jueves, 7 de septiembre de 2017

     ¿CÓMO SE PREPARA “CAMBIEMOS” PARA
                  PERDER EN OBERÁ?




     El 13 de agosto el Frente “Cambiemos” se anotó tres victorias en las PASO de Misiones: en Posadas, nada menos que la capital provincial, y de manera holgada. En Puerto Rico. Y en Oberá, la segunda ciudad misionera,  lugar de crianza del gobernador y cuna de renovadores con mucho poder. La renovación se prepara para intentar repetir lo de 2013, cuando cayó en las PASO de agosto y revirtió la tendencia en las generales de octubre. En “Cambiemos”, algunos parecen querer darles una mano con eso.

     Para empezar, hay que decir que la relación entre el PRO obereño y el radicalismo obereño nunca ha sido ni buena ni mala. Nunca ha sido. No tienen. No se dan bola. Cuestión que se incrementó después de la victoria de agosto, a favor de que en el PRO tienen la convicción (errada) de que la elección la ganaron ellos. No saben-y nadie les dijo-que en Oberá siempre los comicios los definen los radicales. O porque votan a favor de candidatos radicales. O porque votan en contra de candidatos radicales.

     ¿Y el radicalismo? Son especialistas en el fuego amigo. Quién ahora lo recibe es Mariana “Tiny” Jacquet, candidata a diputada nacional, referente de la juventud partidaria y devenida en el mejor cuadro político de la ciudad. “Tiny” y su grupo tienen un protagonismo ganado en base a que hacen política-y de la buena-todo el año. No “aparecen” cuando hay elecciones. Y eso disgusta no solo a renovadores. Molesta a la gente del PRO, que debe cinturear entre su rol de oposición y el tácito pacto de no agresión que Macri firmó con Passalacqua. Pero molesta mucho más a sectores del radicalismo hoy instalados en su comité comunal.

     Hay un elenco estable de pusilánimes, que se callaron la boquita en los doce años de saqueo de Rindfleisch, porque lo seguían viendo como un “correligionario”. Además en Oberá “se conocen todos”. Frase que debe traducirse como “estamos todos entongados”.

    El objetivo de ellos no es ganar sino perder. Integran el cuerpo de blandengues que tan funcional le ha sido a Rindfleisch y a la renovación. Moderados en público al criticar (como la canción “El estudiante”, de los Twist), son a la vez muy incisivos en las rondas de mate que organizan en el comité o en sus casas. Cierta vez uno de ellos, Alex Berg, nos dijo en la radio que cuando se pierden las elecciones el opositor debe irse a su casa porque quiere decir que el pueblo lo rechaza (?). Como es fácil deducir, la humanidad ha tenido mucha suerte en parir otra clase de dirigentes.

    Como sea “Tiny” Jacquet recibe fuego amigo porque los deja en evidencia. Pone a la luz la falta de testosterona de algunos que quisieran poder hacer lo mismo. Pero no pueden.

     La renovación cuenta con ellos. En Oberá, como en cualquier parte, debe darse la batalla cultural. Refutar al organizado aparato de propaganda renovador, mecanismo aceitado y que funciona fenómeno. Que los oyentes, televidentes y lectores de esos medios que viven de la santa pauta oficial reciban otro mensaje, distinto al que reciben cotidianamente. Que alguien les diga otra cosa. Estos personajes, siempre más atentos a no quedar mal que a ponerse el partido al hombro, son execrables pero marcan una tendencia.

     Entonces, por un lado, tenemos al PRO, convencidos de que Macri es un neo-Perón que tracciona votos con solo poner una foto suya en Facebook y con eso alcanza.  Por el otro, algunos radicales que no pueden soportar haber ganado.

     Enfrente, la renovación pondrá todo lo que tiene, que es mucho. Tiene como aliado a un voto volátil.  Y a “peronistas” que votan a Closs. Como enemigo, tienen  a un sector de la sociedad, mucho más grueso que antes, harto de sus trapisondas, su impunidad y de ese olor a kirchnerismo que no se les va con ningún perfume.

     Pocos tienen presente que en cada comicio hay un grupo de electores, más o menos grande dependiendo del contexto y la época, que premian o castigan con el voto haciendo caso omiso de las estrategias pergeñadas por los dirigentes. Por eso, siempre, el final es abierto. “La vida le había dado ya motivos bastantes para saber que ninguna derrota era la última”, escribe García Márquez en “El general en su laberinto”.

    
     El 22 de octubre, quizás, el pueblo obereño castigue a “Cambiemos”…, haciéndolos ganar de vuelta…



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