En la
estupenda “Chinatown” (film de 1974 y de Roman Polanski), el detective Jack
Gittes (Jack Nicholson) le cuenta a su
amante Evelyn Murray (Faye Dunaway) sobre los tiempos en que era policía y
patrullaba el “barrio chino” de Los Angeles. “Qué te mandaban a hacer”, le
pregunta una Evelyn deseosa de saber más del hombre que la acaba de amar. “Lo
menos posible”, le contesta Jack.
El último 8 de diciembre Frank Joseph
Wolek, un turista estadounidense, paseaba por el porteño barrio de La Boca cuando
dos delincuentes, uno menor de edad, quisieron asaltarlo. Frank se resistió y
recibió unas cuantas puñaladas por parte del agresor mayor. Luis Chocobar,
policía de la bonaerense, pasaba por allí, de civil, y se metió para
defenderlo. Según relató, también él hubiera sido acuchillado si no fuera por
los dos tiros que le metió al ladrón con su arma reglamentaria. El turista logró
sobrevivir. El ladrón herido, no. El otro, el menor, escapó. Chocobar, por
orden del juez de menores Enrique Gustavo Velazquez, fue arrestado, procesado y
embargado en cuatrocientos mil pesos por “exceso en legítima defensa”. Chocobar
pasó un día preso, con lo que implica para un policía convivir con otros reos
en una misma cárcel, hasta que fue liberado. Permanece sujeto a la causa y
recibió apoyo explícito del gobierno nacional.
En cualquier policía, federal o
provincial, hay un Chocobar. Un tipo que, pudiendo hacerse el distraído, se
metió igual a defender a la única víctima de un asalto que es el asaltado. No
estaba de servicio. Pero igual prestó el servicio.
A ver si nos entendemos. El policía tiene
que explicar porque le disparó a un delincuente que estuvo a punto de matar a
cuchillazos a un turista que paseaba por la calle Garibaldi.
En la Argentina, y sobre todo en los
nefastos doce años “nacionales y populares”, algunos pergeñaron un “mundo del
revés” que no se le ocurrió ni a María Elena Walsh. Lo que vivió Chocobar no
fue un caso de “gatillo fácil”. Fue un claro caso de “cuchillada fácil”.
El mensaje que Velázquez y otros tantos
jueces que, cómo él, tienen la chance de llevar a los hechos los disparates que
se les pasa por sus cabezas, es claro: “¿sos policía? ¿No estás de servicio y
ves que atacan a alguien? Hacete el gil. No te metás.”
Hagan lo mismo que su superior le ordenó
al joven Jack Gittes cuando patrullaba las calles del “barrio chino”.
Lo menos posible…
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