miércoles, 7 de junio de 2017

LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE         ERNESTO...KUBSKI 


     Con Ewaldo Rindfleisch en el juego grande de Posadas y manejando una “caja” mayor que cuando era alcalde, el poder de su amigo Ernesto Kubski en Oberá se entronizó. ¿Quién es? Es el dueño de la empresa “Capital del Monte”, monopólica prestadora del servicio de transporte urbano y uno de los dueños de la ciudad. 

     Como el hoy Director provincial de Arquitectura, Ernesto hace, literalmente, lo que se le da la gana. Sin controles. Ni políticos. Ni judiciales. Ni mediáticos. 


     Misionescuatro ha publicado durante años las acciones que Ernesto y su empresa fueron llevando adelante. Cada vez que pidió, obtuvo. Cada vez que se negó a que algo pase, no sucedió. Jamás conformación alguna del Concejo Deliberante se opuso a sus deseos. Ni cuando los ediles eran cinco ni ahora que son nueve. Todas las veces que solicitó aumento del boleto se le concedió y por unanimidad. Desde que el peronismo se quedó sin concejales en el año 2007, el parlamento obereño no volvió a ser testigo de un voto en contra de los intereses de la empresa de Ernesto. Aunque chocaran con los intereses del pueblo. De hecho resulta difícil de comprender por qué, con concejales así, “Capital del Monte” necesita contratar abogados. 


     Beneficiaria de un contrato que apareció oportunamente cuando se terminaba el otro, la política se desligó de su trabajo de investigar el asunto y dejó todo en manos de la justicia. Que quizás se expida cuando el nieto de Ernesto maneje la empresa. “Pará, pará, pará. ¿Vos me estás diciendo que un municipio firmó un contrato de extensión del servicio de colectivos con la empresa que es la única que lo presta y nadie estaba enterado?”, preguntaría acaloradamente Alejandro Fantino. ¿Respuesta? Sí. 

     Durante años los concejales de Oberá declararon en los medios de comunicación que “Capital del Monte” no recibía subsidios al combustible por parte del estado nacional, a diferencia de las posadeñas del mismo rubro. Postulaban que tal acto de “discriminación” (ese término usaban) era suficiente para justificar cada pedido de aumento del boleto. Hasta que un par de integrantes de las juventudes políticas universitarias de Oberá le contaron a Misionescuatro que eso era mentira. Efectivamente, la empresa obereña recibía-y desde hacía mucho-subsidios al combustible. ¿Los concejales lo ignoraban o mentían? Cómo mínimo, debían saberlo. Era información de dominio público que estaba en internet. ¿Dieron alguna explicación? Nunca. 


     Cuando se pregunta a los concejales actuales porqué no se implementa el derecho de los jubilados a viajar gratuitamente en colectivo-consagrado en la Carta Magna de la ciudad-contestan que la empresa no está en condiciones económicas de subsidiar el viaje de los jubilados. Respuesta que se oiría bien en boca de Ernesto o de algún otro de la empresa, pero que en boca de un representante del pueblo suena fuera de lugar. 


     El número de líneas y la cantidad de boletos vendidos son condición sine qua non para otorgar los aumentos. Sin embargo, ni el intendente ni los concejales han controlado si los datos que tienen, que se los brinda la propia empresa, son ciertos. Aún así homologan los aumentos de boleto. ¿Quién fiscaliza? 


     Hace años que cinco choferes que en su momento fueron despedidos, vienen peleando por su reincorporación. Que aún no lograron. Incluso, con fallos judiciales a favor. 


     Ni el alcalde Carlos Fernández ni ningún funcionario público desafía el poder de Ernesto en Oberá. Eran cotidianas las quejas mediáticas de los usuarios del transporte urbano. Asientos rotos, ventanas que faltaban, recorridos alterados sin aviso previo, cambio de frecuencias horarias. Falta de cambio o redondeo a favor de la empresa. 


     Llamativamente, y coincidiendo con el momento en que la empresa pautó publicidad en algunos medios, las quejas desaparecieron. Y no debe ser porque ahora los colectivos en Oberá funcionen mejor que el metro de París. 

     En 1895 Oscar Wilde escribió “La importancia de llamarse Ernesto”, una comedia de enredos que hizo reír a toda Inglaterra. Con una trama que sorprende a cada rato. 


     En el siglo XXI “La importancia de llamarse Ernesto” tiene su traslasión obereña. 


     Pero esta versión ya no sorprende a nadie

sábado, 3 de junio de 2017

     LA JUVENTUD MARAVILLOSA DE OBERA


     Arrancaba la década del setenta cuando Juan Domingo Perón, todavía exiliado en Madrid, dirigía un mensaje a los argentinos que comenzaba diciendo: “Tenemos una juventud maravillosa, que todos los días está dando muestras inequívocas de su capacidad y grandeza”. Pues bien, en la Oberá de hoy existen jóvenes merecedores de los mismos elogios.

     Sólo que no son peronistas. Son radicales.

     Mariana “Tiny” Jacquet, su hermano Joaquín, Mauricio Schieve y otros integrantes de la Juventud Radical de Oberá hablan, se mueven, peticionan a las autoridades y luchan por el bienestar colectivo en una ciudad en la que sus mayores son mudos, se quedan quietos, a las autoridades no les hacen ni cosquillas y mientras su bienestar personal se mantenga firme el progreso del colectivo es cosa de Dios.

     Es esperanzador ver y oír que muchachos y chicas de veinte años vayan a las radios, a la televisión, divulguen comunicados, caminen por los barrios e insistan en ser recibidos por el intendente, por los concejales, por los diputados, por los ministros y hasta por el gobernador. Lo hacen tratando de ayudar a gente ignorada por el estado. Con una educación personal plausible y en el marco de la ley. Y lo hacen en una ciudad-y en una provincia-en la que cualquiera sabe que los funcionarios renovadores tienen problemas con eso de escuchar al otro. Sobre todo si el “otro” no es “del palo”.

     La puesta en funcionamiento del laboratorio del IPS, que al nuevo hospital Samic dejen de “inaugurarlo” cada dos años  y colabore con su agobiado hermano hospital de enfrente de una buena vez, las extremas necesidades de la periferia o que la ciudad tenga un servicio de transporte urbano moderno y transparente, son algunos de los temas que los chicos radicales tienen en su radar.

     A ver si ponemos las cosas en contexto. Son acciones que se destacan sobremanera ante la inacción de toda la oposición obereña. La renovación juega sola y desata internas feroces mientras, orgánicamente,  los partidos políticos no abren la boca ni para bostezar. Hay llaneros solitarios que denuncian tanta injusticia perpetrada, claro. Pero nada más. En Oberá el club más popular no es ni Boca ni River. Es el club del silencio.

     “¡Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.!”

     Así escribió Rubén Darío un poema que nos invita a saber aprovechar tantas ganas de meterse en algo.



     Para combatir tantas ganas de no meterse en nada.