sábado, 25 de abril de 2015

 ¿TIENE SENTIDO PARA VOS DENUNCIAR LA    CORRUPCION EN  LA ARGENTINA DE HOY?



     De norte a sur y de este a oeste de nuestro país ciertos personajes que han prosperado a la vista de todos en el ejercicio de la función pública cuentan, sin embargo, con “buena imagen” y con los votos de gran parte de una sociedad que lo sabe y no le importa. ¿Entonces?

     La génesis de la palabra “corrupción” se encuentra en el latín “corruptio”. Término que se descompone en el prefijo “con” (junto), el verbo “rumpere” (romper, hacer pedazos) y el sufijo “tio” (equivale a “ción” que significa acción y efecto). Es la ruptura deliberada de algo que, ergo, pierde su naturaleza. Algo corrompido ya no es lo que fue ni lo que pudo ser. Algo que ya no es lo que fue ni lo que pudo ser: Parece una buena definición de la Argentina.

     La naturalización de la corrupción, costumbre que lleva a su aceptación, es una sustancial victoria cultural del Poder. La enunciación de la palabra ya ni siquiera provoca cacofonía y es obvio de toda obviedad  que a algunos la acción de quedarse con los dineros públicos no les provoca indignación sino envidia. La envidia de no tener la oportunidad de hacer lo mismo. ¿Te interesa saber quiénes son los proveedores del Estado que sobrefacturan y convirtieron eso en una tradición? ¿Te importa conocer las declaraciones juradas de bienes de los funcionarios públicos antes y después de ejercer sus cargos? ¿Quiénes hacen negocio con el turismo? ¿Cómo se accede a un cargo en el Poder Judicial? ¿Te bancás el nepotismo? ¿Es republicano que alguien sea  gobernador o alcalde durante veinte años? En Oberá, por ejemplo, la CELO acumuló una deuda rojo carmesí de 150 millones de pesos, ¿te interesa saber cómo se llegó a eso o te da lo mismo? ¿La función de la prensa es informar e interpelar al Poder o te parece que los periodistas deberíamos ser gacetilleros del municipio y pone-micrófonos de los funcionarios? ¿Los canales de televisión públicos son de todos o del gobierno? ¿Al Poder político hay que controlarlo o te va que hagan lo que les venga en gana? ¿Sabías que la corrupción del Poder afecta tu vida cotidiana y la de tus seres queridos o te convencieron de que te pasa por al lado y no te roza?  ¿Te importa todo ésto?  ¿Sí? Es bueno saberlo porque cuándo votás pareciera que no.

     La sociedad no entiende que al sacar plata de un lado luego faltará en otro. Hablamos de Salud, Educación, Seguridad y Justicia. Falta agua potable y falta luz. Falta trabajo y viviendas. Falta cloacas y gas, sea del natural o en garrafas. Sobran chicos desnutridos e injusticias sociales por todas partes. No importa. No hay nada que se pueda hacer y no hay nada que se pueda decir. Miles y miles de tipos y tipas seguirán apoyando a verdaderos cacos justificándose en clichés tales como “todos roban” o “roban pero hacen”. Un embuste habitual en boca de la gilada que trasunta una existencia miserable y ni siquiera se da cuenta. Incluso es infructuoso explicarlo porque, digámoslo de una vez, hace mucho que  ser corrupto o inútil no es piantavotos.

     Los periodistas que durante años denunciamos con lujo de detalles y pruebas la perversión del manejo de la cosa pública recibimos una respuesta cínica: “vaya a la Justicia”. Quizás tengan razón. A ver, ¿a qué fiscal le podríamos llevar datos para que investigue al Poder?  ¿A Nisman?

     El embrutecimiento de cierto sector de la clase media sumada a la patria prebendaría es un todo compacto que reúne una gran fuerza electoral. Especialmente en feudos como la Misiones actual o en los municipios convertidos en una empresa del intendente.

     Cuando Santo Tomás de Aquino nos enseñó el principio “Operari sequitur esse. (“el obrar sigue al ser “) se refería a que primero “soy” para luego “actuar”. Primero considero que no está tan mal hacer negocios desde el Estado. Luego apoyo a la Presidente, al Gobernador de la provincia  y al capanga del municipio.

     Hace rato-y nada indica que se vaya a modificar en el corto plazo-los vicios privados emboscaron y tomaron por asalto a las virtudes públicas. Por supuesto estamos en épocas electorales y se impone el discurso demagógico que propone la esperanza de arribar a ese destino inexorable de prosperidad y desarrollo qué sólo está algo retrasado pero que nos espera a la vuelta de la esquina. Bueno, ya sabemos que un tonto con el ánimo jubiloso y una urna enfrente es el sueño de todo mandamás.

     Los comentarios al pie de artículos cómo este suelen ser una buena vidriera del tamaño de la caterva de enviciados que dan mucho a cambio de casi nada. El status quo actual marca incluso que los vasallos no tienen miedo de expresar las boberías  en las que creen. Los ciudadanos de reclamar más y mejor república, sí.

     Hace años que advertimos que la pérdida de la capacidad de asombro ante los hechos más aberrantes es un síntoma característico de la decadencia. No puede ser que el crimen de la señora Bárbaro, la desaparición de Golemba o el enriquecimiento manifiesto desde el Estado  sea un entretenimiento que se consume mientras se toma mate y se come chipas.  

     “Si tu única herramienta es un martillo, vas a ver todo en forma de clavo”, decía el eminente psicólogo yanqui Abraham Maslow. Esta geografía está demasiado poblada por prebendarios y fanáticos que viven del hueso y de los relatos que les tira el Poder.
     Martillan porque es su única herramienta. Por eso ven todo en forma de clavo…