MEJICANEADAS
“No
temo al infierno por sus penas, sino porque es un sitio donde no se puede
amar”. Así describió Santa Teresa de
Jesús al averno. Así funcionan las cosas en la renovación misionera. Y en el
kirchnerismo también. Nada es por amor. O se conforman con la parte del negocio
que les toca. O traicionan.
El verano del 2020 tiene a nuestra
dirigencia política expectante. A ver qué pasa. El gobierno del Frente de Todos
empezó repitiendo el error de sus antecesores: ante la falta de un plan
económico capaz de crear riqueza y trabajo (y sin más para repartir no queda otra que seguir ajustando) intenta
tapar su temprana inoperancia con un relato que demonice a Macri. Que hizo lo
mismo con Cristina Kirchner. Y si bien es cierto que el peronismo tiene permiso para ajustar-incluso a los jubilados-
también lo es que, a la larga, billetera mata relato.
Juntos por el Cambio ya demostró que no
supo ser oficialismo. Ahora deberá
demostrar que sabe ser oposición.
Y
mientras el panorama nacional muestra a Cristina Kirchner ansiosa por zafar
definitivamente de tener que justificar
lo injustificable en las distintas sedes judiciales, están volviendo a la
función pública y están saliendo de prisión personajes recalcitrantes. En paralelo, Alberto se muestra capaz de
argumentar a favor de algo y a favor de lo contrario. A la manera de un lacayo
se esfuerza para servir a quién lo puso donde está.
En
Misiones Carlos Rovira tiene que cuidarse de que no aparezca otro Carlos Rovira.
Debe estar muy atento a los movimientos de Maurice Closs. Y a los del
kirchnerismo misionero, que podría hartarse de seguir siendo la prostituta y
pretender ser la dama. Al minuto y medio de haber asumido Herrera Ahuad, Rovira
dejó en claro que su candidato para 2023 vuelve a ser Passalacqua. ¿Su voluntad seguirá siendo la ley suprema?
Por supuesto, esta dirigencia hegemónica sigue contando con la ventaja de que
la oposición misionera, si es que tal cosa continúa existiendo, se niega a
tomar ácido fólico. Todo está muy atado a la marcha de la economía nacional,
pero si la UCR y el PRO continúan
paveando en las redes sociales, haciendo cada uno la suya, y disfrutando de su
quintita en vez de ir por más en la discusión del poder real, las elecciones
provinciales y comunales seguirán siendo una mera interna entre los renovadores
K y los K renovadores. El radicalismo
viene de la claudicación histórica de haber contribuido a que Rovira sea
reelecto en el parlamento por unanimidad (con la esperanzadora ausencia de
Gustavo González). ¿Y los demás? El peronismo no kirchnerista no maneja ninguna
“caja”, lo que en un sistema clientelar
equivale a participar en vez de competir. ¿Y el PAyS? Bueno, un poco de
humor siempre es saludable.
En
Oberá el alcalde Carlos Fernández hace lo que se le da la gana. Desde
cubrir políticamente a Rindfleisch para que los desmanejos que él mismo
denunció en campaña queden impunes y que todo se olvide. Hasta hacerle pagar a
los contribuyentes el agujero fiscal que dejó su antecesor sin explicar el
origen de la deuda y lograr que los contribuyentes lo amen por eso. O, incluso,
poner a su hijo en una secretaría y que en vez de recibir las debidas críticas
lo feliciten a él y al nene. Ya lo hemos dicho: el doc Fernández es el nuevo buen amo de Oberá y, sin
contralores de ninguna especie, la comuna depende de su auto-regulación. En la política obereña, desde hace rato,
Fernández juega sólo. La dirigencia opositora al alcalde nos recuerda a
“Bernardo”, el compañero de “El Zorro”. ¿Por qué ayudan a un héroe a combatir
las injusticias? No. Porque es muda y se hace la sorda.
En
lo periodístico Misiones se tutea con el apagón informativo. A los
obsecuentes crónicos del poder provincial se les suman ahora los del poder
nacional. El poco periodismo que queda brinda información fidedigna que
interpela al poder de hoy, pero la debe confrontar con el cuento obsesivamente
divulgado de que todo lo malo que sucede por acá sigue siendo culpa de Macri y
de Puerta. Y ese absurdo de querer
dispensar a quiénes manejan la cosa pública misionera desde hace veinte años tiene
el irresponsable aval de una mayoría social pusilánime y ganada por la
distracción. A medrosos y a acomodados
les es más conveniente enojarse con aquellos que ya no manejan ni el poder ni
la “caja” que hacerlo con quiénes tienen con qué perseguirlos y disciplinarlos.
También lo hemos dicho: la mayoría no son renovadores, son oficialistas porque
es lo más fácil y lo menos arriesgado que hay.
Por más que la tentación de profetismo
siga gozando de buena salud, la realidad es que en la Argentina nadie sabe que
va a pasar, a partir de que el gobierno tampoco sabe bien que va a hacer, y
entonces cierta dirigencia no tiene del todo claro con quién se tiene que
acomodar.
Por
ahora son solo amagues. Pero ante la
pregunta fundante de la renovación K, ¿a
quién hay que traicionar?
Todavía no hay respuesta.