INSALUBRIDAD PÚBLICA
Hace poco Misionescuatro publicó la
crónica de las últimas horas de un obereño que necesitaba con urgencia una
ambulancia tras sufrir un severísimo accidente. La pidió un policía desde una
comisaría. Nunca llegó. Como nunca llegará la respuesta al interrogante acerca
de si seguiría o no con vida si alguien no hubiera decretado su final antes de
tiempo y no enviarla. Hace menos tiempo todavía otro obereño debió ser asistido
por los bomberos voluntarios con su unidad de traslado. También se pidió una
ambulancia. Tampoco fue. “No hay disponible, van a tener que esperar” fue la
respuesta cínica dada desde el Samic local. Sumale cada caso en cada lado, cada
día.
El sistema de salud pública es de cuarta.
La sociedad obereña, fogueada en el
silencio y la indiferencia, acepta la “naturalidad” de ese sistema de cuarta
como quién sabe que después de un lunes llega un martes. Y cierra sus oídos a
las voces que les advierten que la desidia no tiene nada de “natural”. Que se
puede y se debe exigir el derecho a la salud no como macanas dichas en los
actos públicos o exigencias vertidas en facebook, sino como algo verificable en
el día a día.
De lo que deriva que los problemas son
dos. Uno, el sistema de cuarta. El otro, la gente de octava.
Ríos de tinta correrán y gargantas
quedarán afónicas narrando cada caso en el que algún ciudadano no recibe lo que
debe. Cada ataúd guarda un cuerpo y quizás una injusticia. Pero nada cambiará
en lo inmediato. Es que en los feudos las personas tienen internalizada la idea
de que “acá es así”. Las respuestas van desde las desmentidas berretas de los
funcionarios a través de alguna de las marionetas que tienen en la prensa. O la
defensa del sistema surgida de quién remarca que “no todos y no siempre es así.
Hay gente que hace las cosas muy bien” (como si eso, que es cierto, dispensara a los otros). O “esto pasa en
todos lados”. Todas son “calles”. Calles que desembocan en la misma “avenida”:
la del seguir igual.
Necesitar una ambulancia, pedirla y que
llegue tarde o no llegue (que es casi lo mismo) es algo terrible que sucede a
la par de la circulación de discursos que hablan de un estilo de gobernar que
nada tiene que ver con la realidad del minuto, de la hora, del día, de la
semana, del mes, del año, de los años, de la vida entera. Como finaliza un
poema de Lope de Vega “quién lo probó, lo sabe”.
Policías y bomberos haciendo de médicos. Patrulleros
y camiones de bomberos haciendo de ambulancia. La excepción que se va
convirtiendo en regla. La muerte llega a su tiempo. ¿Por qué antes?
Hay mucho gil apoyando a funcionarios que
a los hospitales solo entran para la foto. Son los que se la pasan hablando de
lo valiosa que es la salud pública pero que, cuando se enferman, acuden a su
regia prepaga.
Cualquiera se da cuenta de que vivir es
cada vez más difícil.
De lo que no se dan cuenta es de lo otro.
De que morir es cada vez más fácil.