El escritor
irlandés George Bernard Shaw decía que “Si un gobierno le roba a Pedro para
pagarle a Pablo, siempre contará con el apoyo de Pablo”. En Oberá, en Misiones,
en la Argentina toda, ¿hay más “Pedros” o hay más “Pablos”?
Son una plaga los ignorantes que creen que
la plata del estado la pone Dios. Porque son incapaces de comprender la experiencia
de vivir y mantenerse en el inseguro mundo real, que es el mundo privado en el
que hay que cargar con la responsabilidad de producir para pagar sueldos o para
ganarse el propio. Viven de que el poder les guiñe un ojo, como diciéndoles “tranquilo,
la tuya está”.
Lleno de feudos, hace rato que en estas
latitudes “estado” es sinónimo de “gobierno”, que a su vez es sinónimo de
“partido”. Lo que torna a la discusión estado vs privado en una entelequia. Un
modo de vivir que pone al “ciudadano” en desventaja frente a la suma de
“clientes” y “vasallos”. Porque mientras “Pedro” debe lidiar todos los días con
la inestabilidad de las condiciones de producción para generar recursos,
“Pablo” solo debe preocuparse porque Cristina, Rovira, Carlos Fernández, o “el
buen amo” que sea, siga ganando las elecciones.
Es fundamental asumir que mientras Pablo
siga cobrando de lo que le sacan a Pedro, “los buenos amos” de los que hablaba
Cicerón podrán seguir perpetrando cualquier barbaridad, porque no habrá nada
que se pueda decir y no habrá nada que se pueda hacer con Pablo, que los
seguirá votando.
Para desgracia de los que tienen por
costumbre hacer valer sus derechos, a esto se suman aquellos que votan
oficialistas porque tienen el espíritu amputado. Seguir la corriente siempre
fue mucho más fácil que pelear. Y ellos no tienen con qué.
Por supuesto que esa masa crítica que no
gusta de depender de nadie, en ciertas circunstancias puede ganar elecciones.
De hecho, en Oberá fueron mayoría hace tres meses.
¿Qué
sucederá en las P.A.S.O y en noviembre?
Alguno, cansado de tanto fracaso y desilusión,
piensa si irá a votar, y que, según quién gane, podrá pasarlo mal, o pasarlo
peor. Es la historia de Pedro.
Otro, domesticado y servil, irá a votar aunque
haya peligro de tsunami y militará para quienes le tiran las miguitas del gran
banquete. Es la historia de Pablo.
Justo o injusto, así parece que se hacen las
cosas por acá.
O se vive como Pedro. O se vive como
Pablo.
Walter
Anestiades