El martes
falleció el doctor Alejandro Vogt, un científico que fue el creador del legendario
serpentario de Oberá, dónde se elaboraba el suero antiofídico que salvó la vida
de cientos de personas. Debió ser reconocido, próspero y feliz. Todo lo
contrario. El poder ordenó ignorarlo, abandonarlo y dejar que su obra se extinga.
Desde entonces Vogt se fue apagando a la par de sus creaciones. Y la sociedad
obereña, en vez de reaccionar, miró como se apagaba.
Hay similitudes entre lo sucedido al
doctor Vogt y lo que vivieron el ingeniero Alfaro (el donante de las tierras
donde se hace la Fiesta Nacional del Inmigrante) o Juana “Ticha” Bárbaro. Todos
padecieron el abandono de la sociedad porque acompañarlos podía traer aparejado
el enojo de algún lobo poderoso. A Vogt lo ayudaron unos vecinos que lo
asistieron hasta último momento. Al ingeniero Alfaro le quedó su familia. A
Ticha, su familia y algunos (pocos) amigos.
¿Y la sociedad a la que tanto le dieron?
Vogt llevaba adelante un centro de
investigación científica-y de paso un destino educativo y turístico-que fue
orgullo de la ciudad (dicen que a Oberá la pretenden turística pero permitieron
destruir esa atracción), en dónde salvó
a muchos de morir de ofidismo. Alfaro fue un altruista que
colaboró para que “la máxima fiesta de Misiones” lo llegue a ser (recorré el
Parque de las Naciones. Vas a notar que
no hay ni una mísera placa que recuerde que esas tierras las donó él).Ticha
pedía justicia para su hermana asesinada y enterrada viva (murió sin tener
siquiera una fecha concreta del juicio al único acusado que permanece imputado).
Pero en “la ciudad de las iglesias” no fueron muchos los cristianos que se
preocuparon por estos prójimos.
Cierta vez a Vogt se le ocurrió quejarse
por radio de que Rindfleisch dejó cesante al único ayudante que tenía en el
serpentario. Bastó para que el entonces todopoderoso alcalde renovador y kirchnerista
se “enojara” y que ordenara abandonarlo. Y lo abandonaron. Llamativo: en Oberá
las ovejas no obedecen al pastor. Obedecen al lobo.
Según nos contó el propio Vogt, algunos
de los profesionales que formó se fueron a trabajar a Gobernador Roca. Y los
animales fueron a parar a Iguazú. Èl, Vogt, será ràpidamente olvidado. Rindfleisch, en cambio, fue votado
tres veces, hoy disfruta de impunidad política y la renovación, su partido, aún
sigue en el poder.
La escritora y diplomática mexicana
Rosario Castellanos señalaba que “No es que el poeta busque la soledad. Es que
la encuentra”.
Alejandro Vogt no era un poeta. No buscó
la soledad ni se la encontró de casualidad. A la soledad que padeció se la
prepararon las ovejas.
Como había ordenado el lobo.
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