domingo, 30 de mayo de 2010

VOLVIO Y SON MILLONES...

"Volveré y seré millones", sentenció Espartaco, líder de la más grande rebelión de esclavos contra Roma. Frase que en la Argentina algunos le adjudican a "Evita". Frase que en éstos días-tan distintos a los días de Espartaco o de Evita-podríamos adjudicarle a Eduardo Lorenzo. Borocotó. Que dejó su banca en diciembre pasado. Pero volvió. Y se convirtió en millones.

A ver. No son muchos los que a lo largo de la historia consiguen que su nombre o apellido se convierta en adjetivo. "El César", el bonapartismo, o algo "kafkiano" son sólo algunos ejemplos de quiénes-para bien o para mal-lo lograron. En la Argentina moderna, el ser un "Borocotó" se convirtió en sinónimo de "vendido". De personaje que tranzó con el poder. De opositor que se cambió de bando y no precisamente por convicción. Borocotó terminó siendo asociado, por culpa del hijo, a algo muy distinto de lo que era gracias al padre.

"Borocotó" fue el seudónimo de uno de los mejores periodistas deportivos que trabajó en la Argentina. Ricardo Lorenzo Rodríguez (fallecido en 1962) fue un señor-en todo sentido- nacido en Uruguay y que se destacó durante años como una de las plumas más brillantes de la tradicional revista deportiva "El Gráfico". Eduardo Lorenzo, su hijo, adoptó el seudónimo del padre y fue-también durante años, un señor en todo sentido que se recibió y trabajó de cirujano infantil y que se transformó en un profesional mediático. Divulgador televisivo de temas médicos. Hasta que se metió en la política partidaria. Y terminó tirándole el honor-y el seudónimo- a los perros.

En 1996 trabajó junto al hoy preso subcomisario Luis Patti. En 1998 adhirió al partido fundado por ese personaje constante de nuestra historia inmediata que es Domingo Cavallo. Y en octubre de 2005 fue electo diputado por el PRO de Mauricio Macri. Un día fue a visitar al entonces presidente (¿entonces?) Néstor Kirchner. Tras la reunión, Borocotó hijo, electo como diputado opositor, terminó apoyando al oficialismo. Parece que fue tan descarado el pase de equipo a equipo que "borocotizarce" se convirtió en la alusión inmediata que cualquier hijo de vecino esboza en la Argentina cuando algún político-y no político también-se "vende" a los poderosos. Eduardo Lorenzo no fue el primero. Tampoco el más obvio. Pero se convirtió en el símbolo de tan despreciable y miserable práctica.

No fue el primero. Tampoco el más obvio. Y tampoco el último. Y éste es el punto. Eduardo Lorenzo "Borocotó" dejó su banca de diputado al finalizar su mandato en diciembre pasado. Pero volvió con todo. Y lo que es peor, son millones. Millones que hacen lo mismo que él. Peor aún. Es que para algunos borocotizarce no está mal. Para algunos poder borocotizarce es, incluso, una meta a alcanzar.Patético. Pero también cierto.

Asumámoslo. Está lleno de argentinos que de norte a sur, de este a oeste, pobres y no tanto, políticos profesionales y ciudadanos cualquier profesión, de toda clase social, en el campo y en la ciudad, peronistas, radicales, progresistas, liberales, "apolíticos", de donde venga, de cualquier religión, está lleno de argentinos que o se borocotizaron o aspiran a poder hacerlo. No hay estadísticas. No hay estudios científicos hechos. Pero todos sabemos que es así. Tranzar con el poder se convirtió en la maniobra predilecta de millones todos los días. Patético. Pero también cierto.


Por necesidad. O innecesariamente. Porque no queda otra. O porque es la más fácil. Las convicciones van a parar al nicho de los discursos. Y la conveniencia a la vida cotidiana. No hay sanción social. ¿Cómo haberla? ¿Quién va a dejar de votar a un político por qué se "borocotizó" si también lo hizo o desearía tener la oportunidad de poder hacerlo?


En tiempos de campaña cualquier político opositor sabe que se le hace muy difícil competir contra el poder de la "caja" y del "aparato". "Caja" y "aparato" que se usan para comprar votos y hacer clientelismo. Quién niega ésto, o forma parte de la tranza-porque compra o porque vende-o es un tremendo idiota. Casi nadie pide ideas o proyectos, sino "¿qué tenés para mí?". Negar ésto o minimizarlo forma parte de la estrategia de la borocotización masiva. La crisis moral llegó para quedarse.

Sí. Como Espartaco, Borocotó se fue pero volvió.

Y en la Argentina kirchnerista, es millones...