foto--Diario "Clarín"
En la película “The last castle” (conocida por aquí como “El último castillo”), el
general Irwin (Robert Redford) cae
en una cárcel destinada a militares que cometieron delitos vistiendo el
uniforme. No se convence, hasta que lo comprueba en carne propia, de que el director de la cárcel-el coronel
Winter (James Gandolfini)- es un
reverendo hijo de su madre que colecciona
dignidades. Irwin decide enfrentarlo aliándose con lo mejor de la personalidad de cada uno de
esos hombres condenados. Cuando intenta persuadir al joven capitán Yates (Mark Rúffalo) lo pone en la incómoda
posición de tener que elegir no entre dos bandos sino entre lo rescatable y lo
irrescatable de su propia humanidad. “Winter quiere sacar lo peor de vos. Yo, en cambio, quiero ver lo mejor: elegí”.
El
kirchnerismo ha sido asombrosamente hábil para sacar lo peor de cada uno de
nosotros. Sabe como estimular
nuestra pereza, nuestra envidia, la capacidad de ilusionarnos rápido y fácil.
Consigue dividir no solo a unos de otros, sino dividir en varias partes a cada
uno de nosotros.
Si en cada uno habita lo miserable,
logra que esa parte le gane a la interna a nuestra parte generosa. Si tenemos
un precio, lo busca y lo encuentra. Con su mentira nos ponemos de novios y con
su verdad somos sólo amigos. Nos pone en un lugar en el que a algunas cosas ni las podemos desear.
Pero
lo mejor de nosotros existe. La cultura del Poder, nunca tan eficazmente
maniquea, logra nuestro propio consenso para que nuestra mejor versión quede
oculta. Que no revele con “v” corta para que no nos rebelemos con “b” larga.
Lo
mejor de nosotros, este 8 de noviembre de 2012, salió.
Por cientos, por miles, se reclamó lo que es
nuestro. Perdiendo el miedo y con una paz colectiva que dejó más ridículos aún
a los siempre ridículos cometarios previos oficiales, montones de argentinos estuvieron
en la calle protestando de una manera perfecta. Y si no fue perfecta, se le
debe parecer mucho. Lo que se vió en cantidad fue elocuente. Lo que se vió en
calidad también. Ni hace falta explicarlo.
Quiero trabajo. Quiero cobrar más plata y
hacer con ella lo que quiero, como cobran y hacen ustedes. Quiero una
jubilación digna para despedirme dignamente de una vida que viví dignamente.
¿Adónde van mis impuestos? ¿Cuándo van a trabajar los benditos beneficiarios de
planes sociales o es qué van a vivir para siempre de un plan? Basta de
mentirme que ya ni siquiera saben hacerlo. No me prepoteen. No soy gilada, soy
pueblo. No arreglaron ni uno sólo de los grandes problemas del país. Argentina
no es sólo de ustedes, también es mía. No soy tu enemigo, simplemente pienso
distinto. No se metan con mi libertad. Quiero salir de casa y llegar como salí:
sano y salvo. ¿Cuándo carajo va a haber un poco de Justicia? Basta de difamarme con sanata de la peor. Soy de clase media
y a mucha honra.
Pedidos sencillos de gente sencilla. Qué
bien el modo en que se pidió éste 8 de noviembre!
Si fuéramos siempre así. Si tomáramos
conciencia de lo potente que es el colectivo cuando sabe y usa el Poder que
tiene. Si siempre exigiéramos, firmes y en paz, lo que nos corresponde. Si no
tardáramos tanto en reaccionar. Si no nos comiéramos tantos amagues. Si aprendiéramos a votar repartiendo Poder en vez de concentrarlo alegremente. Si nos
convenciéramos de que en la
Argentina, naturalmente y con lo que hay, nadie puede estar mal alimentado, ni sin agua sin luz y sin cloacas, ni sin Salud ni Educación ni Seguridad ni Trabajo ni
Justicia, salvo que lo que falte se lo
estén robando. Y si lo roban, roban lo que es nuestro. Lo que es nuestro.
Uno no sabe que va a pasar ahora. Si es que va a
pasar algo o si no pasará nada. Pero el 8 de noviembre de 2012, de noche y por razones heterogéneas, salió lo mejor de nosotros. Hacía rato que no ocurría. Y no
sabemos si volverá a pasar.
Seguirán buscando mi peor parte.
Y se seguirán encontrando con la mejor.
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