domingo, 26 de agosto de 2018

                        LOS AÑOS PERDIDOS 




     Tras el contundente informe difundido por Misiones Cuatro sobre la conexión provincial con la corrupción en la obra pública durante el kirchnerismo, buena parte de la sociedad obereña reaccionó como suelen hacerlo las comunidades ganadas por el miedo o la culpa. Acusó el impacto. Haciendo silencio.


     Las denuncias que Ramón Escobar llevó a la justicia están llenas de documentos y firmas de funcionarios públicos nacionales, provinciales y comunales. Las imágenes de los sitios de Oberá en donde no hay lo que los contribuyentes pagaron para que haya, son irrefutables. El informe rescata, en esta época de supremacía de la opinión, la contundencia de los hechos.

     El estado nacional envió fondos al estado provincial para hacer obras. El estado provincial los recibió y los mandó al estado comunal. El estado comunal llamó a licitaciones para adjudicar las obras a empresas. Las empresas recibieron dinero, certificados de pago de por medio, para hacer esas obras. Las obras no están. Y el dinero tampoco.

     ¿Qué más hace falta?

     La Cámara de Representantes de la provincia tuvo la oportunidad de indagar sobre la cuestión. Dos veces. La ignoró. Dos veces.

     Nadie del gobierno provincial dijo nada. Haciéndose cargo de que en la Misiones renovadora el dinero del estado puede desaparecer sin que nadie lo pueda explicar.

     El alcalde de Oberá, Carlos Fernández, usó la reputación de Rindfleisch como una escalera para trepar al cargo. Luego él y los ocho concejales oficialistas, incluido el presidente del Deliberante, Ariel Chaves, se hicieron los desentendidos cuando tuvieron la misma información que Escobar en sus manos. Fernández aspira a ser reelecto y Chaves a sucederlo. Si cualquiera de esos dos objetivos se cumplieran, pobre Oberá!  

     El grueso del periodismo local, impotente al no tener ya el poder de desinflar ninguna investigación  en tiempos en que las redes sociales difunden la información a mayor velocidad que cualquier tartufo de los micrófonos, intenta seguir la corriente. Como si no fueran los que han sido.

     La pusilánime dirigencia obereña tiene asumido que nunca correrán mayor riesgo que si fuera Rindfleisch y no ellos, el que abriera la boca.

     La oposición en Oberá, sigue sin tomar ácido fólico. Anémica y en cama, mirando por la tele o discutiendo por Facebook, la política que hace la renovación:

-El PRO tiene la directiva de no hacer nada que moleste a Passalacqua, la mascota litoraleña del presidente Macri. El referente del espacio, el diputado provincial Roberto Rocholl, frente a las denuncias de Escobar, desapareció en acción, como Chuck Norris.

-La UCR, a la manera de esas mujeres que aman demasiado, siempre vio a “Tito” Rindfleisch como a un ex al que le guardan cariño, aunque los haya olvidado para siempre. Eso sí: en las redes sociales le han dicho de todo.

-Los peronistas están intentando autoconvencerse de que Rindfleisch era del PRO y de que José López trabajaba para Macri.

     Oberá fue saqueada. Hubo responsables. Quisieron olvidarlo rápido y no los dejamos. Quiénes tuvieron la actitud ciudadana de no ser copartícipes de ese saqueo ni por acción ni por omisión, tienen nombre y apellido. Los hemos nombrado. Y son tan pocos que podríamos juntarnos a tomar un café en una mesa de cualquier bar.

     El resto es silencio. Silencio frente a tantos años desaprovechados.

     “Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo”, escribió Jorge Luis Borges en “El amenazado” sobre lo que sentía al amar.

      Hemos visto a muchísimos obereños que no estuvieron junto a su amada tierra cuando Oberá los precisó. Dejaron que la ciudad perdiera dinero y años.

      El dinero podría volver. Los años no.

      Son muchos los años perdidos.

      Y  no se recuperan nunca más.

sábado, 11 de agosto de 2018

EL JUSTICIALISMO MISIONERO EN SU PEOR MOMENTO 


     Desde que Néstor Kirchner, en el marco de lo que él llamaba “transversalidad”, lo sacó de la cancha para que deje de jugar y se dedique a mirar el partido desde la tribuna como simple espectador, el peronismo misionero comenzó a dejar de ser una opción de poder hasta convertirse en lo que es hoy: un sello de goma al servicio de Carlos Rovira, cumpliendo el rol de triste segundón de la renovación.

     La mayoría de sus dirigentes, y de sus militantes, no presentaron batalla. Peor aún. La mayoría se unió a la renovación como si ser renovador y ser peronista fuera lo mismo. De hecho el presidente del sello, el abogado obereño Rafael Pereyra Pigerl, le imprimió un meteórico ascenso a su carrera política denunciando algunos de los tantos desaguisados del renovador Ewaldo Rindfleisch en Oberá. Específicamente en la estratégica CELO, en la que Pereyra Pigerl llegó a comandar un proceso de saneamiento que continúa. Pero terminó contradiciéndose y mal. Ahora, como diputado provincial aliado al oficialismo, tiene el mismo jefe político que Rindfleisch.

     Es llamativo que la maquinaria electoral más potente que la Argentina tuvo en los últimos setenta años y la que gobernó Misiones durante dieciséis consecutivos (1987-2003), ahora muestre una diáspora de sujetos que intentan salvarse de modo unilateral y que le rinde pleitesía a Carlos Rovira, un gobernante que no puede mostrar, precisamente, avances en la justicia social que convirtió a Perón en Perón. Cientos de chicos y adultos misioneros, subsumidos en una indignante marginalidad, necesitan urgente de peronistas en serio.

     El affaire de los cuadernos de la corrupción en la obra pública durante el kirchnerismo, de la que la renovación fue un socio que hoy padece Alzheimer, tiene al misionero-y renovador-Oscar Thomas, como el único prófugo de la justicia y con pedido de captura internacional. Muchos de los autodenominados peronistas, que tienen el tupé de llamarse entre sí “compañeros” (?), sobre tamaño bochorno, no abren la boca ni para bostezar.

     Se puso de moda entre los justicialistas locales criticar únicamente a Macri y al gobierno nacional. Molesta toda corruptela, pauperización salarial, injusticia o pobreza que ocurra a mil kilómetros de distancia. De lo que hay en Misiones, y hay mucho de todo eso, no dicen ni una oración.

     “SI un gobierno le roba a Pedro para pagarle a Pablo, siempre contará con la ayuda de Pablo”, acertó George Bernard Shaw.
  
    Nostalgias de un peronismo misionero que era otra cosa. Cuando no estaba lleno de Pablos…