Ariel Chaves
sería Carlos Fernández si Carlos Fernández no existiera. Pero existe. Problema
para Ariel Chaves.
Fernández lo llevó a cada lugar que fue.
Desde la clínica “Integral” a la política. Ahora Chaves siente que es el
momento de despegarse de Fernández. Siente y quiere. Pero, ¿puede?
Carlos tiene todo el carisma que a Chaves
le falta. Lo sucedido en los comicios de 2015 fue políticamente magistral: el
doctor apareció quince días antes de las elecciones, puso una gigantografía
suya en una esquina de la avenida Libertad. Y con eso no solo le alcanzó sino
que le sobró para ganar una intendencia que ya hubiera sido suya cuatro años
antes si Miguel Oliveras no se hubiera amigado con su peor creación: Ewaldo
Rindfleisch.
Chaves no puede hacer eso. La tiene que
remar.
En estos dos años se entronizó en la
presidencia del Concejo Deliberante de Oberá. Puesto que él considera su piso.
Pero que pinta para ser su techo.
Con una retórica que hace hincapié
permanentemente en la división de poderes (el talón de Aquiles de la
renovación), Chaves intenta mostrarse, y que lo muestren, como el lomo de burro
que nos cuidará ante cualquier exceso de velocidad que pretenda el alcalde.
Pero es un control oral. En los hechos apoya todo lo que Fernández quiere. No
le queda otra.
Chaves apostó a bancar ciertos medios de
comunicación locales que lo exhiben como la opción posible en 2019. Opción que
siempre debe ser dentro de la renovación, claro. Los medios obereños lo apoyan,
lo potencian y lo protegen. Sin embargo, el doctor (él también lo es. Y muy
bueno) sobreestima la influencia de medios y periodistas tradicionales en la
época en que la gente se informa por Facebook y los pibes cambiaron el zapping
por el WhatsApp.
Chaves no sabe que la vidriera en la que
se expone queda en una calle por la que ya no circula tanta gente. Sumado al
hecho de que tampoco quiere darse cuenta de que el carisma no se compra en un
outlet. Con este panorama, sus ganas de llegar muy alto le ganan claramente a
sus posibilidades. Para colmo, la burguesía obereña harta de renovación hoy
mira a Roberto Rocholl, el Fernández de “Cambiemos”. Y en Oberá esa burguesía
que define el humor social, que es básicamente radical y que ya no tolera
obsecuentes de nadie, decide quién gana las elecciones.
Publilio Siro, escritor de la antigua
Roma, decía que “la caída de lo alto es mucho más peligrosa”.
Por el momento, Chaves no corre ese
peligro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario