domingo, 23 de octubre de 2016

              INSALUBRIDAD PÚBLICA



     Hace poco Misionescuatro publicó la crónica de las últimas horas de un obereño que necesitaba con urgencia una ambulancia tras sufrir un severísimo accidente. La pidió un policía desde una comisaría. Nunca llegó. Como nunca llegará la respuesta al interrogante acerca de si seguiría o no con vida si alguien no hubiera decretado su final antes de tiempo y no enviarla. Hace menos tiempo todavía otro obereño debió ser asistido por los bomberos voluntarios con su unidad de traslado. También se pidió una ambulancia. Tampoco fue. “No hay disponible, van a tener que esperar” fue la respuesta cínica dada desde el Samic local. Sumale cada caso en cada lado, cada día.

     El sistema de salud pública es de cuarta.

     La sociedad obereña, fogueada en el silencio y la indiferencia, acepta la “naturalidad” de ese sistema de cuarta como quién sabe que después de un lunes llega un martes. Y cierra sus oídos a las voces que les advierten que la desidia no tiene nada de “natural”. Que se puede y se debe exigir el derecho a la salud no como macanas dichas en los actos públicos o exigencias vertidas en facebook, sino como algo verificable en el día a día.

     De lo que deriva que los problemas son dos. Uno, el sistema de cuarta. El otro, la gente de octava.

     Ríos de tinta correrán y gargantas quedarán afónicas narrando cada caso en el que algún ciudadano no recibe lo que debe. Cada ataúd guarda un cuerpo y quizás una injusticia. Pero nada cambiará en lo inmediato. Es que en los feudos las personas tienen internalizada la idea de que “acá es así”. Las respuestas van desde las desmentidas berretas de los funcionarios a través de alguna de las marionetas que tienen en la prensa. O la defensa del sistema surgida de quién remarca que “no todos y no siempre es así. Hay gente que hace las cosas muy bien” (como si eso, que es cierto,  dispensara a los otros). O “esto pasa en todos lados”. Todas son “calles”. Calles que desembocan en la misma “avenida”: la del seguir igual.

     Necesitar una ambulancia, pedirla y que llegue tarde o no llegue (que es casi lo mismo) es algo terrible que sucede a la par de la circulación de discursos que hablan de un estilo de gobernar que nada tiene que ver con la realidad del minuto, de la hora, del día, de la semana, del mes, del año, de los años, de la vida entera. Como finaliza un poema de Lope de Vega “quién lo probó, lo sabe”.

      Policías y bomberos haciendo de médicos. Patrulleros y camiones de bomberos haciendo de ambulancia. La excepción que se va convirtiendo en regla. La muerte llega a su tiempo. ¿Por qué antes?

     Hay mucho gil apoyando a funcionarios que a los hospitales solo entran para la foto. Son los que se la pasan hablando de lo valiosa que es la salud pública pero que, cuando se enferman, acuden a su regia prepaga.

     Cualquiera se da cuenta de que vivir es cada vez más difícil.

     De lo que no se dan cuenta es de lo otro.

     De que morir es cada vez más fácil.