lunes, 30 de julio de 2018

                 LA PERSONA DE LA FOTO

     Mientras tecleo, un parte de la Policía de la provincia de Misiones informa que en San Vicente se mataron cuatro personas en un accidente vial. Muertes que se suman a la de una chica de quince años en Ameghino. Y a la de un señor grande en la ruta costera. Y a un montón de fallecidos en cualquier parte de Misiones. De día, de noche, con lluvia, con sol, en un día laborable, en un feriado, en una calle terrada, en una con pavimento, en una ruta provincial o nacional. Choques, despistes, exceso de velocidad, alcohol al volante. Todos los días nos toca informar que algún misionero de cualquier edad se mató adentro de un vehículo que manejaba o en el que iba de acompañante. O porque lo atropellaron.

     En Misiones muere gente a cada rato en accidentes viales. Y los vehículos atropellan cualquier cosa que se les cruce: seres humanos, animales. Lo que sea que respire y ande.

  
     Y a nadie le importa.

     Ni al gobierno. Que tiene a las infracciones viales como la perfecta excusa para recaudar, pero para nada más. Ni a los que manejan. Que lo hacen muy mal y están creídos de que lo hacen muy bien. Saben del peligro y eso no los desanima, sino todo lo contrario. Quizás crean que ir a ciento cincuenta kilómetros por hora los convierte en un émulo de Vin Diesel en alguna de las nueve secuelas de “Rápidos y furiosos”. No pasan de ser una triste copia de Paul Walker, que se mató y se quemó en noviembre de 2013 cuando chocó su auto en California. En la vida real.

     En Oberá, por ejemplo, se puede observar lo común que es doblar sin poner el guiño, ir siempre a la misma marcha o exceder la velocidad incluso en pleno centro. Los inspectores que pone la municipalidad salen a recaudar. A eso los mandan. Cuestión que, por supuesto, nadie asumiría en público. Pero es así.

     Los exámenes para sacar o renovar el registro de conducir tienen resultados llamativos: aprueban casi todos.

     La infraestructura vial de la provincia, lugar turístico por excelencia, da pena. Especialmente las rutas adyacentes a Brasil.
   
     Y para rematar el cuadro de situación, tenemos la entronización de una forma de consumir la información: el entretenimiento. Casi nadie parece informarse para tomar conciencia de ciertas cuestiones. Como se puso de moda no leer más de cuatro líneas (por alguna tara que la medicina debería explicarnos), se leen los títulos y se miran las fotos. Si de accidentes viales se trata, la consigna es conseguir la foto que mas sacie el morbo. Si alguno se pegó un palo con el coche y terminó decapitado, a ver quién tiene la foto del cuerpo sin cabeza y la manda por WhatsApp (pasó hace muy poco). En minutos cientos o miles la habrán visto. ¿Para tomar conciencia ciudadana de que algo hay que hacer? No. Para entretenerse mientras toman mate y comen bizcochitos.

      El gobernador y los intendentes, como renovadores que son, siempre están en otra. Lo de ellos no es el encarar los problemas. Y seguirán con su desidia. Ya que, electoralmente, mal no les va.

     La asociación civil “Luchemos por la vida”, una ONG que se toma los accidentes viales todo lo en serio que no se lo toma el estado, informó que el año pasado 354 personas murieron en Misiones por accidentes viales. Un promedio de casi una persona por día. Promedio nefasto. En lo que va de 2018 la cosa no mejoró.

     Irresponsables al volante de autos, micros o motos que se niegan a tomar conciencia de los cuidados que deben tenerse al manejar. Personajes que buscan en la velocidad la adrenalina que no les da las estúpidas vidas que se forjaron. Un estado que no reacciona y una sociedad que no lo obliga a hacerlo, entretenida mirando las fotos del accidente y limitándose a poner un “me gusta”, o un “me enoja” en Facebook.

     Hay gente, mucha gente, que ya no puede manejar más. Gente que ya no debería estar manejando más.

     Oscar Wilde definió al deber como “lo que esperamos que hagan los otros”. Se creó una cadena de abulia, en la que cada quién espera que otro se ocupe de lo que hay que hacer y entonces nadie hace nada.

     Son miles los que andan mirando a la persona de la foto. La del accidente con el muerto del día.

    Sin sospechar que, en cualquier momento, la persona de la foto, vas a ser vos….



sábado, 7 de julio de 2018

UN AÑO SIN "TICHA" Y MUCHOS SIN JUSTICIA 




     Hoy, 7 de julio, se cumple un año de la desaparición física de Juana “Ticha” Bárbaro. Murió en Buenos Aires, dos días antes del cumpleaños de su ciudad y la de su familia, pionera de Oberá.

     No se puede pasar rápido por la figura de Ticha. Hay que detenerse. Porque es el emblema por excelencia de la lucha contra la impunidad en la Misiones feudal. 

     Este lunes 9 de julio Oberá celebrará su nonagésimo aniversario. Por eso hay en ella un inhabitual movimiento y clima de fiesta. En paralelo, un grupo de familiares y amigos, de esos que estuvieron siempre, llevarán flores a la tumba de Ticha y evocarán su lucha ciudadana. 

     Porque Ticha Bárbaro fue eso. Una ciudadana que luchaba. Que no es poco en ningún lado.

     Desde que su hermana María Elena (“Marilyn”) murió asesinada en el otoño de 2004, cuando le reventaron la cabeza a golpes y la enterraron aún viva en el sótano de su casa, Ticha debió hacer un curso acelerado de Derecho. Como les pasa a tantos deudos que tratan de evitar que sus tragedias tengan el triste destino de convertirse en una efeméride. Por el femicidio de “Marilyn”, perpetrado cuando ni conocíamos esa palabra, hubo gente imputada muy ligada a Carlos Rovira, el amo de la provincia. Lo de amo no es ninguna exageración. Lo supo bien Ticha, que se topó con un accionar de la justicia que debería estudiarse en las facultades como ejemplo de lo que no hay que hacer. 

     Durante trece años organizó y encabezó marcha tras marcha pidiendo un esclarecimiento del crimen que nunca llegó. Imputado quedó uno de cinco y preso ninguno. La causa está hoy bien protegida del frío del invierno en un despacho del Tribunal Penal 1 en Oberá. 

     Está muy bien ejercer de ella y su lucha, un recuerdo diestro. 

     Combatiendo como se pueda, un olvido siniestro.