LO BUENO FUNCIONA
La República
Argentina nunca fue una potencia mundial y demasiadas veces dejó de ser una
república. Antes de Yrigoyen el voto no era universal sino cantado y el fraude
electoral era frecuente. Y en 1974, cuando Perón se fue de este plano, la
participación de los trabajadores en la riqueza nacional alcanzó el 49%. Hablar
de historia obliga a dejar de lado la pereza mental y la opinión irreflexiva,
para evitar el nocivo olvido de que toda historia tiene matices y que aprender
lleva tiempo.
El presidente Javier Milei, como cualquier
otro, tiene una estrategia comunicacional. Que le ha resultado eficaz. Repite
como un mantra que la Argentina era una potencia mundial a principios del siglo
XX y que después, entre Irigoyen y Perón, la sumieron en la decadencia. Pero, por
suerte para nosotros, ahora llegó él con “Las Fuerzas del Cielo” para recuperar
el estatus perdido. Por cierto ojalá el Presidente logre, además de haber hecho
“El ajuste más grande de la historia de la humanidad”, atraer inversiones para generar
trabajo y mejorar la calidad de vida general. Pero eso de que en 1910 fuimos
una potencia mundial tiene el rigor histórico de un chiste de Jaimito.
¿Viste que hoy vos te cansas de votar a
cada rato? Bueno, hasta 1910 el voto era cantado, ergo, los varones mayores de
edad se debían presentar a la mesa electoral, puesta al aire libre (ningún
“cuarto oscuro”) y decir en voz alta por quién votaban. El registro de los votos degeneraba
en sumarle más o menos a un candidato sin más fiscalización que la del poder,
con opositores excluidos y una misma persona votando en varios lugares. No era
una excepción. Era la regla. Los “matones” de la política ejercían su poder
coercitivo a la vista de todos (tenías que decir por quién votabas en voz
alta). Votaban muy poquitos y la dirigencia política era una “elite”, de la
clase acomodada. Una “casta” le dirían hoy.
Para cambiar esto y ampliar los derechos
ciudadanos fue que nació la Unión Cívica Radical.
La falta de representación política derivó
en hechos violentos: el mayor fue el asesinato del jefe de policía, Ramón L.
Falcón, a manos de un anarquista. Los conservadores en el poder decidieron
entonces abrir el juego para que la bronca se canalizara con el voto, total,
pensaron, ellos nunca iban a perder. El 10 de febrero de 1912 se sancionó la Ley
Nº 8.871, en tiempos del presidente Roque Sáenz Peña, que habilitaba el voto
secreto y universal para los varones que tuvieran entre 18 y 70 años. Se aplicó
por primera vez en 1916 y ganó el binomio radical Hipólito Irigoyen-Pelagio
Luna. En 1922 repitieron los radicales con Marcelo T. de Alvear (bajo cuya
presidencia se fundó la ciudad de Oberá). Y en 1928 repitió Irigoyen llevando,
por primera vez, a los hijos de inmigrantes a ocupar ministerios públicos. La
reacción conservadora derivó en la caída de Irigoyen el 6 de septiembre de 1930
con los militares metiéndose en la Casa Rosada sin dejar de hacerlo del todo
hasta 1983.
La Argentina conoció entonces lo que el
periodista José Luis Torres bautizó como “La Década Infame”, donde el fraude y
la proscripción electoral retornaron con todo, para que no volviera al poder
“la chusma radical”. En esos años se firmó el Pacto Roca-Runciman entre Argentina
e Inglaterra. El vicepresidente argentino, Julio Argentino Roca (hijo), llegó a
decir esto:
"La
geografía política no siempre logra en nuestros tiempos imponer sus límites
territoriales a la actividad de la economía de las naciones. Así ha podido decir
un publicista de celosa personalidad que la Argentina, por su interdependencia
recíproca es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del
Imperio Británico".
El 17 de octubre de 1945 masas de
trabajadores fueron a la Plaza de Mayo a reclamar la liberación de Juan Domingo
Perón, que estaba preso en la isla Martín García. ¿Por qué hicieron eso? Porque
venían de, en un par de años, haber conquistado derechos de los que no habían
gozado en toda una vida. Defender al creador de la Secretaría de Trabajo y
Previsión Social, creada en 1943 bajo un gobierno de facto, era defender esos
derechos: por ejemplo el pago del aguinaldo, los límites de horario de la
jornada laboral, el pago de indemnizaciones por despidos y el derecho a vacaciones
con goce de sueldo. Pregunta: ¿antes de Perón un trabajador argentino no tenía
esos derechos? Respuesta: no.
La prosperidad y el ascenso social no se
detuvieron hasta 1975, con Perón muerto y el “Rodrigazo” bajo el gobierno de su
viuda. En 1955 Perón, un presidente constitucional, fue derrocado por la
autodeterminada “Revolución Libertadora” que el 5 de marzo de 1956, en nombre
de esa libertad, sancionó el decreto ley 4.161 que prohibía nombrar a Perón y a
Eva Duarte. Este decreto fue derogado por el Congreso bajo el gobierno
constitucional de Humberto Illia el 18 de noviembre de 1964. Ergo, durante ocho
años, en la Argentina, en nombre de la libertad, estuvo prohibido nombrar a una
persona: a Perón.
Como todo tiene matices, de Irigoyen se
pueden señalar, y con justa razón, varios cuestionamientos a su persona y a su
mando (ver lo que pasó en “La semana trágica”, por ejemplo). Lo mismo con Juan
Domingo Perón (que encarceló opositores y tuvo como mano derecha a José López
Rega, el fundador de la “Triple A”, por ejemplo). Lo de “buenos” y “malos” no
son categorías históricas.
Hoy muchas de las políticas irigoyenistas y
peronistas son un anacronismo. Estamos en el siglo XXI y el país precisa, seguramente,
otras políticas. Pero que deberían tener los efectos positivos de muchas de las
aplicadas por ellos.
El liberalismo ha contribuido mucho al
progreso de las naciones en buena parte del globo terráqueo. No fue el caso de
América Latina, donde nuestros “liberales” (una palabra que también exige, para
comprenderla, saber su contexto temporo-espacial) se dedicaron a defender las
libertades económicas pero no las libertades individuales, algo que es
blasfemia para el liberalismo de verdad. ¿Ser liberal y apoyar dictaduras? En
América Latina, sí. Hoy, el contexto es otro y la cabeza de nuestros liberales
evolucionó. O eso parece.
El Presidente tiene razón cuando denosta a
la izquierda y al socialismo por las barbaridades que han perpetrado en tantos
lados y que reivindican. Su arribo al
poder fue, obviamente, la respuesta de una sociedad harta de los desastres
seriales de los gobiernos democráticos que lo precedieron. Nunca un presidente,
como Milei, tuvo el pasado tan a su favor. Pero los “cien años de decadencia”
es una frase que elude un siglo lleno de matices que Milei desdeña y sus
seguidores también.
El debate público dejó de lado las ideas,
que son aburridas, y las reemplazó por los insultos, que son más entretenidos.
Eso es repugnante.
El escritor Martín Caparrós señaló
acertadamente que el hecho de que un país tenga un buen Producto Bruto Interno
(PBI) per cápita (como la Argentina tenía en 1910), no convierte a ese país en
una potencia. Se entiende que el Presidente quiera construir su narrativa, su
“relato”, pero, ¿no será tiempo de cortarla un poco con tanto relato?
“Donde todos piensan igual es porque nadie
piensa mucho”, dijo Walter Lippman, un periodista y pensador estadounidense.
Estudiar, tomarse tiempo para reflexionar,
escuchar varias voces, interpelar a nuestras propias creencias, intercalar el
uso de pantallas con la lectura de libros, ejercer un apoyo crítico, son
actitudes que siempre funcionan.
“Lo viejo funciona, Juan”. Es una frase de
la versión de “El Eternauta”, con Ricardo Darín, que se volvió viral.
Ni
viejo ni nuevo. Lo bueno.
Eso es lo que siempre funciona.
Walter
Anestiades
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