“Yo declaro que la
Justicia no es otra cosa que la conveniencia del más fuerte”.
Así razonó el filósofo griego Platón (427-347 AC) y podemos trasladar
esa sentencia desde sus dos mil cuatrocientos años de emitida hasta nuestros
días. Hasta Misiones. Hasta la sede del Tribunal Penal Nº 1 de Eldorado. Ahí,
donde María Ovando fue encontrada culpable y deberá demostrar que es inocente.
Desde el domingo 28 de octubre, bien
entrada la noche, cuando Jorge Lanata
mostró en el Canal 13 de allá una Misiones que ninguna Ley de Medios conseguirá
que te muestre el Canal 12 de acá, María Ovando fue sentenciada. El Poder la
declaró culpable porque “el relato” no
se negocia.
No importa la verdad. Si dejó
morir a su pequeña hija o no. No importa. Lo que importa es que María Ovando no cumpla con la
promesa de Espartaco: volver y ser
millones. María Ovando es una mujer que aún no llega a los cuarenta años y ha
sido madre una docena de veces, es analfabeta, no tiene idea de sus derechos
cívicos, se fogueó en la injusticia y las condiciones miserables de su vida son
la mejor refutación de la propaganda oficial. La
Argentina,
Misiones, están llenas de María Ovando.
Los gusanos con micrófonos,
cámaras y notebooks decidieron olvidar el adjetivo “presunto”. Se usa en nuestro idioma para designar lo que se
sospecha de alguien hasta que se confirme o no esa sospecha. Se usa con cada
funcionario o amigo del Poder sospechado de algo. Fijate en la manera de hablar,
de relatar o de cronicar de los medios oficialistas: para María Ovando el
“presunto” no se usa. En ella no hay sospecha, hay certeza.
De todos modos ya se vió en octubre de
2011 que preferimos grandes mentiras a pequeñas verdades, así que a entretenernos
entonces con el show mediático del juicio mientras tomamos mate con
bizcochitos, que “ésa es la gorda que salió en lo de Lanata, la que dicen que
mató a su beba”.
La Ovando real sucumbirá ante la Ovando virtual, que
conviene más.
Porque, después de todo, hoy nos da bronca
la falta de agua, los cortes de luz, la corrupción de los gobiernos, la
inseguridad y esa forma patotera de administrar la cosa pública porque hay menos guita que hace un año.
A lo mejor en el 2013 que viene, soja y Brasil mediante, vuelve la plata a los
bolsillos y la paz a las conciencias.
Porque, después de todo, detenernos a
asumir que María Ovando pueda ser inocente pero además una producción integral de nuestra sociedad tan injusta como siempre
nos obligaría a abandonar esa pereza mental tan de moda.
Porque, después de todo, ya sabemos bien
que eso de aceptar la realidad no nos
gusta mucho…
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