NO ES LO MISMO UN CONTACTO
QUE UN AMIGO
En 1974 la
sociedad musical entre Roberto y Erasmo Carlos lanzó la canción "Eu Quero
Apenas", que Roberto popularizó y que se convirtió en un himno por ese
estupendo verso que dice: "Yo quiero tener un millón de amigos y así más
fuerte poder cantar". La letra, que expresa el profundo deseo de la conexión
humana, hoy podría adaptarse a la época diciendo “Yo quiero tener un millón de
contactos”, o “Yo quiero tener un millón de seguidores”. Pero no es lo mismo.
No es lo mismo un contacto que un amigo. Como sentencia aquél poema de Lope de
Vega sobre el amor: “Quién lo probó, lo sabe”…
Hacerse amigo de alguien no siempre está a un click de distancia. No
vamos a hacer filosofía barata y zapatos de goma, como diría Charly, pero el
intento del sistema por igualar lo profundo y lo superfluo puede llegar a ser decepcionante
si uno cree que estaba lo que nunca estuvo.
Las relaciones impersonales no son una
creación de la virtualidad. Pero las estimula. ¿Eso es positivo? A veces sí. A
veces no.
La época de la pandemia ofreció ejemplos
de que se puede tener una amistad con alguien a quién no vimos personalmente
pero que fue capaz de establecer con nosotros un lazo que nos hizo bien.
El problema es banalizar la solidez de esa
experiencia. Confundir el caso con lo general. Aprender lleva tiempo. Y ser
amigos también.
El algoritmo nos relaciona con quiénes
tienen pensamientos iguales al nuestro. Guarda, ¿desde cuándo pensar diferente
nos impide ser amigos?
Las herramientas que nos ofrece este mundo
digital son maravillosas. Poder comunicarse al instante con alguien que vive a miles
de kilómetros es una joya de la época. No hace demasiado, o quizás ya hace
demasiado, de los días en que había que salir a la calle para buscar un teléfono
público. Entre discar y tener cospeles hubo una muy bienvenida evolución hacia
los teléfonos inteligentes.
¿Y entonces? Entonces es uno el que debe tener
algunas cosas claras.
“En el tabaco, en el café, en el vino,
al borde de
la noche se levantan
cómo esas
voces que a lo lejos cantan
sin que se
sepa qué, por el camino.
Livianamente
hermanos del destino,
dióscuros,
sombras pálidas, me espantan
las moscas
de los hábitos, me aguantan
que siga a
flote entre tanto remolino.
Los muertos
hablan más, pero al oído,
y los vivos
son mano tibia y techo,
suma de lo
ganado y lo perdido.
Así un día
en la barca de la sombra,
de tanta
ausencia abrigará mi pecho
esta antigua
ternura que los nombra”.
Así describe Julio Cortázar en “Preludios
y sonetos” su amistad con un escritor español y su esposa. “…me aguantan que siga a flote entre tanto
remolino”, escribe el amigo Julio.
¿Serán tus contactos o tus amigos los que te
aguantarán que sigas a flote entre tanto remolino?
Y sí. Quién lo probó, lo sabe.
-Walter
Anestiades
-Imagen: "La amistad", óleo sobre lienzo de lino de Pablo Picasso
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