lunes, 16 de febrero de 2015

    ¿SE PUEDE CAMBIAR UNA MENTALIDAD?



     La noche anterior a presentarse en el Congreso Nacional para exponer sus argumentos y pruebas, un fiscal que cuatro días antes denunció por presunto encubrimiento de los responsables del mayor atentado terrorista de la historia vernácula a la Presidente de la nación, apareció muerto en su departamento en circunstancias más que dudosas y a pesar de disponer de una decena de custodios. Se trata de un asunto gravísimo. Pero “gravísimo” para vos, para mí y unos cuántos más. Para muchos otros, más de lo que creés, el hecho no califica para “gravísimo” y quizás ni siquiera para “grave”. El kirchnerismo, con su cultura del disvalor, obliga a analizar no sólo lo que sucede sino también por qué tipo de mentalidad será valorado.

     No es broma esto que pasa en la Argentina. Uno debe hacer su vida en una sociedad que se harta demasiado tarde de los reyezuelos despóticos que insiste en coronar con su voto. Y todo por dos pesos. Acá rifan la república por comer miguitas del gran banquete pensando que así participan de la fiesta.  Uno, como periodista, se ha pasado  años investigando y denunciando la corruptela gubernamental ante un pueblo que con la miserable cantidad de billetes que les pusieron en el bolsillo se compró un par de tapones  y se los puso en los oídos junto con unos buenos lentes oscuros. Fue durante ese tiempo en que el Poder construyó y amasó toda esa estructura tiránica que ahora les molesta a los que por entonces no querían ni ver ni escuchar.

     El Estado debía proteger a Nisman. De modo tal que, de entrada, el gobierno tiene responsabilidad en su muerte porque fue ineficaz para brindarle seguridad a un fiscal de la nación.  Pero, ¿cómo explicar el rol del Estado, la noción más elemental de República y la importancia sustancial de la división de poderes a personas que no están pensando en el bienestar de la patria sino en ser ahijado de un “padrino” político que le permita agarrar alguna parcela del Poder? ¿Cómo explicárselo a fanáticos para quiénes lo “que está bien” es siempre lo que opine su jefa aunque se contradiga?

     Si la “abogada exitosa” sale hoy al balcón y dice “Viva Boca”, a continuación, sus seguidores saldrán a defender a Boca y a atacar a River con lo que tengan y más. Si mañana la señora decide mutar a ser hincha de River, esos mismos seguidores, sin ponerse colorados, defenderán el ser de River con la misma pasión con la que ayer fueron de Boca. La primera reacción del aparato de propaganda del gobierno  tras la muerte de Nisman fue hablar de “suicidio”. Luego la propia Cristina habló de “asesinato”. Te invito a recorrer los portales de noticias y las redes sociales de esos días. Vas a poder leer como los kirchneristas pasaron de abogar la teoría del suicidio a explicar con pretendida erudición que todo se trató de una interna de los servicios de inteligencia en los que, en actitud destituyente, “le tiraron un muerto” a Cristina. ¿Vale la pena intentar explicarle a esa gente que la acción de los servicios de inteligencia, les guste o no, también es responsabilidad del gobierno? Si no han hecho otra cosa que acomodar la noción de lo sensato y de lo absurdo a sus intereses del momento.

     Hace once años que toda declaración o acto de algún dirigente opositor o un simple hijo de vecino que ejerce su derecho al disenso, es parte de una confabulación, un intento de golpe de estado, una actitud funcional a los intereses corporativos o la execrable posición de un fascista, neo-liberal de derecha, cipayo y gorila. Conceptos vertidos por ignorantes que no tienen la más pálida idea de lo que significan pero que cumplen con la función sistémica de amplificar las mentiras y las difamaciones.

     Nada de esto ni de todo lo ya escrito en editoriales como ésta pudo ser posible sin la existencia de una mentalidad apropiada para jugar este juego en el que algunos se hicieron mega-millonarios y el resto sigue viviendo la vida miserable de siempre sin siquiera poder imaginar una distinta.

     Algunos oficialistas, al ser retrucados, se victimizan y dicen que se les falta el respeto. Respeto no significa temor y sumisa reverencia; denota, de acuerdo con la raíz de la palabra (respicere: mirar), la capacidad de ver a una persona tal cual es. No se bancan que uno los vea como lo que realmente son: malos mentirosos.

     El término “mentalidades” se ha usado desde principios del siglo pasado a favor de definir las estructuras sociales que son expresión de lo que llamamos “cultura”. Recorrer la historia de las mentalidades  ofrece la posibilidad de escudriñar los modos de pensar, de sentir, de imaginar y de actuar de los hombres, el sujeto de la historia, en un  esfuerzo que debe ser necesariamente interdisciplinario y excede las posibilidades didácticas de un editorial.

      Pero sí puede postularse que el principio de la decadencia de cualquier sociedad es ese cambio de valores que sobreviene cuando el mejor visto o el más inteligente ya no es el que más se esfuerza por conseguir algo, sino el que consigue algo sin esforzarse. Los ciudadanos debieron reclamar  con más fuerza la necesidad de un país republicano y no lo hicieron. No hicieron su trabajo con la debida fortaleza y constancia y se dejaron prepotear.

    Cristina Kirchner, Maurice Closs, Ewaldo Rindfleisch, deben hacer las valijas en diciembre próximo, aunque esa idea no les agrade y estén haciendo todo lo que está a su alcance para que haya gatopardismo. Pero esa mentalidad ganada por el fanatismo continuará y los va a sobrevivir.

     Denis Diderot, filósofo  y símbolo de la “Ilustración” en la Francia revolucionaria del  siglo XVIII, sostenía que “del fanatismo a la barbarie sólo media un paso”.

     Esa barbarie que ayer se pudo haber llevado a Nisman por el simple hecho de hacer su trabajo.

     Y que mañana podría llevarte a vos, ciudadano,  por el simple hecho de no haber hecho el tuyo…