miércoles, 16 de febrero de 2011

PANEM, CIRCENSES ET MENTIRI




"Si les gustó la representacióm, aplaudan" (César Augusto)

"Somos actores trabajando en el gran tablado del mundo" (Robespierre)

" Qué gran artista pierde el mundo" (Nerón)


La mímesis entre el mundo de la política y el universo de las representaciones teatrales parece ser cosa de antaño. Se sabe que en más de una oportunidad y sobre todo durante el Principado el pueblo de la antigua Roma encontraba en el teatro un lugar para expresar su descontento hacia la figura de un emperador o hacia la sanción de algunas leyes. Aplausos. Silencios. Gritos. Silbidos. Gestos manuales. Todo servía para opinar desde la tribuna. Del otro lado, del lado del Poder, tipos como Nerón tenían aplaudidores a su servicio. Como en 6,7,8. Eran los llamados "Augustianos". Hoy podrían ser Augustianos K.

Si un buen político debe tener algo de actor, pues habrá que convenir que desde la Presidente de la Nación hasta los más ignotos legisladores y pasando por la galería de ministros del gabinete, el oficialismo kirchnerista podría presumir de haberse formado en el "Actors Studio" de Nueva York con el maestro Lee Strasberg o inlcuso haber formado parte de la "England's National Theatre Company" en tiempos en que la dirigía Laurence Olivier.


Los unipersonales de Cristina Kirchner desde el atril ya deberían formar parte de cualquier estudio moderno sobre estrategia política. Si el poeta y filósofo inglés Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) estaba en lo cierto cuando sostenía que la fe poética necesitaba de "una suspensión de la incredulidad", podríamos sugerir por conveniente a favor de disfrutar de su oratoria que debe adoptarse tal postura al oírla. La de suspender la incredulidad. Así podríamos dar por cierto y creer-al menos mientras dure la representación-que no hay inflación sino dispersión de precios, que la inseguridad es una sensación creada aparatosamente desde los medios de comunicación, que se aplica una política económica que favorece a los que menos tienen, que la Justicia es independiente de veras, que el menemismo fue cosa de otros, que se redistribuye la riqueza como nunca antes y que desde toda la vida combatieron a los monopolios. Bueno, dicen por ahí que son unos cuantos los que suspenden su incredulidad.


El jefe de gabinete, Aníbal Fernández, es otro personaje que con su bigote, su caradurez y su talento para decir lo que no cree como si lo creyera, podría haber jugado el rol de Eufemio , el hermano mayor de Emiliano que en la monumental película de Elia Kazán de 1952 "Viva Zapata", jugaba Anthony Quinn secundando a Marlon Brando.


El inefable canciller (?) Héctor Timerman, de profesión original hijo, podría aprovechar los contactos que seguramente hizo cuando fue cónsul en Nueva York para meter la nariz en la próxima producción fílmica de los hermanos Zucker y Jim Abrahams, los de "Y...dónde está el piloto?" y la saga de "La pistola desnuda". Su gestión, por decirlo así, es una sucesión de gags que buscan hacernos reir por el absurdo.


No se pueden obviar las dotes actorales de gente como Edgardo Depetri (jamás olvida ni una coma del libreto ése de que el kirchnerismo crea pleno empleo). Diana Conti (ayudada y mucho por su "physique du rol" de bruja que el gran Walt Disney hubiera añorado para sus producciones infantiles). Daniel Scioli ( gran vigencia. Era el "muchachito" de la película menemista y ahora también es el "muchachito" de la película kirchnerista). Luis D´Elía (a veces parece un profesor de Historia humilde y realmente preocupado ad honorem por los desposeídos). Alberto Fernández (¿lo escucharon criticar al gobierno que tanto defendía? Desde que Omar Grasso dirigió a Alfredo Alcón en "Hamlet" que la escena nacional no mostraba una actuación tan convincente). Amado Boudou (tiene un rol sumamente complejo. Debe hacernos creer que él es el ministro de economía). ¿Como olvidar la dramática interpretación del senador Miguel Pichetto en la noche cobiana del voto "no positivo"? (Esa cara sufriente de aquel invierno de 2008 merece un premio "Goya". No puede quedar así. Sin reconocimiento).


El kirchnerismo se las ha arreglado, desde el recordado primerísimo actor Néstor Kirchner hasta el último actor de reparto, para que la puesta en escena de ésta obra de teatro que ha entrado en su octava temporada consecutiva, entretenga, divierta, enoje, genere aplausos y también silbidos. Un buen guión, nuchísimo gasto de producción y actuaciones destacadas hacen el deleite de argentinos que disfrutan de esta parodia de proyecto de país.


Decía el gran Juvenal en la antigua Roma: "panem et circenses".

La Argentina del siglo 21 recuperó y amplió esa receta de Poder.

Panem, circenses et mentiri.

No hay comentarios: