jueves, 26 de mayo de 2011

LA BATALLA CULTURAL (EL KIRCHNERISMO)

Si lo que dijera Robert Walpole-el primer Primer Ministro de Gran Bretaña en el siglo 18-, "cada hombre tiene su precio", probablemente la mayor habilidad política de Néstor Kirchner haya sido el haber encontrado el cuánto se creen que valen decenas de políticos, punteros, periodistas, escritores, artistas, sindicalistas, universitarios, empresarios y militantes sociales .
Conciente de que éso que llamamos la realidad es una construcción en la que mucho tienen que ver los medios de comunicación masivos y de que en la Argentina no se puede hacer política exitosa sin plata, Kirchner utilizó vagones de dinero para ir tejiendo una red de propaganda a su favor que convirtió al aparato estatal de comunicación en el más poderoso del que se tenga memoria desde 1983. Tal vez desde antes.
"A mí no me van a hacer lo que le hicieron a Menem", se cuenta que dijo alguna vez en privado el santacruceño. Se sabe. En los noventa hubo corrupción por doquier. Pero hubo también un periodismo cotidiano de investigación en la que muchos apellidos alcanzaron a jugar en la primera división de los mass-media gracias a la enorme lupa que colocaron sobre el Poder menemista. Libros que se convirtieron en best-sellers. Tapas de matutinos que quedarán en el recuerdo. Gente que se encargó muy bien de que queden en el recuerdo. Intelectuales, artistas, militantes sociales, abogados, deportistas, humoristas. Todos ocupando el espacio de lo simbólico para denunciar al demonio neo-liberal que nos dejaba sin Estado.
Y lo logró. A él "no le hicieron" lo que "le hicieron" a Menem. Y se pudo dedicar a acumular Poder y dinero para entronizarse, él y sus aliados. Como su principal aliada: su esposa. Logrando que la mentira tuviera más libertad que nunca.

Presentó batalla en lo cultural. A favor de disponer-"yuyito" o soja mediante-de un volúmen de dinero del que no dispuso presidente argentino alguno en el último medio siglo, cooptó lo que había que cooptar, tranzó con quién hubiera que tranzar y persiguió y castigó con todo el poder que da el Estado a quién hubiera que perseguir y castigar para que el relato-en palabras de su esposa Cristina-se construyera con la realidad que a él se le antojó diseñar.

El canal estatal fue más del Gobierno y del partido que nunca. Con el uso político de los derechos humanos-a los que redujo a aquellos que fueron violados por la última dictadura militar-se ganó la simpatía eterna de los que le toleraron cualquier cosa porque-como sintetizó magnifícamente el escritor Jorge Asís-"roban, pero juzgan". Tranzó con "Clarín" y ambos crecieron más. Hasta que chocaron los intereses y sacó partido de todos los que, a "Clarín", se la tenían jurada. Con el "Fútbol para todos" logró que aquello que debiera ser un escándalo-que en un país con chicos que se mueren literalmente de hambre el Estado se preocupe por el fútbol-se convierta en una medida con apoyo popular, entendiendo por popular a un grupo de infradotados que creen que ver a Riquelme, Orteguita, Lamela, el "demonio" Hauche, el "Pípi" Romagnoli o al "Pato" Rodríguez por la televisión abierta es, de verdad, gratis. Que la plata que pone el Estado cae del cielo y no de sus bolsillos.

Ante cada crítica una respuesta más dura. Perros de presa como los Fernández-Aníbal y Alberto-desayunaban en Radio Mitre, almorzaban en Página 12, merendaban en Telefé y cenaban en algún canal de cable todos los días para responder retóricamente con la Ley del talión comunicacional. Aníbal lo sigue haciendo. Para el kirchnerismo, gestionar es hablar.

Usando los dineros públicos sin escrúpulos, y manejando a la Justicia a su antojo después de haberla maquillado con una Suprema Corte "independiente", teniendo ya impunidad judicial, el kirchnerismo se abocó a lograr la impunidad mediática.

A través del "capitalismo de amigos"-certera definición de Roberto Lavagña, un "ex"-el kirchnerismo logró manejar cuatro de los cinco canales de aire-con la excepción del Canal 13, que es de "Clarín"-para armar programas obscenamente panfletarios como "Televisión Registrada", "Bendita TV", "Duro de domar" o el goebbelsiano-de Joseph Goebbels- "6,7,8" para que algo quede de tanta mentira. Vaciar de contenido a los noticieros de los canales, enviar a su ejército de espadachines orales a cada programa político que osara la crítica y a escribir unos sonetos sobre la supuesta Argentina feliz que forjaron que repiten de memoria cada uno de los defensores del modelo "nacional y popular". Todo funcionario o militante "K" debe ser diestro en el arte de "hacer pomada" a culaquier opositor en todo debate mediático. Si algún periodista, dirigente opositor, artista o lo que sea es brillante y es capaz de desarmar los argumentos oficialistas debe ser amordazado y circunscripto a la periferia de la vida pública. Todo sostenido financieramente con la pauta oficial, usada como siempre y como nunca para premiar cortesanos y castigar rebeldes. Internet, a través de blogueros y cybermilitantes prestos a comentar y destruir cada artículo que se aparte del relato oficial. Twitter, para la propaganda rancia y los debates de dos pesos con veinte. El atril, para evitar las conferencias de prensa con sus peligrosas preguntas y repreguntas. Ganar la calle, para desalentar cacerolazos y protestas. Copar las universidades públicas. Sacar buen partido de los egos de los autodenominados intelectuales, tan necesitados de que alguien, alguna vez, les de bola o éso parezca. Que no haya nadie que se permita caricaturizarlos desde algún medio. Que los jubilados cobren lo mismo pero que no marchen más. Que las injusticias sean deconstruídas para ser reconstruídas "a piacere". Como frutilla del postre, una ley de medios que ni siquiera ayuda a que todos nos enteremos de lo más básico de la información pública. No ayuda a develar. Ayuda a ocultar. Pensada para escribas que vivan de la publicidad oficial haciendo propaganda del gobierno y no para periodistas que brinden información, la ley de medios "recontra k"-como la categorizó el periodista Pablo Sirvén- es apoyada por gremios periodísticos (?) , asociaciones de periodistas (?) y periodistas (?). Vomitivo.

No se dejó pasar ningún detalle. Ninguna zona de relato. Ningún soporte. Nada. Sin duda, presentar batalla en lo cultural fue la medida más inteligente y la que más beneficios le dió a Néstor kirchner.

Ni la oposición ni el periodismo-que no son lo mismo-han encontrado la manera de presentar batalla en lo cultural para refutar tanta mentira.
Deberán encontrar la manera ayer.
Hoy ya podría ser tarde.




(en los próximos artículos analizaremos la batalla cultural que presentó el Frente Renovador en Misiones y la que presentó Ewaldo Rindfleisch en Oberá)

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