sábado, 16 de noviembre de 2019

     
REQUISITOS PARA PODER INDIGNARSE 


     El próximo jueves 28 Rubén Oscar Schming será juzgado como el único imputado que queda por el femicidio de María Elena “Marilyn” Bárbaro, perpetrado en Oberá en el otoño de 2004. Habrán pasado entonces 5.703 días desde que la mataron y la enterraron en el sótano de su casa, aunque no en ese orden.

     Continuando con la estrategia comunicacional de indignarse por las decisiones que se toman a cientos o a miles de kilómetros para tapar la falta de interés por las que se toman por acá cerquita, varios dirigentes, militantes y periodistas renovadores y kirchneristas misioneros no han dejado pasar oportunidad de expresar su repudio al “golpe de estado” contra el gobierno de Evo Morales en Bolivia. Pretendiendo, desde el feudo que los tiene  domesticados, dar lecciones de derecho constitucional. Mamita!

      Entre Oberá, segunda ciudad de la provincia argentina de Misiones, y La Paz, el centro político, financiero y cultural de Bolivia, hay más de 2.400 kilómetros de distancia. Mucho más lejos que el espacio que existe entre la casa de cualquiera de estos pusilánimes defensores de los derechos republicanos que añoran para Bolivia y por los que en su tierra nunca movieron un dedo, y la casa de “Marilyn” Bárbaro en la calle México de Oberá. Se entiende la incomodidad de renovadores y kirchneristas con el asunto. Indignarse con el asesinato ícono del feudo provincial y su cobertura política exige hablar de renovadores y kirchneristas.

     El miércoles 13, cuando se conoció la fecha del juicio a Schming, el gobernador Passalacqua anduvo por Oberá inaugurando el edificio del Palacio de Justicia. Y dijo que “la justicia es clave para armonizar una sociedad”. Qué patética ironía!

     Antes, el gobernador se había pronunciado sobre la situación en Bolivia. Y también lo hizo la conducción que Rovira puso al frente del Partido Justicialista de Misiones. Es importante que los dirigentes no sean indiferentes al avasallamiento de los derechos cívicos que pueden estar sufriendo los hermanos bolivianos y los de cualquier parte. Pero, buscando en los archivos expresiones de repudio a la impunidad que sufre la familia Bárbaro, especialmente la que sufrió esa mujer de ovarios bien puestos que fue “Ticha”, resultó que no encontré. Ni de Passalacqua. Ni del PJ provincial. E imaginé que quizás las cosas hubieran sido diferentes si María Elena Bárbaro hubiera nacido tal vez en Cochabamba, hubiera sido atacada no por algún nene de mamá sino por la represión de algún poder neoliberal, y si los ponemicrófonos, en vez de preguntar por el funcionamiento de las instituciones democráticas en otros países, preguntaran por las de acá.

     En la Roma antigua la dignitas era un concepto que se refería al historial del prestigio acumulado por un ciudadano. Era una virtud. La buena reputación ganada a favor de los valores morales y éticos. Y cuándo alguien pretendía afectar o quitar esa virtud, el ciudadano se “indignaba”. De ahí deriva la palabra “dignidad”.

     Por eso estas personas que expresan su repudio a las injusticias sucedidas en Bolivia, pero que hace años viven de hacerse los otarios con las que permanecen impunes en Misiones, deberían ser más precisos en los términos que emplean.

    Pueden enojarse, encolerizarse, calentarse, fastidiarse, irritarse, o disgustarse. Pero no pueden indignarse.

     Porque, como nos enseña la etimología de la palabra, para poder indignarse, primero, hay que tener dignidad
             SOLOS EN DEMASIADAS MADRUGADAS 

     


     Quién no recuerda el monólogo final de “Solos en la madrugada”, cuando el locutor José Miguel García Carande (a cargo de José Sacristán) pregunta si nos vamos a pasar otros cuarenta años hablando de los cuarenta años? El film del director José Luis Garci es todo un símbolo de la España que empezaba a dejar atrás las cuatro décadas de dictadura franquista.

     Parafraseándolo, ¿en la Argentina nos vamos a pasar otros cuatro años hablando de los últimos cuatro años? Porque ya nos pasamos estos cuatro hablando de los últimos doce. Y en esos doce nos hablaban todo el tiempo de los anteriores treinta.

     Mauricio Macri elevó todo lo que pudo la figura de Cristina Kirchner para que el recuerdo de su “deplorable” segunda presidencia (como decía Alberto) pudiera más que el presente afectado todavía más por la política económica de su gestión. Ahora ese monumento a la contradicción que es Alberto Fernández, prepara su propio informe sobre la herencia que le dejará Macri, para contrastarlo con el balance del propio Macri.

     Se tornó demasiado recurrente la actitud de tornar omnipresente lo recibido por parte de quiénes han sido electos para mejorar las cosas, y no para vivir quejándose de lo difícil que eso es para justificar que no mejoraron nada. En Misiones, por poner un ejemplo cercano y actual, es posible leer a pusilánimes que, presos del pánico a Carlos Rovira, todavía buscan las causas de la decadencia provincial en los años de Ramón Puerta, quién dejó la gobernación ¡hace veinte años!

     Desde que Juan Domingo Perón pasó a la inmortalidad ningún gobierno ha podido exhibir logros sustentables en nuestra calidad de vida. Peor aún, algunos fracasaron en lo económico y encima se portaron como déspotas.

     Gestión republicana, tolerante y con prosperidad para todos es algo que no logró nadie. Y para empeorar el asunto, en la Argentina es minoritaria la conciencia de que todo desarrollo empieza con libertad y trabajo y que recorriendo ese camino fue que progresaron los países que hoy tienen mejor calidad de vida. Por aquí siguen creyendo en los buenos amos y que eso de la división de poderes y los pesos y contrapesos de los que hablaba el barón de Montesquieu son mera bibliografía que hay que tragarse para aprobar alguna materia de alguna carrera. De modo tal que los adolescentes tardíos que creen estar, como diría Charly, cerca de la revolución, dispensan las patoteadas y la corrupción en nombre de igualdades que no pasan del discurso. Son los mismos que creen que la plata del estado la pone Dios.

     ¿Se viene más de lo mismo? ¿Personajes que ya fracasaron en la gestión armando un relato para que se les permita, en nombre de la sacrosanta guerra contra el neoliberalismo, hacer cualquier cosa y obtener impunidad porque ellos son el pueblo? ¿Otra vez con ese cuento infame?

     Hay que elevarse por encima de esa dicotomía falsa de la derecha mala y la izquierda buena y viceversa. Las cosas son más complejas. Por eso las redes sociales, incapaces de albergar esa complejidad en el debate, nunca van a reemplazar del todo a los medios tradicionales.

      “Solos en la madrugada” era un programa de radio “hecho por desesperados para desesperados”, contaba el personaje de Sacristán.

     Desespera pensar que los próximos años seguirán siendo como los últimos cuarenta.

      Unos años perdidos…

domingo, 3 de noviembre de 2019


¿QUÉ HAY DE NUEVO, VIEJO?...NADA


     Dentro de cinco semanas asumirá la presidencia del país un señor que cree que el conejo Bugs Bunny-un personaje de dibujos animados-es un “gran estafador”, y que Julio De Vido, Amado Boudou y José López son “presos políticos”.

     Alberto Fernández, el candidato a presidente que designó Cristina Kirchner, definió de ese modo al conejo creado hace más de ocho décadas por la Warner Bros. Lo hizo en una charla denominada "Cultura, política y capitalismo tardío", que se hizo en la Universidad Nacional de Tres de Febrero, en territorio bonaerense. Allí, acompañado por el presidente uruguayo José “Pepe” Mujica, Fernández se dedicó a platicar sobre los medios de comunicación y los dibujos animados, “que son formas de control social”, dijo. El encuentro debió denominarse “Cultura, política y setentismo tardío”, porque, en pleno siglo XXI, seguir con esos discursos anticapitalistas berretas solo sirve para ratificar que el progresismo vernáculo sigue siendo tan trucho como el liberalismo vernáculo.

     La sarta de tonterías sobre las que se explayó el presidente electo hace una semana, encuentran su génesis en “Para leer al Pato Donald”, un texto publicado en 1972 por Ariel Dorfman (nacido en Buenos Aires y radicado desde muy chico en Chile) y Armand Mattelart (un sociólogo belga), que analiza a la cultura de masas desde una perspectiva marxista. Para esta dupla los personajes de Walt Disney son parte de una estrategia que el imperialismo yanqui emplea para introducir las ideas claves del capitalismo en la cabeza de los pibes de los países subdesarrollados. 

Cualquiera que haya estudiado la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires debió comprar y leer ese libro como parte de la bibliografía obligatoria de algunas materias. Y se me hace que en las carreras de comunicación de otras universidades también.

     Cuando se publicó ese texto, hace cuarenta y siete años, en nuestro país gobernaba la dictadura de Lanusse, la guerrilla pretendía enseñarle a Perón lo que era el peronismo, los martes a la noche “Rolando Rivas” arrasaba con el rating televisivo y River pugnaba por cortar la larga racha sin campeonatos. En el mundo, la Guerra Fría entre los EE:UU y la URSS era la matriz de cualquier análisis político, Nixon hacía buenas migas con Mao antes de que el escándalo de Watergate se lo llevara puesto, salían los primeros juegos Hatari, y once miembros del equipo israelí eran secuestrados y asesinados por un comando durante los Juegos Olímpicos de Munich.

     Es preocupante que quién deberá comenzar a encargarse en apenas treinta y siete días de atraer inversiones para generar empleo productivo genuino, bajar la inflación y combatir la pobreza y la marginalidad sin afectar en nada los valores republicanos, comparta la ya insoportable obsesión de su jefa política de querer hacer ver al periodismo como un ejercicio sospechoso y retome ideas que huelen a naftalina. En tiempos de teléfonos inteligentes, redes sociales y un bienvenido avance de los derechos femeninos, a muchos nos cuesta volver a caer en la sospecha de que Bugs Bunny apoya el ajuste a los trabajadores, que Mickey Mouse intenta quebrar al movimiento obrero, que Tom y Jerry son agentes del FMI y que Winnie the Pooh es un osito macartista.

     "Eh, what’s up, doc?”, que en castellano se tradujo como "¿Qué hay de nuevo, viejo?", es la frase más célebre de Bugs Bunny. De nuevo, se ve que no hay nada.

     Eva Perón decía que “los pueblos no solo deben elegir al hombre que los conduzca, sino además, cuidarlo de los enemigos que tienen en la antesala de todos los gobiernos”.

      Eva era consciente de que Perón tenía muchos enemigos.

     Pero ninguno era un conejito que comía zanahorias…



                     NO VUELVEN MÁS


     “¿Dónde estará mi vida, la que pudo haber sido y no fue…”, arranca Jorge Luis Borges en su poema “Lo perdido”.

     La remontada final de Juntos por el Cambio fue sustantiva pero no alcanzó. Alberto Fernández mantuvo su caudal de votos de agosto-sumó solo doscientos cincuenta mil-y Mauricio Macri cosechó dos millones trescientos cincuenta mil más que en las PASO. Fernández sacó doce millones de votos y el 48% y Macri diez millones de sufragios y el 40%. Suficiente para que el candidato de Cristina Kirchner gane en primera vuelta y  el diez de diciembre asuma la presidencia del país.

     El poder volvió a Cristina Kirchner. Obviar que ella eligió a Alberto, que ella tiene el treinta del cuarenta y ocho por ciento conseguido, y que a ella responden los legisladores electos que pertenecen a “La Cámpora” y que desde diciembre serán el grupo más numeroso dentro del bloque oficialista, pudo haber sido una táctica inteligente para la campaña electoral. Pero seguir negándolo ahora es cosa de necios.

     Cristina Kirchner eludió el peligro de perder la impunidad. Como lo eludió el exalcalde Rindfleisch cuando la mayoría de los misioneros y de los obereños votaron masivamente en junio al partido que lo protege de tener que dar explicaciones en la justicia. Zafó ella y sus hijos Máximo y Florencia. Incluso Máximo ya es el candidato que el kirchnerismo irá perfilando. Porque ya aprendimos que los Kirchner saben volver. Pero no saben irse.

     Macri ganó en cuatro de los cinco grandes distritos: Capital Federal, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. Y perdió de un modo contundente en la provincia de Buenos Aires, allí dónde votan cuatro de cada diez argentinos. De los dos millones de votos de diferencia que el Frente de Todos le sacó a Macri, uno y medio son del territorio bonaerense. Y específicamente del conurbano, donde el caudal de Sergio Massa fue decisivo para la derrota del presidente y también para la despedida de la gobernadora Vidal.

     Los resultados de un comicio siempre son multicausales. Por supuesto que la primera causa es la tétrica gestión económica del gobierno (Nicolás Dujovne, ministro de Economía, mamita!), logrando superar los índices sociales ya “deplorables” (para usar el calificativo de Alberto) que dejó la gestión de Cristina. Otra fue la unión de varios sectores del peronismo, en un país en donde el voto peronista sigue siendo mayoría y casi invencible si no se lo divide. Pero también el añejo error político de encerrarse. Macri se aferró a Durán Barba y a su “mesa chica” cuando Juntos por el Cambio es una casa que tiene tres dueños: el PRO, la Coalición Cívica y la Unión Cívica Radical. Y, sin embargo, Macri trató a los radicales como si fueran inquilinos. Por otro lado, los dirigentes de Juntos por el Cambio sobreestiman la moral de muchos argentinos. Hablan de república en sitios donde prefieren a los buenos amos. Y denuncian corrupción en sectores donde la violación de las normas, más que provocar indignación, genera envidia.

     Con un optimismo berreta, por estas horas es políticamente correcto manifestar cierta esperanza de que el nuevo gobierno empiece a enderezar el rumbo y que todo sea para mejor. Ojalá. Pero el pasado de los que van a asumir está plagado de fracasos económicos y de conductas patoteras, el presente aún huele mucho a ese pasado, y el futuro es una incógnita porque nadie tiene idea de que van a hacer, inclusive ellos mismos. Por eso ese optimismo es berreta.

     Es altamente probable que en el futuro inmediato lo que haya no sean menos problemas, sino menos quejas por los mismos problemas.

     ¿Dónde estará la Argentina, la que pudo ser y no fue por la oportunidad totalmente desperdiciada por el presidente Macri y los suyos?

     Macri tuvo una oportunidad que quizás ni siquiera alcance a dimensionar. Perdió mucho tiempo y nos lo hizo perder a todos.

    Y cada uno de nosotros sabe bien lo que sucede con los días perdidos.

     No vuelven más…