¿TIENE SENTIDO PARA VOS DENUNCIAR LA CORRUPCION EN LA ARGENTINA DE HOY?
De norte a sur y
de este a oeste de nuestro país ciertos personajes que han prosperado a la
vista de todos en el ejercicio de la función pública cuentan, sin embargo, con “buena
imagen” y con los votos de gran parte de una sociedad que lo sabe y no le
importa. ¿Entonces?
La génesis de la
palabra “corrupción” se encuentra en el latín “corruptio”. Término que se
descompone en el prefijo “con” (junto), el verbo “rumpere” (romper, hacer
pedazos) y el sufijo “tio” (equivale a “ción” que significa acción y efecto).
Es la ruptura deliberada de algo que, ergo, pierde su naturaleza. Algo
corrompido ya no es lo que fue ni lo que pudo ser. Algo que ya no es lo que fue
ni lo que pudo ser: Parece una buena definición de la Argentina.
La naturalización
de la corrupción, costumbre que lleva a su aceptación, es una sustancial
victoria cultural del Poder. La enunciación de la palabra ya ni siquiera
provoca cacofonía y es obvio de toda obviedad
que a algunos la acción de quedarse con los dineros públicos no les
provoca indignación sino envidia. La envidia de no tener la oportunidad de
hacer lo mismo. ¿Te interesa saber quiénes son los proveedores del Estado que
sobrefacturan y convirtieron eso en una tradición? ¿Te importa conocer las
declaraciones juradas de bienes de los funcionarios públicos antes y después de
ejercer sus cargos? ¿Quiénes hacen negocio con el turismo? ¿Cómo se accede a un
cargo en el Poder Judicial? ¿Te bancás el nepotismo? ¿Es republicano que
alguien sea gobernador o alcalde durante
veinte años? En Oberá, por ejemplo, la CELO acumuló una deuda rojo carmesí de
150 millones de pesos, ¿te interesa saber cómo se llegó a eso o te da lo mismo?
¿La función de la prensa es informar e interpelar al Poder o te parece que los
periodistas deberíamos ser gacetilleros del municipio y pone-micrófonos de los
funcionarios? ¿Los canales de televisión públicos son de todos o del gobierno?
¿Al Poder político hay que controlarlo o te va que hagan lo que les venga en
gana? ¿Sabías que la corrupción del Poder afecta tu vida cotidiana y la de tus
seres queridos o te convencieron de que te pasa por al lado y no te roza? ¿Te importa todo ésto? ¿Sí? Es bueno saberlo porque cuándo votás pareciera
que no.
La sociedad no
entiende que al sacar plata de un lado luego faltará en otro. Hablamos de
Salud, Educación, Seguridad y Justicia. Falta agua potable y falta luz. Falta
trabajo y viviendas. Falta cloacas y gas, sea del natural o en garrafas. Sobran
chicos desnutridos e injusticias sociales por todas partes. No importa. No hay
nada que se pueda hacer y no hay nada que se pueda decir. Miles y miles de
tipos y tipas seguirán apoyando a verdaderos cacos justificándose en clichés
tales como “todos roban” o “roban pero hacen”. Un embuste habitual en boca de
la gilada que trasunta una existencia miserable y ni siquiera se da cuenta.
Incluso es infructuoso explicarlo porque, digámoslo de una vez, hace mucho que ser corrupto o inútil no es piantavotos.
Los periodistas
que durante años denunciamos con lujo de detalles y pruebas la perversión del
manejo de la cosa pública recibimos una respuesta cínica: “vaya a la Justicia”.
Quizás tengan razón. A ver, ¿a qué fiscal le podríamos llevar datos para que
investigue al Poder? ¿A Nisman?
El embrutecimiento
de cierto sector de la clase media sumada a la patria prebendaría es un todo
compacto que reúne una gran fuerza electoral. Especialmente en feudos como la
Misiones actual o en los municipios convertidos en una empresa del intendente.
Cuando Santo Tomás
de Aquino nos enseñó el principio “Operari sequitur esse. (“el obrar sigue al
ser “) se refería a que primero “soy” para luego “actuar”. Primero considero
que no está tan mal hacer negocios desde el Estado. Luego apoyo a la
Presidente, al Gobernador de la provincia
y al capanga del municipio.
Hace rato-y nada
indica que se vaya a modificar en el corto plazo-los vicios privados emboscaron
y tomaron por asalto a las virtudes públicas. Por supuesto estamos en épocas
electorales y se impone el discurso demagógico que propone la esperanza de
arribar a ese destino inexorable de prosperidad y desarrollo qué sólo está algo
retrasado pero que nos espera a la vuelta de la esquina. Bueno, ya sabemos que
un tonto con el ánimo jubiloso y una urna enfrente es el sueño de todo
mandamás.
Los comentarios al
pie de artículos cómo este suelen ser una buena vidriera del tamaño de la
caterva de enviciados que dan mucho a cambio de casi nada. El status quo actual
marca incluso que los vasallos no tienen miedo de expresar las boberías en las que creen. Los ciudadanos de reclamar
más y mejor república, sí.
Hace años que
advertimos que la pérdida de la capacidad de asombro ante los hechos más
aberrantes es un síntoma característico de la decadencia. No puede ser que el
crimen de la señora Bárbaro, la desaparición de Golemba o el enriquecimiento
manifiesto desde el Estado sea un
entretenimiento que se consume mientras se toma mate y se come chipas.
“Si tu única
herramienta es un martillo, vas a ver todo en forma de clavo”, decía el
eminente psicólogo yanqui Abraham Maslow. Esta geografía está demasiado poblada
por prebendarios y fanáticos que viven del hueso y de los relatos que les tira
el Poder.
Martillan porque es su única
herramienta. Por eso ven todo en forma de clavo…
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