domingo, 7 de febrero de 2021

 

     AYER PIROMANÍACOS, HOY BOMBEROS

 


     En la Argentina se ha tornado inhabitual encontrar personas que se indignen ante ciertos hechos y ciertos discursos, más allá de sus autores. La costumbre es criticar las macanas, refutar los dichos o condenar los hechos, según los autores. Si son del “palo político” de uno, se les tolera todo. Si son del “otro palo”, no se les tolera nada.

    A catorce meses de la asunción de un nuevo gobierno kirchnerista conviene tomarse un omeprazol por día. Es para evitar la acidez y el reflujo gastroesofágico que puede provocar escuchar o leer a los panqueques que hasta diciembre de 2019 montaban en cólera por la suba de los precios, especialmente la de los combustibles, la pauperización salarial y la pérdida del empleo que el país tanto sufrió durante la gestión macrista, pero que ahora se muestran sumamente “comprensivos” ante descalabros económicos similares y aún peores.

     Son personajes patéticos. Ayer, porque gobernaba Juntos por el Cambio, la iban de pirómanos. Hoy, porque volvió Cristina Kirchner, la van de bomberos.

     Se los encuentra en varios espacios. En el peronismo nominal, en algunos sectores teóricamente opositores, en nuestra impresentable izquierda, en el acomodaticio sindicalismo de siempre, entre los publicistas del gobierno que se pretenden periodistas, y en la creciente clientela electoral que cada vez se vende, alquila o permuta más barato.

     Lo del peronismo, que de peronismo solo conserva el nombre, es estructuralmente penoso. Ante un corrupto, si es “compañero”, importa más que sea compañero, que sea corrupto.

     No lo quieren asumir. Pero lo que debaten unos y otros es quién fracasó mejor.

     El notable compositor musical del posromanticismo, Gustav Mahler, sostenía que “La tradición no es la adoración de las cenizas, sino la preservación del fuego”.      

     No Mahler. En la Argentina del 2021 ya no se prende más fuego.

     Lo que hacen ahora, es adorar las cenizas.

 


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