En la
mitología griega tomar agua del río Lete provocaba un olvido total. Incluso
algunos griegos de entonces creían que a toda alma se la hacía beber de ese río
para que, al reencarnar, olvidara sus vidas pasadas.
En estos días se cumple un año de la
reelección del médico Carlos Fernández como alcalde de la ciudad de Oberá. El líder elegido por su pueblo para que los
lleve en caravana a las aguas del río Lete. Para beber. Y entonces no tener
que hacer nada más que olvidar.
El
grueso de la sociedad obereña no quiere tomar conciencia. Quiere olvidar.
Creen que conviene hacerlo cuándo recordar puede poner en riesgo la comodidad
de observar como quién ha sido testigo de sucesos graves que afectaron vidas. Pero
no fueron testigos. En Oberá hay mucho
olvido conveniente.
Los doce años de Rindfleisch en la
intendencia. La deuda que dejó. Lo que hizo en la cooperativa CELO. Las
ventajas obtenidas de la Fiesta Nacional del Inmigrante. Las promesas vacías. Los
bolsillos llenos.
Hay que olvidar el crimen de “Marilyn”
Bárbaro. Que Golemba desapareció. Al doctor Vogt, abandonado hasta la muerte.
Que hay un Parque de las Naciones porque existió un ingeniero llamado Alfaro.
Que a una nena de nombre Rocío la violaron y la mataron muy cerquita de una seccional de Policía. Que
a Dalmau le ladraron los mismos perros a los que Rindfleisch calló con un
hueso. Y hay que olvidar que la ciudad está llena de periodistas que nunca
hicieron periodismo. Hay tanto que quizás haya sido necesario tomar no uno sino
dos vasos de aguas leteas.
Carlos Fernández, su influyente señora, su
hijo secretario de estado y sus amigos funcionarios (muchachos con mucho
Facebook y poca calle), son el gobierno municipal al que una mayoría eligió para
hacer como que nunca pasó nada.
“Vamos
para adelante”, es el slogan triunfal de Fernández. Que es más que un
slogan. Todos pagaron la deuda heredada y nadie hizo preguntas. Ya hemos
escrito que en Oberá, antes que la urgencia de respuestas, urgen las preguntas.
Los renovadores quieren olvidar que
Rindfleisch es de ellos. Los kirchneristas también. Justo cuando la exdiputada
Alba Nilsson y la aún diputada Silvia Araceli Rojas hicieron preguntas sobre
esos años en el parlamento provincial, los radicales y los del PRO olvidaron su
sed de transparencia. Todos tienen bien presentes a Macri y a Cristina. A Rindfleisch lo olvidaron como a uno de
esos compañeros de la primaria de quién nunca fuimos ni amigos ni enemigos.
Oficialistas
y opositores. Dirigentes sociales. Periodistas. Jueces y fiscales. Militantes
del ayer, del hoy y del mañana. Todos marcharon al río Lete. Tomaron y
nadaron en sus aguas.
“Es tan corto el amor y tan largo el
olvido”, escribió Neruda. Algunos beben para olvidar. Otros aman de nuevo. Cada
quién sabe si puede matar los recuerdos.
En
Oberá saben qué hacer para matar los suyos.
Votan…
Walter
Anestiades