LA JUVENTUD MARAVILLOSA DE OBERA
Arrancaba la década del setenta cuando Juan Domingo Perón, todavía exiliado en Madrid, dirigía un mensaje a los argentinos que comenzaba diciendo: “Tenemos una juventud maravillosa, que todos los días está dando muestras inequívocas de su capacidad y grandeza”. Pues bien, en la Oberá de hoy existen jóvenes merecedores de los mismos elogios.
Sólo que no son peronistas. Son radicales.
Mariana “Tiny” Jacquet, su hermano
Joaquín, Mauricio Schieve y otros integrantes de la Juventud Radical de Oberá
hablan, se mueven, peticionan a las autoridades y luchan por el bienestar
colectivo en una ciudad en la que sus mayores son mudos, se quedan quietos, a
las autoridades no les hacen ni cosquillas y mientras su bienestar personal se
mantenga firme el progreso del colectivo es cosa de Dios.
Es esperanzador ver y oír que muchachos y chicas de veinte años
vayan a las radios, a la televisión, divulguen comunicados, caminen por los
barrios e insistan en ser recibidos por el intendente, por los concejales, por
los diputados, por los ministros y hasta por el gobernador. Lo hacen tratando
de ayudar a gente ignorada por el estado. Con una educación personal plausible
y en el marco de la ley. Y lo hacen en una ciudad-y en una provincia-en la
que cualquiera sabe que los funcionarios renovadores tienen problemas con eso
de escuchar al otro. Sobre todo si el “otro” no es “del palo”.
La puesta en funcionamiento del
laboratorio del IPS, que al nuevo hospital Samic dejen de “inaugurarlo” cada
dos años y colabore con su agobiado
hermano hospital de enfrente de una buena vez, las extremas necesidades de la
periferia o que la ciudad tenga un servicio de transporte urbano moderno y
transparente, son algunos de los temas que los chicos radicales tienen en su
radar.
A ver si ponemos las cosas en contexto.
Son acciones que se destacan sobremanera ante la inacción de toda la oposición
obereña. La renovación juega sola y desata internas feroces mientras,
orgánicamente, los partidos políticos no
abren la boca ni para bostezar. Hay llaneros solitarios que denuncian tanta
injusticia perpetrada, claro. Pero nada más. En Oberá el club más popular no es
ni Boca ni River. Es el club del silencio.
“¡Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas
para no volver!
Cuando
quiero llorar, no lloro...
y a veces
lloro sin querer.!”
Así escribió Rubén Darío un poema que nos
invita a saber aprovechar tantas ganas de meterse en algo.
Para combatir tantas ganas de no meterse
en nada.
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