LA OBERA SURREALISTA
La ciudad está en
“emergencia hídrica” desde hace un
lustro (declarada por el parlamento local) al tiempo que desperdicia
cotidianamente miles de litros del agua que se utiliza en las piletas termales
y no se reutiliza por falta de inversión allí donde era prioridad. Mientras un
señor turista se remoja las patas en las aguas termales y después se va, otro señor se sienta a esperar que el camión
municipal le lleva agua potable y se tiene que quedar porque no la va a
conseguir de otro modo (23 barrios dependen del agua de ese camión). Oberá es
la ciudad de las iglesias cristianas pero eso no impide que el hecho de que a
miles de prójimos les falte algo tan vital como el agua sea una cuestión que al
grueso de los fieles que tienen tanque para almacenar la que ellos sí tienen, les
importe un rábano.
Entrar con un
automóvil a algunos barrios de la ciudad es más difícil que embocarle un cross
a Floyd Mayweather. Calles de tierra que levantan polvo de un rojo carmesí
cuando hay sequía y que embarran de color ladrillo para toda la eternidad
cuando llueve, conviven y contrastan con un centro fastuoso dotado de aguas
danzantes (sí, en serio) y
mega-iluminado, en paralelo a un
alumbrado público tan opaco que es una bendición para cualquier delincuente.
Se está
construyendo un nuevo hospital público de manera adyacente al que existe. ¿Por
qué invertir en otro cuando el que está no tiene lo necesario ni en recursos
humanos ni en materiales ni en equipamiento?
La falta de
reacción social ante el absurdo como política de estado se verifica en la
expresión “qué lindo”, vertida al observar el nuevo centro por personas que
califican de una para masoquistas. Le erran al enfoque porque no se trata de
una cuestión estética sino ética. ¿Y sabe qué, señora? Además es feo.
La empresa que
presta monopólicamente el servicio de transporte urbano hace siempre lo que
quiere y de la misma manera. Funciona más o menos así señora, yo le cuento: se
larga el rumor de que pedirá aumento del boleto. Algún Concejal es entrevistado
por algún pone-micrófonos y dice que
desconoce el asunto. Días después el rumor se transforma en un pedido concreto
que es recepcionado por el Deliberante. En trámite express y para descontracturar
sus tríceps el quinteto de ediles levanta el brazo, la manito y lo que haga
falta aprobando el aumento del boleto. Cosa que luego es criticada y provoca la
indignación de la gente pero de la gente
que tiene auto porque los usuarios de colectivos no dicen ni pio, suben
a la unidad, pagan, si les redondean para arriba por falta de monedas no hay
problema y cuando les preguntan por la calidad del servicio dicen que es
fenómeno.
Salvador Dali
sostenía que no le gustaba ir a México porque le parecía un país más
surrealista que sus pinturas.
Quizás eso sea la
actual Oberá.
Un gran cuadro de
Dalí…