domingo, 27 de septiembre de 2020

 

                LA DEMÉRITOCRACIA

 


     El filósofo estoico Séneca, tutor y consejero del emperador Nerón, postuló que “Un mediocre jamás se recupera de un éxito”. Algo de eso les está pasando a un par de Fernández de nuestra política. A Alberto, el Presidente de la Nación. Y a Carlos, el alcalde de la ciudad misionera de Oberá. Políticos mediocres que, electoralmente, han tenido más éxito del que se merecen. Y no se pueden recuperar.

    El Presidente, cuando apunta contra la denominada “meritocracia”, no está planteando una discusión ideológica o filosófica. Está siendo práctico como siempre lo fue. ¿Qué es ser un político práctico en la Argentina del siglo XXI? Es cuando un señor inescrupuloso se acomoda a las circunstancias, pretendiendo que sus descaradas contradicciones verbales y fácticas se vean no como un vicio sino como virtud. Alberto Fernández fue designado por Cristina Kirchner para ser la cara presentable que se le ofrecería a un electorado cándido y desmemoriado. Alberto se maneja como si una década de profundas críticas a todo lo que ahora elogia constituyera una simple anécdota. ¿Esperar que alguien que se mueve así sea un entusiasta del mérito? Cuidado con algunas esperanzas.

     El intendente de Oberá acaba de pasar las horas más tensas de su casi lustro de mandato. Aunque la huelga de cinco días de los empleados municipales terminó de la única manera que podía: para trabajadores que no cobran ni siquiera la mitad de lo que vale hoy una canasta básica alimentaria cualquier aumento es una buena noticia. La desesperación de cobrar un salario miserable en una ciudad cuya oferta laboral es cero, volvió a ser la mejor aliada de los funcionarios renovadores. Hace veinte años el establishment obereño eligió a Ewaldo Rindfleisch porque era uno de los suyos. En 2015 esa misma “crema” de Oberá eligió a Carlos Fernández para que no levante ninguna alfombra. La sociedad que le permitió todo a Rindfleisch después votó a Fernández para olvidar. Votó para olvidar. Carlos Fernández es una buena persona y un estupendo médico. Y eso es todo.

     El recorrido de los Fernández no es muy diferente del de otros apellidos de nuestra política. Hay que entender que ni Alberto ni Carlos están en la política para enriquecerse personalmente. Están en el poder por el poder mismo. Por lo que significa llegar a intendente, gobernador, diputado o presidente. Su capital político habita en sus cervicales. En un cuello bien flexible para poder girar la cabeza lo suficiente y no tener que ver lo que hacen otros. Lo sabe Cristina. Y Rindfleisch también.

     Para hacer política con estos objetivos, aceptar ser garante de la impunidad de otros a cambio del progreso político propio, no se puede reclutar gente tuteada con el mérito. Se necesitan milicias curtidas en el demérito.

     Así aparecen Martín Guzmán con la “sarasa” o Juan Ameri, el diputado “chupateta”, entre tantos. Es increíble que se  pierda de vista que la jefa política de Alberto es Cristina. Y que el jefe político del Carlos de Oberá es el Carlos de Posadas. Como si eso no quisiera decir nada.

     Que nadie le pida al Presidente otra cosa que no pase por impulsar la impunidad de los kirchneristas porque para eso está donde está y será cuestión de los electores evaluar por qué se comieron el amague. Que nadie le pida al Intendente de Oberá ningún cambio radical porque lo votaron para hacer gatopardismo. Los obereños no pueden esperar los beneficios de ningún proyecto de ciudad porque lo que hay es solo otro proyecto de poder. La carrera política de Fernández irá para adelante. Pero Oberá se quedará donde está.

     Si nuestra sociedad busca de verdad que cada uno reciba lo que merece la vienen pifiando horrible en el cuarto oscuro. ¿Qué no había opciones? Correcto, entonces a bancarse lo que vino y lo que vendrá. Y habrá que aceptar que el debate sobre el concepto de meritocracia exige una profundidad que hoy está demodé.

     Hace once meses 12.946.037 argentinos consagraron a Alberto Fernández como presidente. Hace quince meses 18.520 obereños reeligieron a Carlos Fernández como alcalde de la segunda ciudad de Misiones.

     “Tragan sin digerir. Ignoran que el hombre no vive de lo que engulle, sino de lo que asimila”, advierte José Ingenieros, preocupado por la educación, en “El hombre mediocre”.

     Ese es el plan.

     Que traguen. Sin asimilar.

 


    

domingo, 20 de septiembre de 2020

 

               EL CÁNTARO A LA FUENTE

 


     “Border” es una palabra inglesa que significa “frontera”. Los psicólogos la usan para definir la frontera entre la neurosis y la psicosis.

     Hace mucho que la sociedad argentina vive en esa frontera. La de una locura latente que en cualquier momento le pasa por arriba a cualquier intento de freno racional. El actual gobierno, en manos de Cristina Kirchner, estimula como nadie la provocación. Usando, nada menos, el poder del estado para hacerlo. Lo repetimos: hasta ahora las cosas no pasaron a mayores solo porque el grueso de cierta dirigencia opositora pone la otra mejilla.

     El presidente Alberto Fernández se parece cada vez más a esa presidente que supo ser su ahora vice. No habla. Provoca. No tranquiliza. Enerva. No consensua. Decreta. No cree en el pronombre “nosotros”. Cree en el pronombre “ellos”. Está a la vista que no fue una esperanza sino un delirio que algunos confiaran en que Cristina Kirchner iba a elegir a un candidato a presidente para que la controle él a ella. Como contrariando al poema de Pablo Neruda. “Nosotros, los de entonces, somos los mismos”, podrían decir Cristina y Alberto.

     En su última sesión el Senado, de mayoría kirchnerista, se cargó a tres jueces que habían investigado al kirchnerismo. ¿El argumento para la gilada? Que el trío había sido erróneamente trasladado por el entonces presidente Macri. Como si el hecho de que una acordada de la Corte Suprema de Justicia de la Nación avalando esos traslados fuera una anécdota baladí. La misma Corte que ahora acompaña la jugada k con su silencio.

      Algunos, con malicia, preguntan por los motivos de los reiterados “Banderazos” contra el gobierno. A ver. Pensemos un poco. La inflación en aumento. El súper cepo al dólar. La pérdida de empleo. La inseguridad creciente. Los impuestos. El fomento del odio a la clase media. La desfachatez con la que se busca la propia impunidad. El avasallamiento a la propiedad privada. El condenado Amado Boudou haciendo un programa de radio. Una cuarentena que ya cumplió medio año y que, nos dijeron, se implementó para evitar tener lo que ahora tenemos: un país que es el décimo del planeta en cantidad de infectados de coronavirus y el decimocuarto en cantidad de fallecidos por coronavirus. Y un gobierno que no tiene a la palabra “autocrítica” en su diccionario porque la culpa siempre la tiene otro. ¿Hay que seguir buscando motivos o con estos alcanza?  

     Interesante lo que ocurre en Misiones. Por estas latitudes no se sale a defender las instituciones provinciales ni comunales (las nacionales sí) pero las protestas salariales de los docentes y de otros empleados públicos dejaron en evidencia como nunca que la mayoría no gana ni para cubrir la canasta básica de alimentos. Que en Misiones se paguen  salarios que son de los más miserables del país ha sido marca registrada de los gobiernos de Rovira, Closs, Passalacqua y de Herrera Ahuad. Al respecto cabe preguntarse, ¿qué llevará a las tres cuartas partes de los votantes, porque ese ha sido el caudal electoral de los nombrados, a conformarse durante tanto tiempo con las miguitas que les tiran quiénes comen del gran banquete gracias a su voto?

     Macri fue castigado por la sociedad y perdió las elecciones. Ahora los responsables de administrar la cosa pública son otros y la vienen pifiando. Por este camino es una quimera pensar en el éxito. Pero podrían fracasar mejor.

      El gobierno es legítimo y habrá que votar diferente, cuando sea el momento, si se está disconforme. Pero no tiene ningún derecho a mojarle la oreja a quiénes no lo votaron. Sin embargo, se dedica a cargar cántaros llenos de provocaciones.

      Y los lleva a la fuente…

 

 

Walter Anestiades

Ilustración de Nicolás Eugenio Aguilar 

    

domingo, 13 de septiembre de 2020

 

             LA PAZ NO ES LA QUIETUD

 


     “Comprendo que en la vida, se cuidan los zapatos, andando de rodillas”

      Así canta Julio Sosa en la mejor versión del tango “¡Qué me van a hablar de amor!”

      Invierno de 2020. Plazas, calles y rutas de Misiones se llenaron de docentes que marchan, protestan, hacen asambleas y quieren vivir mejor. Tienen derecho a vivir mejor. Andan de pie, Julito. Caminan gastando los zapatos porque el futuro de los pibes no se negocia.

     El pasado 3 de enero Stella Maris Leverberg se fue para siempre y aquellos que treparon por tener las manos rojas de tanto aplaudir al poder, más que blancas de tiza por enseñarle a los pibes, quedaron desprotegidos como nunca.

     Leverberg, por años a cargo del mayor gremio docente de la provincia y dos veces electa diputada nacional, tenía carácter y una retórica sencilla pero eficaz. Eso le permitía cargarse al hombro acuerdos salariales miserables y, sin embargo, dejar a los disconformes como desubicados. Pero ahora las desdichas de la educación misionera se advierten desde los Montes Urales y ya no se las puede tapar. De hecho, mucha gente protestando contra el gobierno durante mucho tiempo, no es algo que en la Misiones del siglo XXI se haya visto todos los días.

     El salario básico del docente misionero acaba de pasar, acuerdo sindical mediante, de siete “lucas” mensuales a nueve mil doscientos. Un incremento roñoso que solo puede dejar conforme a gente que deba favores. Al resto no le queda otra que gastar los zapatos.

    La “pax” romana (“paz” en latín) era la que los conquistadores romanos imponían a los pueblos sometidos. Era la quietud del yugo.

        Ya veremos si los docentes en lucha consiguen lo buscado. Pero no se quedan mansos y calladitos por la “concordia” impuesta.

        Saben que estar en paz y quedarse quieto son dos cosas diferentes.

     Muy diferentes.

-Walter Anestiades 

-Ilustración de Nicolás Eugenio Aguilar

       

domingo, 6 de septiembre de 2020

 

LA CAUTIVANTE MITOLOGÍA RENOVADORA

 


     La palabra mito deriva del griego “mythos”. Se trata de un cuento, de relatos de hechos maravillosos protagonizados por personajes sobrenaturales o extraordinarios. El Frente Renovador de la Concordia, espacio fundado en 2003 por el tándem Rovira-Closs, ha sabido autojustificarse en una narrativa que se apoya en creencias muy arraigadas en la sociedad misionera. Ahora, en tiempos de una crisis económica que convierte a las explicaciones más o menos racionales en una frazada corta, el mito de “Misiones zona franca” puede resultar muy conveniente.

      Sobran los anuncios de remedios mágicos. En la Argentina toda, por cierto, pero pongamos los dos pies acá. El elixir es bien recibido por una sociedad fogueada en la injusticia a la que curas y pastores animan con la esperanza de pasarla bien en otra vida. Creencia sumamente funcional al poder político. Para no joderlo con reclamos, exigencias y protestas en esta vida. Carlos Rovira ha sido siempre, en este sentido, un eficaz pregón. Esta vez una publi-nota aparecida en un diario nacional sirvió como refuerzo de la habitual propaganda provincial. “Misiones libre de impuestos”, es la expresión popular del nuevo mito.

     El gobierno de Herrera Ahuad, el lacayo de Rovira 2019-2023, pidió al estado nacional la creación de una zona franca en todo el territorio misionero para eximir de impuestos nacionales a las empresas locales que formen parte de la cadena exportadora y para los proveedores. Además de la reducción del I.V.A y del Impuesto a las Ganancias.

     Como en cada canto de Estela Raval, detrás se escuchó el coro de los Cinco Latinos. Los empresarios-clientes del estado, sindicatos que juegan para la patronal, la pseudo-oposición y los publicistas que la van de periodistas.

     En contraste con el mito, la realidad misionera nos mostró a policías, docentes, empleados judiciales y de salud protestando, marchando y cortando rutas a favor de reclamar que, por lo menos, lo que cobran alcance el costo de una canasta básica.

           


    Más de tres lustros renovadores en el gobierno y los sueldos que se pagan en la provincia son de los más bajos del país. Claro. Con esa realidad mejor refugiarse en la mitología.

     Acechados por el relato kirchnerista que intenta desembarcar en Misiones-un relato hacia 2023 en el que por primera vez no está Rovira-, los renovadores deben seguir creando “mitos convenientes”, como sugería Platón.

     Pero el único mito que sigue reflejando a los trabajadores misioneros es el de Sísifo. Aquél que Albert Camus nos enseñó que trata de la desgracia de un hombre  condenado por los dioses a quedar ciego y empujar una enorme piedra hasta la cima de una montaña, para que vuelva a caer y volver a subirla hasta la cumbre, para que vuelva a caer y así a perpetuidad. Así vive el laburante.

       Cada quién sabe qué creer. Pero a la realidad nunca le preocupó que nos escapemos de ella.

     Sabe que, tarde o temprano, siempre nos alcanza.