EL CLUB DEL SILENCIO
“A veces el silencio es la peor mentira”,
reflexionó don Miguel de Unamuno. Y que va. Tenía razón.
Hace años que en Oberá existe un club que
es, lejos, el más popular. No es Boca Juniors. No es River Plate. No es un club
político ni social. Es “El club del silencio”.
La dirigencia política y social de Oberá
no escapa ni medio centímetro a la decadencia de sus pares nacionales. La
diferencia con ellos está en el exclusivo modo de acumular capital simbólico,
que en Oberá no pasa por ser un hábil declarante en los mass-media, sino por
saber callar. La competencia es a ver quién se calla mejor.
El exalcalde Ewaldo Rindfleisch, el
hacedor de la parálisis de la ciudad, lo sabía muy bien. Y su sucesor, Carlos
Fernández, lo aprendió rápido. De hecho Fernández ganó los últimos comicios
para alcalde como amaba aquél hombre en el poema de Bécquer: “mudo, absorto y
de rodillas. Como se adora a Dios ante su altar”.
La maquinaria del silencio, destinada a
filtrar los temas de la agenda que puedan incomodar en serio al Poder funciona más o menos así:
1º-Sucede un
hecho grave en el que algún funcionario público o personaje “del palo” del
oficialismo está implicado directa o indirectamente
2º-El asunto
es anoticiado por un par de medios, siempre los mismos. Si es demasiado relevante,
por cuatro o cinco. Pero que se cuidan de no darle valor agregado a la noticia
y la comentan con el mismo énfasis que le ponen al anuncio del pronóstico del
clima. El resto se mueve como si el hecho hubiera acaecido no en Oberá sino en
la isla de Pascua o en Burkina Faso.
3º-Si el
tamaño de la situación lo amerita algún funcionario público municipal o
provincial sale a “responder” en algún medio de comunicación “amigo”. Jamás el
funcionario habla con los periodistas o con el medio que denunció el tema.
Jamás el resto de los medios pide el testimonio del colega que hizo la denuncia.
La idea es que la desmentida pase por refutación y quede como la debida “aclaración”.
El plato es sazonado con el clásico cliché “acá escuchamos todas las voces…”(expresión
que contiene cinismo en estado puro. De esos que, al oírse, provocan acidez estomacal).
4º-Si la
neutralización del efecto expansivo de la noticia dio resultado, listo. Lo informado
habrá tenido entonces la misma réplica del estornudo de un perro caniche.
5º-El
universo de dirigentes sociales, políticos, vecinales, deportivos y etc., etc.,
etc., cierran sus labios con una destreza que merecería que la práctica del
mutismo se convierta en un deporte federado.
6º-Por
supuesto que hay “osados” y “rebeldes”. Son los que ponen un emoticón en
Facebook o escriben alguna opinión light
al pie de algún artículo en algún portal de noticias en internet poniéndose
pasamontañas (un nombre falso, un apodo, cualquier cosa). Son formas de “lucha”
ciudadana que a los poderosos le hacen tanto daño como el pasarse un día en un
spa.
7º-Dado el
natural progreso del tiempo, el hecho tan grave se diluye entre otras noticias.
Y luego de “conmocionar” una media horita, merecer duros comentarios en las
redes sociales y amagar con una revolución social vía sms enviados a las
radios…pasa a tener destino de efeméride.
8º-Como a un
público así hay que entretenerlo con textos que no involucren a ningún poderoso
para que puedan opinar sin riesgos, circulan por allí aventuras de aparecidos, leyendas
urbanas, chismes de vecinos (estupendos para consumir tomando mate y
bizcochitos y mucho mejores si revelan las aventuras sexuales de alguno que
pueda ser conocido) y notas de color “que muestren las cosas lindas”. Cortito y
superficial. Ideal para gente que en su
vida no se compromete ni a una conversación. Igual habrá que subrayar que es
llamativo que después de doce años de soportar a Rindfleisch, aún haya gente
que se asuste con el “chupacabras”.
Por
cierto que el club del silencio también está integrado por sujetos incapaces de
tirar la primera piedra en materia de honestidad. Rindfleisch, el gran
proctólogo local, los asoció por decenas. No es mera cuestión de miedo. Hay
mucha complicidad.
La dinámica descripta es toda una
idiosincrasia en la ciudad. Y sirve para ocultar asesinatos, ventas de bebés,
saqueos de los dineros públicos, mentiras flagrantes, patoteadas, violencia de
género, negociados, estafas, explotación laboral o cualquier miseria de la que
el ser humano es capaz. ¿Enfrente? Varios ciudadanos indignados claro. Pero dispersos
y sin chances de hacer eco.
Por estas latitudes a la gente le enseñaron que pueden llegar a
sufrir mucho por hablar de más.
Nadie les enseñó que casi todo lo que
sufren, es por hablar de menos.