El 29 de junio de 1959, el entonces Ministro de Economía de la Nación Alvaro Alsogaray lanzó por el canal 7-único canal de la televisión de entonces-una frase que se quedó para siempre: "hay que pasar el invierno".
Eran días de peronismo proscripto, de Frondizi presidente, de mucho frío, de protestas sociales y sindicales por doquier y del nefasto capitán-ingeniero haciendo de las suyas. Tras el invierno, aseguraba Alsogaray, las cosas en materia económica iban a mejorar. Tremenda sanata.
En los días que corren en Oberá, hay que reformular esa frase: "hay que pasar el verano".
Llegó el estío a la ciudad y con él un clásico: cortes de agua y luz.
¿Los motivos? Se saben. Ahora se saben. Quién provee de tales servicios, la CELO (Cooperativa Eléctrica Limitada de Oberá) dedicó tiempo y dinero a otras cosas en vez de dirigir los fondos a estas prioridades indiscutibles que son el agua y la luz. Entre las "otras cosas" se debe mencionar hasta una pintoresca "pileta termal experimental". Grotesco: en Oberá hay algunos que disfrutan de un "baño termal" al tiempo que otros-los prójimos según el argot cristiano-no tienen agua ni para pegarse una enjuagada en medio de un calor agobiante. Y agobiante en serio.
Años de mayoritaria indiferencia social, estimulada además por una prensa que blindó a Ewaldo Rindfleisch para que haga literalmente lo que quiso, lograron que la inversión que es imprescindible hacer a favor de ampliar y modernizar las vetustas redes de caños de agua y de tendido eléctrico-que se rompen por viejas y además no alcanzan para abastecer a todos en una ciudad que dejó de ser pueblo-ahora sea cosa de-a lo sumo-mediano plazo.
Se sabe. La realidad puede ser manipulada, escondida, negada. Pero llega.
Llegó. Y ahora es poco lo que se puede hacer en lo inmediato.
Excepto aguantarse. Y aprender-quizás-de la experiencia. Ser indiferente tampoco es gratis. Genera secuelas.
Ahora en Oberá, hay que pasar el verano.
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