jueves, 22 de mayo de 2014

PREGONEROS DE ELIXIR

   

     La sociedad obereña vive como la selección argentina de fútbol juega: esperando que “un Messi” le solucione todos los problemas de un modo mágico.

    Con una mentalidad fogueada en la espera más que en la búsqueda  se hizo inhabitual y desconocido el ejercicio de la ciudadanía. Abundan “Pastores” e “iglesias” cultores de un cristianismo singular que recortó los mandamientos a nueve (el séptimo parece haber desaparecido de la doctrina). Partícipes de una religión que tolera demasiado la corrupción específica de la política, buena parte de los habitantes de Oberá no busca combatir a la banda de impresentables que la (des) gobierna. Pretenden formar parte de ella.

     ¿Cómo se transforma esa mentalidad?

     No se trata de cambiar de señor feudal sino de evolucionar del feudo. Si no se logra modificar el tipo de mentalidad dominante  el señor Ewaldo Rindfleisch, que debe dejar la alcaldía en 2015, volverá y será millones. Para empeorar la cosa quiénes deberían poner su intelecto al servicio de la concientización prefieren callarse la boca. Una postura  que en Oberá paga bien. 

     Los dirigentes o quiénes aspiran a serlo no analizan a la gente. La misma gente a la que luego le van a pedir el voto. Prefieren continuar con una  retórica demagoga que supone mayoritaria a la voluntad de cambio. Pero que en los hechos concretos no logra estimular lo suficiente  la participación y menos aún consigue cambiar el voto. No entienden o no saben que con semejante mezcla de miedo, envidia y resignación, la forma en la que el pueblo ha aprendido a  relacionarse con el Poder transforma a toda esperanza de cambio en una utopía. Deconstruir esto, urge.  
     Algunas Iglesias Protestantes de Oberá han conseguido casi como en ninguna otra latitud que el pueblo deposite toda su esperanza  en la felicidad que traerá “la otra vida” dándole así cero bolilla a cuestiones más terrenales como la corrupción estatal, la mentira de la propaganda oficial, la falta de agua, luz y gas o a la puesta en marcha de una buena vez de un proyecto colectivo que además de la felicidad del alma le otorgue paz a los sentidos. Muchos han sido fanatizados ( algunos “cristianos” obereños hablan, escriben y actúan como barrabravas de Chacarita Juniors) y entonces los que manejan la cosa pública saben que tienen amplio margen de maniobra  porque esta clase de cristianos no  “hacen lío”. Es un trabajo de orfebrería psicológica que llevó años y que ha resultado sumamente eficaz. Es cierto que en la última década ha surgido en la ciudad una masa crítica que exige y que lucha no cuerpo a cuerpo sino mentalidad a mentalidad. Pero aún es minoría.  Y para que pase a mayoría hay que ayudarla.  Eso no viene sólo.

     Transformar una fe potente, comprometida  y hermosamente ética como la cristiana en una caricatura de sí misma es algo que va a costar mucho cambiar. El establishment de Oberá confía en éso.

    Educarnos, concientizarnos, exigir y exigirnos, conocer nuestros derechos, explotar lo mejor que tenemos como sociedad y como geografía es un camino a recorrer que implica esfuerzo y trabajo constante y que genera resultados positivos reales y perdurables.

     En Oberá muchos prefieren poner a  Dios para que arregle las cosas.

     No saben que, precisamente para arreglar las cosas , fue que Dios los puso a ellos…