha de la familia Bárbaro. Suelen
juntarse a lavar sus conciencias con alcohol en la Fiesta Nacional del
Inmigrante. O con agua salada de mar en las playas de Brasil. O en la primera
fila de alguna iglesia.
Pablo Hassan (h), alcalde obereño, es hoy el
representante de ese establishment. De no serlo nunca hubiera sido intendente.
Apellido y profesión van de la mano. Son muy
cristianos pero no tienen otro dios que la codicia y solo respetan a su
admirada Buenos Aires y lo que huela a ella. Tony Lindstrom fue su vocero
durante años, hasta que fue por más y entendió en las urnas que era su vocero,
no su adalid. De la hegemonía local de este grupo dominante debió tomar nota
hasta el mismísimo Carlos Rovira cuando en los comicios de 2007 aprendió que
don Rindfleisch no precisaba de él para ganar, sino al revés.
En Oberá conviven decenas de iglesias
cristianas y personas trabajadoras, honestas y muy bien educadas, con venta de
bebés, tráfico de personas, contrabando y redes de pedofilia. El establishment
garantiza que eso permanezca “ordenado” y sin descontrolarse, y lo garantiza a
través del principio organizador de esta sociedad: el miedo.
Los dueños de Oberá también tienen su
talón de Aquiles: “el qué dirán”. No pueden soportar que sus nombres y
apellidos estén en boca de los giles.
El 8 de junio Oberá elegirá a su tercer
defensor del pueblo y el establishment volverá a jugar para garantizar que el
gatopardismo siga saludable. Oberá y toda Misiones viven un traspaso
generacional del servilismo. Y para aquél hijo que no imite la sumisión paterna
la única salida será la terminal de micros.
No es casualidad que Misiones se sienta
electoralmente fascinada con Milei: quieren que el país cambie. El país. No
Misiones.
El triunfo del establishment obereño es
cultural: lograron que el grueso de la población se desentienda de la lucha por
la luz, el agua y las cloacas que a ellos no les falta. Y lograron que el status
social lo den los autos y ellos siempre tendrán los mejores autos. Para el
teórico marxista Antonio Gramsci la “hegemonía” es la capacidad de un grupo
social para imponer sus ideas, valores y normas a toda la sociedad. No la pifió
en nada.
Oberá fue antiperonista hasta que el
peronismo se convirtió en aquello que combatía. Hoy la renovación es el partido
del poder. Es la garantía de los negocios. Es la que cumple los cada vez más modestos
deseos materiales de sus votantes. Y es la que satisface los enormes egos de
sus candidatos.
Hace poco recordábamos que el padre Hugo
Mugica describía la envidia a los ricos y famosos con la idea de que es
preferible tener de donde caerse antes que resbalarse en la chatura.
La
renovación suma a los que pertenecen con los que mueren por pertenecer.
¿Pertenecer a qué?
A la gente como uno.
-Walter
Anestiades
-Foto:
OberaInside
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