domingo, 29 de marzo de 2020

                                    MOJADA DE OREJA  


     ¿Qué pensará Carlos Eduardo Rovira del pueblo misionero que hace un par de décadas le entregó las llaves de la provincia para que haga y diga lo que quiera?

     El lunes 9 de marzo, cuando se inauguró la Escuela Secundaria de Innovación en Posadas (con la presencia del titular de la Cámara de Diputados de la Nación, Sergio Massa), el señor feudal de Misiones quiso hacer un chiste. “Los que me conocen saben que siempre que tomo el retiro estival recorro el mundo. No voy a decir donde estuve porque por ahí me ponen en cuarentena”, declaró, y soltó una sonrisa fresca y amplia que fue compartida por los aplaudidores de siempre. Y también por el mismísimo gobernador Herrera Ahuad. Epa che! Fue una broma nomás. No. No fue solo una broma.

     En el barrio sabemos que, además, fue una mojada de oreja.

En otras editoriales como ésta y en el archivo de Misiones Cuatro se puede recorrer el historial de acciones de Rovira, ejecutadas directamente o a través de sus lacayos, que evidencian que hace más de tres lustros que dispone del poder absoluto y que los controles republicanos parecen un decorado institucional. La historia habla.

   En 1999, cuando se postuló por el justicialismo, a Rovira lo ungieron gobernador unos 220 mil misioneros. Fue reelecto en 2003, ya consumada la mejicaneada al PJ y a la UCR de la que surgió la renovación, por otros 220 mil. En 2007 fue electo diputado provincial, cargo que no abandonaría más, con 170 mil votos. En 2011 lo votaron 365 mil electores. En 2015 casi 440 mil. Y hace nueve meses, en junio de 2019, lo reeligieron como legislador provincial casi medio millón de misioneros. Y en cada diciembre, desde 2007, fue electo, reelecto y recontra reelecto titular de la Cámara de Representantes por amplia mayoría hasta que en diciembre de 2019 se dio el gusto: fue electo por unanimidad.  

    No hace falta mucha lucidez para observar y entender el panorama mediático de la provincia. Con el poquito periodismo que queda no habla ni por equivocación. Y se presta a entrevistas en las que mi sobrinito de nueve años sería más incisivo que los comunicadores que le ponen el micrófono.

 Todo lo que podía cooptar ya lo cooptó. Y más allá del último traspié-serio traspié-en los comicios nacionales de octubre, y de la desaparición de una Stella Maris Leverberg que le brindó servicios indispensables en su construcción de poder, su liderazgo territorial es uno de los más consolidados del país.

     Los renovadores y sus soldaditos de plomo andan algo molestos por la proliferación de las llamadas “fake news”. Que son pura basura, es cierto. Hay mucha gente que está al cuete y en cuarentena hay más. Pero les molestan solo porque no son a favor. Es que estos muchachos carecen de autoridad moral para explayarse sobre el asunto, a favor de que el aparato de propaganda que armaron hace años no es otra cosa que una suerte de gigantesca “fake news” mantenida con el dinero de todos. Se me vienen a la cabeza las “inauguraciones”, así en plural, del hospital Samic de Oberá. Por ejemplo.

     Nos preguntábamos líneas arriba acerca de qué opinará Rovira del pueblo que, mayoritariamente, le ha dado tanto poder por tanto tiempo. Puede ser apasionante llegar a la respuesta. ¿Qué pasará por la cabeza de un líder cuando observa tanta sumisión?

     En el barrio el mojar la oreja equivale a desafiar al otro mojando un dedo de la mano con saliva y tocando con él la oreja de ese otro.

      Cuidado con la incitación a la obsecuencia al poder camuflada en “la necesidad de enfrentar juntos a esta pandemia del coronavirus”. Mucha alabanza fácil “al Alberto”. Mucha elogio apresurado “al doctor Herrera Ahuad”.

“Y es lo pior de aquel enriedo
Que si uno anda hinchando el lomo
Se le apéan como un plomo...
¡Quién aguanta aquel infierno!
Si eso es servir al Gobierno,
A mi no me gusta el cómo”

     Así dice Martín Fierro y habrá que hacerle caso.
     Si dejarse mojar la oreja es servir al gobierno.
     A mí tampoco me gusta el cómo.


domingo, 22 de marzo de 2020

                       DE REPENTE, EN EL VERANO 

     “Dejen que China duerma, porque cuando despierte, el mundo temblará”, dijo Napoleón Bonaparte atento al impresionante potencial del país asiático. Hoy se lo puede parafrasear, pero en un sentido contrario al que tuvo su observación. China despertó hace rato y hoy conviven en ella la segunda economía mundial, abierta al libre mercado sin rubores, y un sistema de gobierno tan dictatorial como el que pergeñó Mao Tse Tung. Y en las dictaduras, como en los feudos, es difícil saber lo que realmente pasa.

Oficialmente se cuenta que en diciembre pasado un nuevo tipo de coronavirus afectó gravemente a trabajadores de un mercado mayorista de mariscos, dónde se venden animales exóticos vivos, ubicado en la provincia de Hubei, en el sur de China. Parece que después la globalización y la fenomenal capacidad de contagio del nuevo virus fueron haciendo lo suyo hasta obligar a la Organización Mundial de la Salud a declarar la pandemia el 11 de marzo. La Italia rica del norte, con la suma de un gran flujo de turistas asiáticos más unos gobiernos y unos habitantes que se tomaron el asunto en serio a destiempo, la convirtieron en una de las zonas más afectadas del planeta. Y ahí anda el coronavirus, la palabra vedette del verano, contagiando y matando gente por todos lados.

     ¿Y en la Argentina? El presidente Alberto Fernández tomó nota de que su ministro de Salud, Ginés González García, primero quedó mal declarando que la pandemia no iba a llegar rápido a estas latitudes y después quedó peor reconociendo que la realidad lo sorprendió. De modo tal que se puso la comunicación al hombro y es él quién habla e informa de las medidas que se toman en un país en el que cuatro de cada diez ciudadanos son pobres y unos cuántos ni siquiera tienen agua potable para lavarse las manos las veces que sean necesarias al díaLa cuarentena dictada por el Presidente en las últimas horas es una medida prudente y correcta.

     Pero está chocando con la cultura de la transgresión, fomentada durante años por muchos dirigentes, por ejemplo Cristina Kirchner, que hasta ahora sigue más preocupada por obtener la impunidad perdida para ella y los suyos que por la pandemia que afecta a los argentinos y a las argentinas. Hace demasiado tiempo que se legitima esa estupidez de que la opinión personal está por encima de los hechos y de las normas. La idea del acatamiento a la ley, de un día para el otro, en algunas cabezas no va a entrar.

     ¿Y en Misiones? Hasta ahora el coronavirus, que no registra ningún caso confirmado y cuyos responsables políticos están lejos, sirve para no hablar del dengue, que registra unos cuántos y que fuerza a ponerles nombres propios a responsables que están muy cerca. En Oberá, ejemplo concreto, el gobierno comunal tiene en la prevención del coronavirus toda la actitud que no tuvo en la prevención del dengue.

     El sistema de Salud Pública de Misiones consiste en dos muy buenos hospitales en Posadas-el Madariaga y el de Pediatría-y resto de la provincia con salitas y hospitales en dónde los trabajadores, miserablemente pagados, hacen lo que pueden con lo poco que tienen, de modo tal que cualquier patología superior a una fractura de tobillo obliga a derivar al paciente a la capital. El resto es bla-bla-bla del aparato de propaganda, pseudo-inauguraciones y un pueblo que se queja en las redes, pero no en las urnas.

     Inquieta pensar que en Misiones hay que enfrentar la pandemia con la salud pública en manos de Oscar “seis casos de dengue” AlarcónFuncionarios que ante un mal endémico eligieron esconder la realidad no parecen los mejores para luchar contra algo que tiene tantos interrogantes. Y por aquí también hay muñecos que creen que los chicos siguen de vacaciones y que la cuarentena es una estupenda oportunidad para ir a la plaza a tomarse unos mates.

     ¿Qué va a pasar? Nadie lo sabe. Solo hay incertidumbres más ilustradas que otras, nada más. Pero, de repente, en el verano 2020, nos encontramos todos en nuestras casas, en cuarentena, enfrentando a un enemigo invisible que nos desafía y fuerza a suspender casi toda nuestra rutina. Un enemigo con forma de virus para el que aún no hay vacunas.

     Pero hay que recordar que los argentinos estamos fogueados en la complejidad que imponen los malos momentos. No nos tiran así nomás…

     “Si te tiran diez veces, te levantas
      otras diez, otras cien, otras quinientas…      
      No han de ser tus caídas tan violentas
      ni tampoco por ley, han de ser tantas”.

      Lo escribió el argentino Pedro Bonifacio Palacios, “Almafuerte”, en “Avanti”.


     El coronavirus vino para quedarse lo más que pueda. Y si somos prudentes y solidarios, y una mayoría racional le gana a una minoría irresponsable, la pandemia nos va a tirar diez, cien. Y quinientas veces.

     Pero nos vamos a levantar. Diez, cien. Y quinientas veces.

domingo, 15 de marzo de 2020

                                  REBELDES  CON CAUSA 

     En la ciudad de Oberá el paro docente que se extendió durante toda la semana fue el de mayor acatamiento en los últimos tres lustros. Poner a Oberá de ejemplo no es azaroso. Se trata de la sede del cuartel general de Adomis, la agrupación que bajo el liderazgo de Stella Maris Leverberg copó el gremio UDPM y lo puso a cogobernar con Carlos Rovira.

     Hace mucho tiempo que los salarios de los maestros misioneros están pauperizados. Los de casi todos los trabajadores de la provincia, claro, pero cada sector deberá hacerse cargo de su patético conformismo y de lo que hará o no hará para salir de él. Y los incrementos que el estado renovador otorga siguen siendo miserables por más que el aparato de propaganda incite a los trabajadores a mantener jubiloso el ánimo.

     No es casual que la rebeldía aflore ahora en cantidad como nunca antes. La desaparición de “Marilú” Leverberg es el mayor golpe político que Rovira recibió desde que en 2006 el padre Piña y compañía le arruinaron la reelección eterna en el ejecutivo, pese a que se las ingenió para conseguirla en el legislativo. 

     Leverberg, astuta y carismática, supo tejer una urdimbre vigorosa en donde los “del palo” recibieron todo y los otros nada. Así el gremio mayoritario de la docencia misionera adjudicó cargos y más cargos a mediocres y chatos que, a conciencia de que sin el acomodo político no darían la talla, hicieron de la adoración a su persona un verdadero culto. Este grupo, con docentes militando día y noche para los candidatos renovadores, se convirtió en una pieza electoral indispensable para garantizar triunfos. Lo saben muy bien alcaldes como el de Oberá, Carlos Fernández, y muchos otros. Pero el pasado viernes 3 de enero, cuando caía la tarde, el esquema se rompió.

     Por debajo de esa estructura de poder existía mucha docencia postergada, disconforme, maltratada y sometida por el miedo. Por eso las circunstancias del verano 2020, combinadas, les permiten un desahogo inédito. Protestan como siempre, pero molestan como nunca.

     Al oficialismo no le quedó otra que dejar de ningunearlos y convocarlos a un diálogo para este miércoles 18. Veremos que sucede. Veremos si surgen líderes sindicales con las convicciones bien firmes, los cojones necesarios y una astuta estrategia comunicacional que los proteja de comerse operaciones políticas. Y veremos si son capaces de lograr mejoras que se verifiquen en el bolsillo de todos. Sacar a los sindicatos del lado del mostrador en el que atiende la patronal, para devolverlos a su función de defensa de los derechos de los trabajadores, no va a ser ninguna cosa fácil.

     Por eso, y en virtud de la demostrada capacidad de los hacedores del feudo misionero para domesticar rebeldes, conviene ser cauto y esperar a ver si el esperado traspaso masivo de vasallaje a ciudadanía en la docencia se agota en expresiones de deseo o se verifica en hechos concretos.

     Mientras el mundo se enfrenta a una nueva pandemia, mientras el país depende de un “asombrado” Ginés y Misiones de Oscar “seis casos de dengue” Alarcón, los docentes misioneros tienen una chance sustantiva de lograr que los ciudadanos que defienden sus derechos tengan mejores resultados que derrotas dignas.

     En “La Sociedad de los Poetas Muertos”, el profesor Keating aconseja a sus alumnos: “carpe diem”. Que en latín quiere decir “aprovecha el día”.

     Vamos. Que los días perdidos ya son demasiados.