martes, 22 de octubre de 2019


            HOY ES AQUÉL MAÑANA

           QUE AYER NO TE IMPORTÓ  

     

     Los esfuerzos del aparato de propaganda del gobierno misionero por ligar al futuro gobernador Oscar Herrera Ahuad con el candidato presidencial Alberto Fernández son patéticos. Solo falta que les inventen un romance.  


     Recordemos que la estrategia de Carlos Rovira de no pegar la lista de precandidatos a diputados nacionales con ninguna fórmula presidencial fue presentada por los medios pauta-dependientes como otra jugada maestra del dueño de la provincia. Pero resultó que en las P.A.S.O de agosto la renovación, que el 2 de junio había sacado 491 mil votos y el 69% para los comicios provinciales, bajó a 153 mil votos y al 22% (perdió unos 340 mil votos y 47 puntos). Fue tercera y si en una semana se repitieran los guarismos, estaría poniendo a uno solo de los cuatro candidatos a diputados nacionales. En veinticuatro horas la maniobra de la “boleta corta” pasó de ser “la jugada del año” a ser “la cagada del año”.

     Desde entonces la estrategia comunicacional consiste en tratar de poner a Oscar Herrera Ahuad hasta en la foto del D.N.I. de Alberto Fernández, holgado vencedor en agosto en el país y en la provincia. Además, en un acto de sinceramiento  que da pena, los popes renovadores ya no saben cómo explicarles a sus potenciales electores el modo en que pueden agarrar con cualquiera de sus dos manitos una boleta con la cara de Cristina y el otro que ella puso, uno que tiene bigotitos. Luego cortar con una tijerita por el medio (una de esas que los chicos llevan al colegio) y tirar al canasto del aula donde se vota, la mitad de abajo en la que están la chica morocha (Brítez) y “el Cacho” (Bárbaro). Luego juntarla con la otra que tiene a “uno de anteojos” (Diego Sartori) y a una señora rubia de pelo largo (la ministra de Educación), y a otros dos, y poner las dos boletas en el sobre, salir del aula, y meterlo en la urna. El árbitro Néstor Pitana, quién va tercero en la lista, presentó un video basado en “El joven manos de Tijera” (aquél film de Tim Burton que hace tres décadas protagonizó Johnny Deep), para tratar de explicar cómo cortar boleta. Por suerte no debió explicar cómo usar un preservativo porque si no, vaya uno a saber qué videíto mostraba.

          Kirchneristas y renovadores comparten mucho más que una fórmula presidencial. Todo lo que Carlos Rovira hizo en Misiones en las últimas dos décadas ya lo había hecho Néstor Kirchner en Santa Cruz en los años noventa. Ambos construyeron un poder territorial en el que la ley ha sido su voluntad.

     Renovadores y kirchneristas son igual de responsables del profundo atraso que vive Misiones. La Oberá que dejó Rindfleisch es un ejemplo irrefutable de eso. Aunque ahora tengan a la amnesia como poderosa aliada.

     Por una vez, ese elector sin la más elemental formación cívica que tantos éxitos electorales le trajo a la renovación, les jugó en contra.

     ¿Pueden remontar la cuesta? Pueden. Dependerá en parte del esfuerzo de los intendentes, quiénes habiendo ratificado su poder territorial en junio, descansaron en agosto.

     “Hay que educar al soberano”, fue la obsesión en vida y el legado de Domingo Faustino Sarmiento.

     Muchachos renovadores: había que educar al soberano. No lo hicieron porque pensaron que eso era parte de un futuro que no verían.

     Y hoy es aquél mañana que ayer no les importó.
     

lunes, 14 de octubre de 2019

                           EL HOMBRE MASSA 



     En “La rebelión de las masas”, escrito en pleno auge del fascismo, José Ortega y Gasset define una forma de ser de su tiempo: «Lo característico del momento es que el alma vulgar, sabiéndose vulgar, tiene el denuedo de afirmar el derecho a la vulgaridad y lo impone dondequiera». Así es el hombre-masa. Porque para Ortega-a diferencia del marxismo- “masa” no es un concepto cuantitativo, sino cualitativo.


     En los tiempos y en la Argentina que corren hay una forma de ser que capta adeptos por miles y a la que el paso del tiempo ha entronizado. Son los panqueques que siguen la corriente,  sin importar cuán distinta sea la corriente actual de la que siguieron antes. Veletas que la siguen porque es lo más fácil. Si Ortega hablaba de vulgaridad, aquí hay que hablar de cobardía.
  
      Hace unos años se había puesto de moda aquello de la “borocotización”. ¿Te acordás? Eduardo Lorenzo “Borocotó” (médico mediático e hijo de una gloria del periodismo deportivo) fue electo diputado nacional por el PRO en 2005 pero terminó aliándose al kirchnerismo. Con el paso de los años la borocotización derivó en idas y vueltas. En dirigentes que van y vienen de los espacios sin vergüenza, de un modo tal que corresponde unir las dos palabras: sinvergüenza. Apareció un estadio superior de la borocotización. Ya no se trata solo de dirigentes que saltan de un espacio político a otro ideológicamente opuesto. Se trata de personajes que van y vienen de esos espacios varias veces.

   Sergio Massa es el prototipo por excelencia de ese modo de ser que encuentra en dirigentes como él su expresión más visible. Nacido políticamente en la U.C.D. de Alsogaray (el símbolo de ese liberalismo trucho que promueve la libertad económica al tiempo que apoya dictaduras), se pasó al peronismo y después estuvo con Néstor y con Cristina. Luego se convirtió en el lomo de burro que frenó, desde la provincia de Buenos Aires, el intento de “Cristina eterna”. Después se alió a Margarita Stolbizer (una de las más acérrimas denunciantes de la corruptela kirchnerista). Para terminar en el Frente de Todos, de nuevo con Cristina Kirchner. Como si no importara nada. Como si se pudiera esperar buenas gestiones de personas que agarraron a la coherencia, la envolvieron en papel higiénico y la tiraron por el inodoro (“el obrar sigue al ser” nos enseñó Santo Tomás de Aquino).

   En los países del mundo con mejor calidad de vida, dónde la sociedad entendió que lo institucional y la prosperidad van de la mano, una conducta política panqueque significa la muerte política de su protagonista. En la Argentina esa conducta se dispensa de un modo inaceptable. La Misiones renovadora es un ejemplo cercano y categórico de eso. Rovira y Closs mejicaneando a sus partidos, los maestros del chaleco turquesa haciendo de aplaudidores en busca de cargos y ascensos, los medio pautadependientes  convertidos en tristes gacetillas del poder, los políticos que conocimos críticos de Rovira y hoy son parte del esquema dominante. Y mucha gente que es oficialista porque para ser lo contrario se precisan unos cojones que no tienen.

   Felipe Solá debe estar cerca de batir algún récord: tras ser aliado de Menem, Duhalde, Macri, De Narváez, Massa, Néstor, Cristina y Alberto Fernández solo resta por ver si se nacionalizará boliviano y se postulará a algún cargo por el partido de Evo Morales. Miguel Ángel Pichetto, la cabeza del grupo de senadores pejotistas a quiénes Cristina Kirchner les debe su libertad, tampoco es ningún ejemplo de coherencia política. Ayer con Cristina, hoy con Macri y mañana veremos. Y Alberto Fernández es tan contradictorio que da para hacer otro artículo que podríamos titular “el hombre Fernández”.

   El hombre massa (de Sergio Massa) es aquél que ha conseguido ser un panqueque legitimado. Encuentra premios donde debería recibir castigos. 

Yo soy yo y mi circunstancia”, reza el célebre aforismo de Ortega y Gasset. El hombre massa no se desorienta con el cambio de las circunstancias.

Nunca se pierde porque conoce bien los dos caminos.

El de ida.

Y el de vuelta.
SUEÑOS Y PESADILLAS DE LOS DÉSPOTAS 

     “L’État, c’est moi” (El estado soy yo, en francés), es la cita que la historia le atribuye al rey Luis XIV de Francia. Y si no la dijo él, cualquier déspota podría reclamar el copyright.

Cristina Kirchner pudo haberla acuñado. Carlos Rovira también. No nos hace falta trasladarnos demasiado ni en tiempo ni en espacio para encontrar ejemplos de gobernantes que han tenido-o tienen- el poder total. Sin control.

     El déspota necesita tener el control sobre todo. Y necesita neutralizar cualquier resistencia. En los tiempos que corren un déspota tiene bien claro que hay dos poderes que necesita domesticar si es que pretende lograr que la ley sea su voluntadEl judicial, para que no se investigue lo que hace. Y el mediático, para que no se cuente lo que hace. Y así lograr la impunidad tan deseada.

  Es lo que consiguió Rovira en Misiones. Armando una corte provincial con un ex apoderado de la renovación-RubénUset-y con su ex maestra de Biología-Ramona Velázquez-, entre otros. Y de ahí hacia abajo. Cualquier investigación de los fiscales-si alguno se animara-y las denuncias por presuntos actos de corrupción de los protegidos del líder tienen el mismo futuro: van a parar al cajón de un escritorio para dormir una regia siesta (preguntarle a un tal Ewaldo Rindfleisch). En materia de medios, salvo Misiones Cuatro y algunas poquísimas excepciones, el fundador del Frente Renovador es el editor responsable.

  Cuando ocuparon la presidencia durante doce años, el kirchnerismo tuvo una política de medios absolutamente igual a la que había pergeñado en Santa Cruz. Disciplinamiento a través de la pauta oficial y la construcción de un “relato” que pudiera gritar (y su refutación solo susurrar) a través del armado de un aparato de propaganda mantenido con los recursos del estado. Además de la invención de ese concepto canallesco de “periodismo militante”, un oxímoron que no resiste el menor análisis. Tuvieron a su favor, y tendrán, el administrar un país con instituciones débiles, plagado de ignorantes que creen que la plata del estado la pone Dios y de analfabetos cívicos incapaces de conectar la calidad institucional con la calidad de vida. Personas que no creen en la libertad y creen en los buenos amos. Por eso no tienen drama en dar el voto a favor de la concentración de poder.
Alberto Fernández ha demostrado ser un buen soldado de la causa. Cuándo Néstor lo tenía de enlace con el grupo Clarín (en la época en que eran socios y el kirchnerismo le facilitó los negocios como la fusión Cablevisión-Multicanal). O cuándo fue el encargado de hacerlo echar al periodista  “Pepe” Eliaschev de radio Nacional (no se les había sometido, claro). Alberto fue una pieza importante a la hora de intentar instalar que el periodismo es un ejercicio sospechoso. Especialmente el que no te deja chorear tranquilo.

   Nuestra gilada vernácula cree que la prosperidad no tiene nada que ver con la libertad. Se piensan a sí mismos dentro de la jaula. Satisfechos y agradecidos por comer las miguitas que el déspota les tira.
Puede que esa mentalidad, a esta altura del partido, sea inmodificable. Y que la sumatoria de los clientes, los vasallos y los tartufos de un número mayor al de la gente digna, honrada y que no anda lamiendo trastes de la política para progresar en la vida.

   Que la justicia no investigue lo que se hace. Que garantice la impunidad. Que el periodismo no cuente lo que se hace o lo cuente como el gobierno quiere. Y que la sociedad permanezca indiferente ante esto o, incluso, que le parezca que está fenómeno.

   Es el sueño de todo déspota.

   ¿Qué es un rebelde” le preguntaron a Albert Camus. “Es alguien que dice no”, respondió el escritor y periodista. 
Que ganen. Que vuelvan. Que se queden por mucho tiempo. Que reciban aplausos. Que gocen de impunidad. Que los arrastrados a sus pies se sigan contando por cientos de miles o por millones.

   Siempre habrá alguno que diga que no.

   Es la pesadilla de todo déspota.