viernes, 15 de agosto de 2014


GOBERNAR EN EL INFIERNO

     “Mejor reinar en el infierno que servir en el cielo”, dice Lucifer tras fracasar en su rebelión contra Dios en “El paraíso perdido”, notable poema épico del siglo XVII que inmortalizó a su creador el inglés John Milton.

     Fue la elección que hizo Cristina Kirchner. Acompañada en su decisión por casi doce millones de argentinos.

     Corría el año 2007 y a favor de un precio muy alto de los commodities provocado por un mundo que necesitaba comprar lo que teníamos para venderle, nuestra economía iba a terminar creciendo un 8,7%. Impresionante cifra. La reducción del desempleo, cierto recupero de la inversión, más que elevado superávit fiscal y una sustancial acumulación de reservas en el Banco Central generaban el contexto ideal para gestionar en serio. ¿Gestionar? Sí. Ocuparse de crear un clima de negocios para atraer más inversión privada, invertir en generación de energía, el estímulo (en serio) de las economías regionales, encarar las necesarias obras públicas para aprovechar de una buena vez los recursos que nos sobran. Pegar un salto cualitativo en Educación (fundamental). Ir modificando el paupérrimo sistema de salud pública por uno más equipado humana y técnicamente. Abordando con la seriedad y el compromiso que amerita la compleja cuestión de la inseguridad. Todo sostenido en una imprescindible calidad institucional que es la que trae de la mano a la calidad de vida. Una Justicia independiente del Poder Político dotada de herramientas para agilizarla y tornarla eficaz. El respeto por el otro. EL combate a la corrupción desde adentro para que se convierta en la excepción y deje de ser la regla. Como la máxima funcionaria pública del país Cristina Kirchner debió aprovechar el consenso obtenido para “servir”. Como cada gobernador de provincia: por ejemplo Maurice Closs en Misiones. Como cada intendente de cada municipio: por ejemplo Ewaldo Rindfleisch en Oberá. Era el momento perfecto, con todas las condiciones dadas, para “servir (nos)  en el cielo”.

        No. Prefirieron gobernar en el infierno.

    
     Sentados en los dólares que el valor mundial de la soja arrimó encararon para otro lado. Para su lado. El Estado sirvió para acomodar a los del “palo” generando empleos improductivos pero también mucho voto cautivo. Planes sociales por doquier fueron aumentados y perfeccionados para que los pobres nunca dejen de serlo (peronismo a la inversa). La obra pública se convirtió en un pasaje directo a la “mordida” (palabra acuñada por un célebre sketch del programa de televisión “La Tuerca”). El “estado”, que en los feudos es “gobierno” y el “gobierno” que en los feudos es “partido”,  agudizó su rol de cosa intangible de dónde se saca para nunca reponer. No se invirtió en energía y el agua corre por cualquier lado menos por las canillas de las casas convertida en potable. Nuestro sistema educativo derivó en una suerte de plan de facilidades en el que los conceptos de “exigencia” y “disciplina” son dos nostalgias. La salud, aún con obra social, depende más de Dios que de la ciencia. Con la entronización del narcotráfico la delincuencia está cebada. Cientos de argentinos lloran a sus muertos pidiendo una Justicia que nunca va a llegar. Y el “otro” es un enemigo, feo, sucio y malo.


     Miles de chicos no saben lo que es tomar una copa de leche o comer un churrasco en el país de las vacas. Escribo esto y no puedo evitar que los oficialismos y sus simpatizantes me provoquen reflujo gastro-esofágico.

     Se armaron de impunidad. La judicial para que no  investiguen lo que hicieron. Y la mediática para que nadie te lo cuente. Dicen que todos los gobiernos se quedan con dinero. Pues esta gente fue original y también se quedó con la máquina de hacer el dinero.

     La clase media, embrutecida como nunca, dejó hacer mientras tuvo para pagar la tarjeta de crédito, renovar el auto, comprar la motito y llenar el changuito en el supermercado. Compró todos los mensajes de la propaganda y disfrazó con la máscara del optimismo cualquier realidad creada en las agencias de marketing. Lejos de  ser una burguesía que motoriza el cambio social a través de la exigencia a sus gobernantes se conformó con las miguitas del banquete dándose por satisfecha.  Cerró la boquita. Miró para el costado. Y dejó hacer demasiado.

       El omega de esta historia nos sitúa en un desperdicio total que provocó que ahora todo sea más difícil. Con el grueso de nosotros  angustiados por un hoy que es aquél mañana que ayer no nos importó.

     Ellos están hechos y contentos por haber logrado el objetivo. Optaron por un camino, lo recorrieron y llegaron a la meta.

      Reinan en el infierno…




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