domingo, 25 de noviembre de 2018

            LO QUE NO QUEREMOS VER 

        

     
     Hace mucho que en toda la Argentina, en cualquier ciudad y en cualquier pueblo y en el área en que se nos ocurra, se instaló una concepción cuya aplicación tiene efectos devastadores: creer que se pueden hacer las cosas mal pero que, sin embargo, pueden salir bien.

     
     Somos una sociedad en la que impera la anomia. Y como nadie se plantea seriamente como empezar a mejorar, pues seguiremos viviendo de este modo. Con gente bruta y violenta-de todas las clases sociales-que no respeta absolutamente nada. Y pretendiendo que así se porta una minoría. Un grupo de inadaptados. Los menos. Debe tratarse de minorías con un poder increíble entonces, porque arruinan todo con solo proponèrselo. En realidad, no son tan pocos como nos gusta pensar.

     El kirchnerismo no es el responsable de todos los males del país. Pero lo es de unos cuántos. Reforzaron la idea, por ejemplo,  de que toda noción de disciplina es rémora de las dictaduras militares. Fue y es parte de un progresismo trucho que nos explica que el orden es una demanda de la “derecha”.  

     Y también tenemos la responsabilidad del actual gobierno de “Cambiemos”, que cuando hace, después deshace. Acentuando la anomia derivada de comprobar que la norma de hoy puede ser otra mañana.

     Vivimos un contexto particular en el que el fanatismo nunca contó con tantas posibilidades de consolidación y de expresión. Desde las redes sociales, diseñadas para ratificar lo que creemos y rodearnos de fanatizados por lo mismo, hasta los medios de comunicación tradicionales, que aceptan que cualquiera diga anónimamente lo que sea y sin filtro, a cambio de tener audiencia y suscriptores. Y no solo vivimos así en el aquí y ahora. Pergeñamos un futuro similar o peor al diseñar un sistema educativo, único en el planeta,  en el que los chicos son educados sin límites.

          “Operari sequitur ese” (en latín, “el obrar sigue al ser”) postulaba Santo Tomás de Aquino. Durante años se moldeó la conducta de fanáticos e intolerantes que se expresan en la política, en el fútbol, en la calle y en donde se nos ocurra. Gente a la que los hechos la convencen de que se puede generar caos con solo quererlo ¿Cómo se espera que se comporten?  

     Está muy arraigada esta conducta crónica de hacer todo mal, esperando que salga bien. No se trata solo de barrabravas  y de violencia  protegida por el poder. Recorrió el mundo la foto de una mujer, hincha de River, poniendo bengalas en el cuerpo de su hija, una nenita, para poder burlar la prohibición de entrar bengalas a la cancha. Ahí no hay violencia organizada. Hay una cabeza desorganizada.

     Actitud equivocada y peligrosa, pero que continuará porque nos acostumbramos a comentar los problemas en vez de solucionarlos.  A pretender explicar el deterioro social como si fuera hijo de la economía y de nada más. 

     Es más profundo. Y por eso nos seguirán pasando cosas peores que suspender un Boca-River. Porque nos enseñan todo el tiempo a huir de lo profundo, a que el fin justifica los medios y al pensamiento mágico. Ideal para cabezas con pereza mental.

     Y para ojos que no quieren ver. 



     

lunes, 19 de noviembre de 2018

            LA GARGANTA DEL DIABLO 


       Decía Napoleón Bonaparte que “las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo”. Eso debería hacer Claudio Filippa, el impresentable alcalde renovador de Puerto Iguazú. Irse. 

     Molesto con un informe periodístico que lo involucró en una megaestafa al fisco, Filippa-que se cree impune porque es impune- reaccionó pidiéndole a los funcionarios de su municipio que “le den pija” (sic) a Norma Devecchi, corresponsal del diario El Territorio, medio que ensayó una defensa light de su periodista. Dicen que el único respaldo con el que suele contar un periodista por estas latitudes, es el de la silla en la que se sienta a trabajar.

     Filippa actuó como todos los capangas que cuentan con la protección de Carlos Rovira, el titular del parlamento provincial cuya voluntad es la única ley que se respeta en Misiones desde hace tres lustros. Si decide bajarle el pulgar, “funcionarán las instituciones” y Filippa deberá dar respuestas además de disculpas. Y si no baja ningún pulgar, el año que viene Filippa, encima, será reelecto. 

     Va a ser muy difícil deconstruir el tipo de sociedad que se pergeño y consolidó en los últimos quince años en Misiones. Una vez que el sistema republicano muta a feudal, las elecciones se convierten en la máscara democrática tras la que se ocultan todo tipo de déspotas, apoyados por una clientela fija a la que se compra barato. La oposición, que debería haber tomado ácido fólico para tener más y mejor sangre, se conformó con cuidar su quintita cuando debió ir por otros objetivos. Aprendió a morderse tanto la lengua antes de hablar, que se acostumbró al silencio. Por eso en Misiones hace mucho que la mentira grita mientras la verdad susurra. 

     Con este panorama cualquiera que haya tomado dos mates con Rovira y reciba su bendición para ocupar algún cargo, se siente como Filippa. Capaz de cebarse con cualquier persona. Y si es mujer, mejor porque da más “chapa” ante la caterva de lame trastes de los que se rodean. En definitiva, esto de que un renovador haya patoteado a alguien desde el poder del estado, de novedad, no tiene nada. Que lo haya hecho Filippa, menos. Y que la afectada sea una mujer, menos todavía. Y tampoco será la última vez, excepto que los ciudadanos aprendan de una buena vez a exigir calidad institucional y boten con “B” larga a los que vienen votando con “V” corta. Tratar así a una mujer y que eso no sea repudiado en las urnas-donde realmente les duele los políticos-es de cuarta. Sin embargo, ¿cuántos repudiaron en las urnas el femicidio de “Marilyn” Bárbaro? 

     Cuenta la leyenda que “La Garganta del Diablo”, la concentración del mayor caudal de agua de las Cataratas, debe su nombre a una historia de amor entre una princesa y un príncipe guaraní, castigados por un diablo celoso que la convirtió a ella en cascada y a él en la vegetación que la rodea. Cosa que estén cerca pero que no se toquen. Pero el diablo no contó con el arco iris, que de vez en cuando une a la cascada con la vegetación. Ergo, a la princesa con su príncipe. 

     Puede que entonces el diablo, enfurecido, se haya instalado en la garganta de algún ser que lo represente. Por ejemplo, un funcionario renovador. 

     Quizás no sepamos la leyenda completa. Quizás de la garganta de tipos como éstos salgan palabras del “mesmo” demonio. 

     La Garganta del Diablo…