GOBERNAR EN EL INFIERNO
“Mejor reinar en el infierno que servir en
el cielo”, dice Lucifer tras fracasar en su rebelión contra Dios en “El paraíso
perdido”, notable poema épico del siglo XVII que inmortalizó a su creador el
inglés John Milton.
Fue la elección que hizo Cristina
Kirchner. Acompañada en su decisión por casi doce millones de argentinos.
Corría el año 2007 y a favor de un precio
muy alto de los commodities provocado por un mundo que necesitaba comprar lo
que teníamos para venderle, nuestra economía iba a terminar creciendo un 8,7%.
Impresionante cifra. La reducción del desempleo, cierto recupero de la
inversión, más que elevado superávit fiscal y una sustancial acumulación de
reservas en el Banco Central generaban el contexto ideal para gestionar en serio.
¿Gestionar? Sí. Ocuparse de crear un clima de negocios para atraer más
inversión privada, invertir en generación de energía, el estímulo (en serio) de
las economías regionales, encarar las necesarias obras públicas para aprovechar
de una buena vez los recursos que nos sobran. Pegar un salto cualitativo en
Educación (fundamental). Ir modificando el paupérrimo sistema de salud pública
por uno más equipado humana y técnicamente. Abordando con la seriedad y el
compromiso que amerita la compleja cuestión de la inseguridad. Todo sostenido
en una imprescindible calidad institucional que es la que trae de la mano a la
calidad de vida. Una Justicia independiente del Poder Político dotada de
herramientas para agilizarla y tornarla eficaz. El respeto por el otro. EL
combate a la corrupción desde adentro para que se convierta en la excepción y
deje de ser la regla. Como la máxima funcionaria pública del país Cristina
Kirchner debió aprovechar el consenso obtenido para “servir”. Como cada
gobernador de provincia: por ejemplo Maurice Closs en Misiones. Como cada
intendente de cada municipio: por ejemplo Ewaldo Rindfleisch en Oberá. Era el
momento perfecto, con todas las condiciones dadas, para “servir (nos) en el cielo”.
No. Prefirieron gobernar en el
infierno.
Sentados en los dólares que el valor
mundial de la soja arrimó encararon para otro lado. Para su lado. El Estado
sirvió para acomodar a los del “palo” generando empleos improductivos pero
también mucho voto cautivo. Planes sociales por doquier fueron aumentados y
perfeccionados para que los pobres nunca dejen de serlo (peronismo a la
inversa). La obra pública se convirtió en un pasaje directo a la “mordida”
(palabra acuñada por un célebre sketch del programa de televisión “La Tuerca”).
El “estado”, que en los feudos es “gobierno” y el “gobierno” que en los feudos
es “partido”, agudizó su rol de cosa
intangible de dónde se saca para nunca reponer. No se invirtió en energía y el
agua corre por cualquier lado menos por las canillas de las casas convertida en
potable. Nuestro sistema educativo derivó en una suerte de plan de facilidades
en el que los conceptos de “exigencia” y “disciplina” son dos nostalgias. La
salud, aún con obra social, depende más de Dios que de la ciencia. Con la
entronización del narcotráfico la delincuencia está cebada. Cientos de
argentinos lloran a sus muertos pidiendo una Justicia que nunca va a llegar. Y
el “otro” es un enemigo, feo, sucio y malo.
Miles de chicos no saben lo que es tomar
una copa de leche o comer un churrasco en el país de las vacas. Escribo esto y
no puedo evitar que los oficialismos y sus simpatizantes me provoquen reflujo
gastro-esofágico.
Se armaron de impunidad. La judicial para
que no investiguen lo que hicieron. Y la
mediática para que nadie te lo cuente. Dicen que todos los gobiernos se quedan
con dinero. Pues esta gente fue original y también se quedó con la máquina de
hacer el dinero.
La clase media, embrutecida como nunca,
dejó hacer mientras tuvo para pagar la tarjeta de crédito, renovar el auto,
comprar la motito y llenar el changuito en el supermercado. Compró todos los
mensajes de la propaganda y disfrazó con la máscara del optimismo cualquier
realidad creada en las agencias de marketing. Lejos de ser una burguesía que motoriza el cambio
social a través de la exigencia a sus gobernantes se conformó con las miguitas
del banquete dándose por satisfecha.
Cerró la boquita. Miró para el costado. Y dejó hacer demasiado.
El omega de esta historia nos sitúa en un
desperdicio total que provocó que ahora todo sea más difícil. Con el grueso de
nosotros angustiados por un hoy que es
aquél mañana que ayer no nos importó.
Ellos están hechos y contentos por haber
logrado el objetivo. Optaron por un camino, lo recorrieron y llegaron a la
meta.
Reinan en el infierno…
No hay comentarios:
Publicar un comentario