¿SE PUEDE CAMBIAR UNA
MENTALIDAD?
La noche anterior
a presentarse en el Congreso Nacional para exponer sus argumentos y pruebas, un
fiscal que cuatro días antes denunció por presunto encubrimiento de los
responsables del mayor atentado terrorista de la historia vernácula a la
Presidente de la nación, apareció muerto en su departamento en circunstancias
más que dudosas y a pesar de disponer de una decena de custodios. Se trata de
un asunto gravísimo. Pero “gravísimo” para vos, para mí y unos cuántos más.
Para muchos otros, más de lo que creés, el hecho no califica para “gravísimo” y
quizás ni siquiera para “grave”. El kirchnerismo, con su cultura del disvalor, obliga
a analizar no sólo lo que sucede sino también por qué tipo de mentalidad será
valorado.
No es broma esto
que pasa en la Argentina. Uno debe hacer su vida en una sociedad que se harta
demasiado tarde de los reyezuelos despóticos que insiste en coronar con su
voto. Y todo por dos pesos. Acá rifan la república por comer miguitas del gran
banquete pensando que así participan de la fiesta. Uno, como periodista, se ha pasado años investigando y denunciando la corruptela
gubernamental ante un pueblo que con la miserable cantidad de billetes que les
pusieron en el bolsillo se compró un par de tapones y se los puso en los oídos junto con unos
buenos lentes oscuros. Fue durante ese tiempo en que el Poder construyó y amasó
toda esa estructura tiránica que ahora les molesta a los que por entonces no
querían ni ver ni escuchar.
El Estado debía
proteger a Nisman. De modo tal que, de entrada, el gobierno tiene
responsabilidad en su muerte porque fue ineficaz para brindarle seguridad a un
fiscal de la nación. Pero, ¿cómo
explicar el rol del Estado, la noción más elemental de República y la
importancia sustancial de la división de poderes a personas que no están
pensando en el bienestar de la patria sino en ser ahijado de un “padrino”
político que le permita agarrar alguna parcela del Poder? ¿Cómo explicárselo a
fanáticos para quiénes lo “que está bien” es siempre lo que opine su jefa
aunque se contradiga?
Si la “abogada
exitosa” sale hoy al balcón y dice “Viva Boca”, a continuación, sus seguidores
saldrán a defender a Boca y a atacar a River con lo que tengan y más. Si mañana
la señora decide mutar a ser hincha de River, esos mismos seguidores, sin
ponerse colorados, defenderán el ser de River con la misma pasión con la que
ayer fueron de Boca. La primera reacción del aparato de propaganda del
gobierno tras la muerte de Nisman fue
hablar de “suicidio”. Luego la propia Cristina habló de “asesinato”. Te invito
a recorrer los portales de noticias y las redes sociales de esos días. Vas a
poder leer como los kirchneristas pasaron de abogar la teoría del suicidio a explicar
con pretendida erudición que todo se trató de una interna de los servicios de
inteligencia en los que, en actitud destituyente, “le tiraron un muerto” a
Cristina. ¿Vale la pena intentar explicarle a esa gente que la acción de los
servicios de inteligencia, les guste o no, también es responsabilidad del
gobierno? Si no han hecho otra cosa que acomodar la noción de lo sensato y de
lo absurdo a sus intereses del momento.
Hace once años que
toda declaración o acto de algún dirigente opositor o un simple hijo de vecino
que ejerce su derecho al disenso, es parte de una confabulación, un intento de
golpe de estado, una actitud funcional a los intereses corporativos o la execrable
posición de un fascista, neo-liberal de derecha, cipayo y gorila. Conceptos
vertidos por ignorantes que no tienen la más pálida idea de lo que significan
pero que cumplen con la función sistémica de amplificar las mentiras y las
difamaciones.
Nada de esto ni de todo lo ya escrito en
editoriales como ésta pudo ser posible sin la existencia de una mentalidad
apropiada para jugar este juego en el que algunos se hicieron mega-millonarios y
el resto sigue viviendo la vida miserable de siempre sin siquiera poder
imaginar una distinta.
Algunos
oficialistas, al ser retrucados, se victimizan y dicen que se les falta el
respeto. Respeto no significa temor y sumisa reverencia; denota, de acuerdo con
la raíz de la palabra (respicere: mirar), la capacidad de ver a una persona tal
cual es. No se bancan que uno los vea como lo que realmente son: malos
mentirosos.
El término “mentalidades”
se ha usado desde principios del siglo pasado a favor de definir las
estructuras sociales que son expresión de lo que llamamos “cultura”. Recorrer la
historia de las mentalidades ofrece la
posibilidad de escudriñar los modos de pensar, de sentir, de imaginar y de
actuar de los hombres, el sujeto de la historia, en un esfuerzo que debe ser necesariamente interdisciplinario
y excede las posibilidades didácticas de un editorial.
Pero sí puede
postularse que el principio de la decadencia de cualquier sociedad es ese
cambio de valores que sobreviene cuando el mejor visto o el más inteligente ya
no es el que más se esfuerza por conseguir algo, sino el que consigue algo sin
esforzarse. Los ciudadanos debieron reclamar
con más fuerza la necesidad de un país republicano y no lo hicieron. No
hicieron su trabajo con la debida fortaleza y constancia y se dejaron prepotear.
Cristina Kirchner,
Maurice Closs, Ewaldo Rindfleisch, deben hacer las valijas en diciembre
próximo, aunque esa idea no les agrade y estén haciendo todo lo que está a su
alcance para que haya gatopardismo. Pero esa mentalidad ganada por el fanatismo
continuará y los va a sobrevivir.
Denis Diderot,
filósofo y símbolo de la “Ilustración”
en la Francia revolucionaria del siglo
XVIII, sostenía que “del fanatismo a la barbarie sólo media un paso”.
Esa barbarie que
ayer se pudo haber llevado a Nisman por el simple hecho de hacer su trabajo.
Y que mañana
podría llevarte a vos, ciudadano, por el
simple hecho de no haber hecho el tuyo…
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