domingo, 25 de octubre de 2020

        SI LOS VOTANTES LE DIERAN

            BOLA A MONTESQUIEU…

    


     “La historia universal es el progreso en la conciencia de la libertad”, decía el filósofo Hegel. No han sido tantos los que se percataron a tiempo de la gravedad de permitir que en un gobierno se instalen autócratas. Personas entronizadas en un esquema en el que su voluntad es la ley máxima.

     En la Argentina del siglo XXI los teléfonos son más inteligentes que muchas personas. Los sucesivos éxitos electorales de los Barones del conurbano bonaerense, de Insfrán en Formosa, de Rovira en Misiones, de los Rodríguez Saa en San Luis, y las tradiciones feudales que gozan de estupenda salud en Catamarca, Tucumán, Jujuy, Salta, Neuquén, Santa Cruz, Chaco, San Juan, La Rioja o Santiago del Estero, nos fuerzan a seguir recordando aquello de Cicerón: “la libertad no consiste en tener un buen amo sino en no tener ninguno”. Una porción sustantiva del electorado, que cuando no es mayoría le pega en el palo, sigue prefiriendo a los “buenos amos”.

     Ese continúa siendo el problema estructural. Votantes que concentran el poder en una persona que, por supuesto, después abusa de su poder porque puede hacerlo impunemente. De eso deriva que estén en marcha muchos proyectos de poder pero ningún proyecto de país, de provincia o de ciudad. Y no son lo mismo.

     La calidad institucional es la que favorece la calidad de vida. Millones de argentinos ni le llevan el apunte a eso. Y siguen votando intendentes, gobernadores o presidentes a los que nadie controla. Luego, lo que sucede en sus gobiernos es de manual.

     Hace un año, ante el fracaso económico del gobierno de Macri, y tras el histórico yerro del peronismo que en vez de autodepurarse para tornarse republicano se volvió a unir con el kirchnerismo, llegó el triunfo electoral del Frente de Todos. Otro proyecto de poder que se concentra en la búsqueda de impunidad para su jefa política. Sus funcionarios, comenzando por el Presidente, se la pasan buscando responsables para eludir hasta la más mínima autocrítica y hacen declaraciones para sostener la hipérbole en los videograph de la tele y en los medios que viven de la pauta.

     Si no se asume que los gobernantes deben ser controlados no se entiende nada. Cristina Kirchner es una autócrata. Como lo era su esposo Néstor. A unos 2.500 kilómetros de la Casa Rosada en Buenos Aires, se encuentra la Casa de Gobierno de Santa Cruz, en la calle Alcorta, ciudad de Río Gallegos. El plan nacional en ejecución es similar al provincial y al nacional que ya ejecutaron. Van por todo en el país porque en Santa Cruz ya tienen todo. Con un estado clientelar cuyo piso de votos cautivos hace que para un opositor en serio ganar las elecciones sea una quimera. Porque en esos proyectos políticos personales sobrevivir de las migajas que tira el estado no es una ayuda social indispensable. Es parte del plan para sostenerse en el poder.

    Argentina. Octubre de 2020. Tenemos una economía que Cristina dejó en Guatemala, Macri la puso en Guatepeor y el Frente de Todos ya la llevó a Guatepeor Recargada. Y una pandemia que afecta al globo terráqueo, pero que con inútiles y mentirosos en los gobiernos afecta más.

     Charles Louis de Secondat, señor de la Brède y barón de Montesquieu, vivió 66 años en la Europa de fines del siglo XVII y de la primera mitad del siglo XIII. Nos dejó un legado intelectual que debería ser ineludible. Nos habla de la separación de poderes. De lo capital que resulta que el poder no se concentre y que quién lo ejerza sea controlado. El clásico “checks and balances”. Hace años que millones de electores argentinos, cientos de miles de electores misioneros y miles de electores obereños votan haciendo todo lo contrario: concentran el poder. Se enamoraron de la estabilidad de sus cadenas.

     Así estamos más cerca de la distopía que de la utopía. Una cuestión de fondo que se ve reforzada por la decadencia educativa y el embrutecimiento general. Fijate el nivel de los comentarios de los cyber-opas al pie de los artículos. Personas que no leen las notas y opinan barbaridades en base a fotos y titulitos. Todo con una ortografía que hace arder los ojos. Los helenos le decían “idiotas” a aquél que solo se preocupaba por lo suyo y despreciaba los asuntos de la ciudad. El día de las elecciones parece un censo de idiotas…

       El psicólogo argentino Marcelo Rodríguez Ceberio postula que cuando tenés un problema y no lo solucionás, el paso el tiempo hace que estés igual. Y eso es estar peor.

       Muchos quieren saber que pasará en el futuro. Por no querer entender que nadie tiene derecho en nombre de nada a abusar de su poder, es que en el futuro estaremos igual.

       Y eso es estar peor…


sábado, 17 de octubre de 2020

                                  LOS DEMÁS 



    Una y cuarto de la tarde del lunes 1º de julio de 1974. Juan Domingo Perón es declarado oficialmente muerto por los médicos que intentaron reanimarlo tras sufrir un segundo y definitivo paro cardíaco. Tenía 78 años de edad y era, por tercera vez, el presidente constitucional de la Argentina. Su último mandato había durado 262 días. No dejaba hijos pero sí una feroz pugna por la herencia política entre leales y traidores, sindicalistas y burócratas, y entre asesinos: los de la “Triple A” y los vástagos montoneros.

      También dejaba un país con una calidad de vida que había desafiado a los golpes de estado y a la violencia política. El desempleo era solo del 2,7%. Y la pobreza se situaba apenas en el 4,5%. Números de una economía que parecen de un país utópico ante este presente distópico.

     Perón tuvo mucho que ver con ese bienestar. Tuvo que ver con muchos malestares. Pero con ese bienestar también.

     Atrás quedaban tres décadas de un exitoso proceso económico que arrancó en 1.946. Con el primer gobierno constitucional de Perón. Con sus más y con sus menos entre el 46 y el 74 el Producto Bruto Interno-el indicador que mide lo bien o lo mal que le va a un país-creció, en promedio, un cuatro por ciento anual. Fue el mayor crecimiento consecutivo de la historia económica argentina.

     A Perón se lo puede criticar mucho y casi todo lo que se diga será cierto. Pero también se lo puede elogiar mucho y, también, casi todo lo que se diga será cierto. Hace setenta y cinco años, el 17 de octubre, una multitud de trabajadores fueron a pedir por él a la Plaza de Mayo. Esa multitud a la que el diputado radical bonaerense Ernesto Sammartino calificaría un par de años después, hablando en el Congreso, de “aluvión zoológico”.

     Está de moda que los liberales “refresh” que tenemos en la Argentina hablen en la tele de “una decadencia de setenta años”. Ergo, desde que Perón se entronizó en el poder. Lo mismo decían nuestros liberales de siempre, como el patético Álvaro Alsogaray, un liberal en lo económico que apoyó todas las dictaduras, provocando el espanto de los europeos que, más serios, no podían creer que se pueda defender la libertad económica pero no la individual. Espert y Milei pueden manipular nuestro pasado porque le hablan a ignorantes incapaces de refutarlos porque para aprender historia hay que hacer el esfuerzo intelectual de leer y a la moderna pereza mental  le queda más cómodo limitarse a dar likes en Facebok. ¡Mirá vos! Ahora resulta que sentimos nostalgia de la “Década Infame”, de la Argentina como virtual colonia inglesa, de la “Semana Trágica” o del “Régimen Conservador”, donde el clientelismo y el fraude electoral eran los cimientos de un modelo en el que ser un trabajador equivalía a ser un esclavo casi de la época de Espartaco.

     En el imaginario colectivo Perón es el político que, desde el poder, se ocupó de esa clase de gente que todo el resto de los políticos olvidan cuando llegan al poder: los laburantes. Y fue así.

      Lo que vino después de aquél mediodía del invierno del 74 ya lo sabemos. Triple A vs Montoneros (ambos responsabilidad de Perón). Isabel en un cargo que le quedaba enorme (también). El “Rodrigazo”. El golpe de estado y una dictadura que con el combate a la subversión y la guerra de Malvinas  liquidó a dos generaciones y que con Martínez de Hoz cambió para siempre nuestra economía: pasamos del intentar producir al buscar especular. Con la vuelta de la democracia comimos- cada vez menos-, nos curamos-cada vez peor-, y nos educamos-cada vez con menos exigencia-. El menemismo y el cambio cultural: “es funcionario. Mirá si se la va a perder”, dicen hasta hoy los giles que creen que la plata del estado la pone Dios. La Alianza, que llegó a sacarle el 13% a los jubilados (en Misiones lo hizo Rovira). Duhalde y la pesificación asimétrica. El kirchnerismo y otro maléfico cambio cultural: la post-vergüenza. Macri y Dujovne (y está todo dicho). Y de nuevo Cristina Kirchner con su marioneta Alberto y la mitad del país en la pobreza (culpa, obviamente, del Macri que mandó a matar a Dorrego, de Trump, de la pandemia, de la derecha internacional, de la izquierda apátrida, del neoliberalismo, del campo, del sionismo, de los running, de los que el domingo dejarán la casa para ir a darle un beso a su mamá, de Marcelo Longobardi, y de Mafalda también).

     Hay que hacer un esfuerzo sublime para no deprimirse pensando que hoy el peronismo orgánico está en manos de Cristina, Alberto y Aníbal Fernández, Hugo Moyano, Máximo Kirchner, Sergio Massa, los barones del conurbano y los señores feudales de las provincias. Y que los defensores de su ideología son Víctor Hugo Morales, C5N, Amado Boudou, Roberto Navarro, Juan Grabois o Hebe de Bonafini. Y hay que hacer otro esfuerzo para no automedicarse al observar que en Misiones, para cientos de miles de electores, sigue siendo verosímil el oxímoron “peronismo-renovador”.

      Perón fue el único que repartió los pedazos de la torta. Antes y después de él, comimos miguitas.

     De eso se trata el “Día de la lealtad peronista”. Hoy apenas comprendida por una minoría, porque la mayoría cree que para ser peronista alcanza con poner los deditos en “V”. Y que no importa si el peronismo es alianza o lucha de clases. Y que importa menos si se es chorro, patotero o se gobierna dejando al trabajador en la pobreza, pero se es “compañero”. Habrá que asumir que en el siglo XXI acomodo mata ideología y que el peronismo es nada más que una nostalgia. Porque hoy hay cada uno que la va de peronista que ¡mamma mía!

     “No es que nosotros seamos tan buenos, sino que los demás son peores”, definió el general desde el exilio.     

      Lunes 1º de julio de 1.974. Una y cuarto de la tarde.

      Se iba Perón.

      Y llegaban los demás…

 

 


    

      

domingo, 11 de octubre de 2020

 

                           LA LLAGA EN EL DEDO 



           

 

     Este lunes habrá un nuevo “banderazo” nacional contra el gobierno de Cristina y Alberto. Gobierno que no pega una pero que cuenta con la ventaja de gozar de los habituales permisos sociales de los que no gozan otros gobiernos, traducido en la “comprensión 2020” de los “enfadados 2019”. Entre los muchos motivos que justifican la protesta se encuentra la defensa del republicanismo.

      En Misiones también habrá protesta. Que en Oberá, por ejemplo, se traducirá en bocinazos. Estupendo. Bienvenida sea la preocupación y la movilización ciudadana de argentinos que quieren lo mejor para su país. Pero, ¿por qué nunca hay protestas en defensa del republicanismo en Misiones? ¿Por qué en Oberá moviliza lo nacional mientras lo local provoca quietud? ¿Qué pasará que las injusticias perpetradas a mil kilómetros causan una reacción que no despiertan las que se perpetran a muchos menos kilómetros en Posadas o a un par de cuadras en cada municipio?

     Llamativo. En el parlamento provincial algunos diputados parecen estar más al tanto de lo que hacen Macri o Cristina que de lo que hace Rovira. Aunque lo tienen sentado enfrente una vez por semana.

     Cuando en mis redes sociales pretendo compartirle a mis contactos editoriales como éstas, críticas del poder renovador, algunos me han escrito “no quiero tener problemas”. ¿Qué clase de problemas puede tener un habitante de Oberá o de cualquier parte de Misiones porque se le comparta un texto que habla sobre el gobierno provincial o el comunal? ¿Qué? ¿En Misiones también peligra la libertad o ya no hay libertad? ¿No sería entonces un motivo más que convocante para levantar el traste de la silla frente a la computadora, dejar el celular para llamadas, y exigir libertad con la voz, la cara y el cuerpo?

     Recuerdo cuando el ciudadano Ramón Escobar convocó a marchar en Oberá a favor de que la justicia le dé celeridad a las causas que él le inició al exalcalde Rindfleisch. A la primera, en el invierno de 2017, fueron apenas treinta personas. A la segunda, en el otoño de 2018, fueron solo tres (?).

     Hay periodistas que son críticos del poder en sus redes sociales pero que son acríticos en los medios donde trabajan. Hay personas preocupadas por el copamiento de la justicia que el kirchnerismo pretende por allá, pero despreocupadas del que la renovación concretó hace años por acá. 

     Esta semana, a favor de lo que deben declarar los legisladores nacionales ante la Oficina Anticorrupción, se supo de la evolución patrimonial del senador misionero Maurice Closs. ¿Y el patrimonio de los funcionarios provinciales? Desde el gobierno de Julio César Humada, en 1989, en Misiones rige una ley que impide el libre acceso a la declaración patrimonial de los funcionarios públicos. Pasaron tres décadas y la ley no se cambió. Y tampoco se oyen muchas voces pidiendo que la cambien. En su momento se destituyó al Fiscal del Estado Jorge Lloyd Wickström y se lo reemplazó por…, ¿sabés por quién? Vos, habitante de Misiones con inquietudes políticas. ¿Sabés como se llama el actual Fiscal de Estado de tu provincia? Parece que estos asuntos republicanos no inquietan al setenta por ciento de los electores que vienen reeligiendo lo mismo una y otra vez hace más de tres lustros.

      Dicen que la artista mexicana Frida Kahlo sostuvo que “Ojalá que lo que estés buscando, valga lo que estés perdiendo”.

      Los ciudadanos obereños y misioneros están buscando una Argentina mejor. Para no perder lo recuperado.

      Deberían buscar lo mismo en Oberá y en Misiones. Para recuperar lo perdido.

 

 

domingo, 4 de octubre de 2020

 

                  ESTADO vs ESTADO

   



    ¿Me “quedo en casa” o viajo a alguno de los estupendos destinos turísticos de Misiones?

     El mismo gobierno que repite de la mañana a la noche el slogan “quedate en casa” a favor de prevenir los contagios de coronavirus, promueve que se haga turismo interno de un extremo al otro de Misiones. Y en esos extremos se encuentran las ciudades que acumulan la gran mayoría de los casos de Covid-19: Posadas y Puerto Iguazú.

     En Oberá, por ejemplo, no se puede manejar diez cuadras para ir al cumpleaños de la tía, el primo o la abuela porque las reuniones favorecen el contagio. Correcto. Pero se puede manejar unos trescientos kilómetros para ir a las Cataratas del Iguazú, cumplir un protocolo y listo. O se pueden hacer cien kilómetros para ir a Posadas. Y viceversa. Si, como nos dicen los científicos, “la única vacuna por ahora es el aislamiento y el distanciamiento social”, “aislarse” y “distanciarse” con doscientas personas en las Cataratas, a varios kilómetros de casa, suena contradictorio, ¿no?

     ¿Qué hacemos? ¿Invitamos a parientes y amigos a que vayan al Parque Termal de Oberá, por ejemplo, o nos quedamos en casa como manda la cuarentena?

      El ministro de Salud, Oscar Alarcón, dijo que en Misiones no hay “circulación comunitaria” del virus. Sin embargo, se sabe que la palabra de “seis casos de dengue” está algo devaluada. Y se sospecha que el esfuerzo por informar los “nexos epidemiológicos” de cada infectado, que van en aumento, está a minutos de ser un esfuerzo inservible.

    La religión y la ciencia coinciden en la relevancia de la verdad.

     Obviamente no es fácil obtener sinceridad de un gobierno que regala pauta para que cualquier gacetillero escriba que ahora la economía misionera se está reactivando como en ninguna parte del país, cuando los trabajadores no ganan ni para cubrir una canasta básica alimentaria. Pero la coyuntura sanitaria amerita sinceridad.

     El desplazamiento del virus hacia el interior de la Argentina obliga a tomar definitiva conciencia de que la pandemia, por definición, es un suceso real y grave y que entonces hay que cuidarse de los modos que a esta altura todos sabemos. La irresponsabilidad social es una eficaz aliada del coronavirus. Pero como aliada puede ser superada por la irresponsabilidad de los funcionarios. Que la preocupación ciudadana entonces no se limite a los pares y que también ponga la lupa en los que mandan.

     Oberá, por ejemplo, volvió a tener infectados  después de cuatro meses. Una locutora de una radio local y un par de empleados judiciales. Si no se puede viajar a otra provincia y si se viaja al volver hay que hacer catorce días de aislamiento domiciliario, no se puede ir a países limítrofes, nos dicen que no hay circulación comunitaria en ningún lugar de Misiones, Oberá no tenía casos desde hacía rato y el turismo interno se hace respetando los protocolos sanitarios, la pregunta es ¿cómo se contagiaron los obereños?

     Urge que el gobierno provincial y los comunales definan políticas coherentes, con normas cumplibles y con sentido común. Con controles que no sean al voleo. Y que asuman que la verdad puede ser más tranquilizadora de lo que suponen.

     Como todo gobierno feudal, la renovación basa su propaganda en la hipérbole, que es una palabra que viene del griego y que significa “exceso”. Es una figura retórica que consiste en exagerar algún aspecto de la realidad ya sea aumentando o disminuyendo alguna conducta o situación. Hace poco presentaban a Herrera Ahuad como “el médico argentino que frenó al Covid-19”.

      La realidad es que en Misiones el virus se metió igual aunque el gobernador sea una persona bien intencionada, un buen médico, o aunque merezca el Nobel de Medicina. Y echarle toda la culpa a la sociedad por el aumento de casos, una sociedad donde por supuesto que hay mucho inconsciente, pero hacerlo para relevar a los administradores de la cosa pública de toda autocrítica, es una estrategia canallesca.

     La cantidad y calidad de sus bellezas naturales convierten a Misiones en una provincia turística por excelencia. De modo que intentar cuidar a la industria sin chimenea está muy bien. Pero se va a precisar inteligencia para proteger tanto a la salud como a la economía. A las dos. El Presidente de la Nación dijo en abril “prefiero tener diez por ciento más de pobres que cien mil muertos”. Los pobres son más del cuarenta por ciento. Y los muertos ya pasaron los veinte mil.

      Para el filósofo Francis Bacon  “nada hace más daño a una nación que los astutos pasen por inteligentes”.

      Habrá que estar atentos a la evolución del virus, a lo que hace la sociedad, y a las medidas que se toman para cuidar a una población agotada y con sus recursos en retirada.

       Este es un gobierno en el que sobran astutos.

       Que la van de inteligentes.