EL ATROZ ENCANTO DE SER OFICIALISTA
Lo dijimos
muchas veces. La mayoría de los obereños y los misioneros no son renovadores.
Son oficialistas. ¿Por qué? En primer lugar porque en el feudo rovirista ser
oficialista es lo más fácil y lo menos peligroso que hay. Para no estar
alineado al gobierno o para ejercer el derecho de ser opositor, se precisa
temple, carácter, mucha personalidad y una dignidad que te salga por los poros.
Y eso no es para cualquiera.
Tras la paliza electoral que la renovación
le dio a sus rivales el 2 de junio, incluyendo la que el alcalde de Oberá,
Carlos Fernández, le dio a los opositores pero también a los otros candidatos
renovadores, algunos hicieron un análisis bastante superficial (toda una
contradicción), indicando que la crisis económica nacional fue determinante
para el resultado. Craso error. El voto masivo que se llevó el oficialismo
misionero-el Frente Renovador de la Concordia-nunca dependió mucho del contexto
económico del país. Acá te dejo un par de datos que podes verificar vos mismo y
fácilmente, hasta googleando.
-El domingo
26 de junio de 2011 (el mismo domingo en el que River Plate se fue al descenso)
el misionero renovador Maurice Closs fue reelecto gobernador con el 75% y 372
mil votos. El segundo y el tercer lugar lo pelearon Claudio Wipplinger (por
entonces de “Trabajo y Progreso), quién obtuvo el 6,24% y 30.900 votos, y Luis
Pastori (radical), quién obtuvo el 6,21% y 30.800 votos. El oficialismo
misionero le sacó a la oposición nada menos que 69 puntos porcentuales y 350
mil votos de diferencia. Ese fue el récord, no el triunfo reciente de Herrera
Ahuad. El país estaba presidido por Cristina Kirchner y la economía tuvo un
crecimiento anual del 8,9%.
-El domingo
25 de octubre de 2015 el porteño renovador Hugo Passalacqua fue electo
gobernador con el 64% y 400 mil votos. El segundo lugar lo ocupó Alex Ziegler,
con el Frente Vamos Juntos (que integraba el PRO), quién sacó el 13,5% y 85 mil
votos. El tercer lugar fue para el radical Gustavo González, aliado al
socialismo en el Frente Cívico y Social, quién tuvo el 8,5% y 53.600 votos. El
oficialismo misionero le sacó entonces más de 50 puntos y más de 300 mil votos
de diferencia al segundo. Terminaba la segunda presidencia de Cristina Kirchner,
el kirchnerismo caminaba hacia la derrota ante Macri y la economía argentina
había crecido apenas un 2,1%, lo que se consideró un estancamiento.
-El pasado domingo
2 de junio el santiagueño renovador Oscar Herrera Ahuad fue electo gobernador
con el 69% y 494 mil votos. El segundo lugar lo ocupó Humberto Schiavoni, del
Frente “Juntos por el Cambio”, con el 17% y 119 mil votos. El oficialismo
misionero aventajó a la oposición por 52 puntos y 375 mil votos. El país es
presidido por Mauricio Macri, del Frente Cambiemos, y la actividad económica
argentina vive la octava recesión más aguda del planeta.
Esto es, el oficialismo misionero le ha
dado verdaderas palizas electorales a sus opositores en escenarios económicos
de crecimiento “a tasas chinas”, en escenarios de estancamiento y en escenarios
de estanflación (recesión más inflación). Es evidente que el argumento único de
la crisis económica del país sabe a poco y parece más el primer paso de la
campaña presidencial que se viene que un análisis más o menos profundo de lo
que sucede en Oberá y en Misiones.
En Oberá el alcalde Carlos Fernández logró
un triunfo tan rotundo que a la hora y media de haber cerrado el comicio la
tendencia a su favor que mostraban las primeras mesas contadas ya era irreversible.
Su sublema obtuvo el 46% de los votos. Arrasó con los diez sublemas de Juntos
por el Cambio, con los tres del Frente Popular Agrario y Social, con el lema
del Partido Obrero, pero también con los otros cinco sublemas renovadores, incluido
el del periodista “Tony” Lindstrom que recibió un fuerte apoyo económico y
mediático del estado provincial. En 2017 la renovadora y candidata de
Fernández, Patricia Nittmann, precisó de la ley de lemas para quedarse con la
Defensoría del Pueblo. Año y medio después el renovador Fernández no la
necesitó. De hecho en diciembre, cuando asuman los nuevos concejales, su
sublema tendrá 6 representantes sobre 9. Los dos tercios del Deliberante.
Tendrá, como Carlos Rovira desde hace rato en el parlamento provincial, mayoría
y quórum propio. Todo el poder a uno solo.
Pero no fue la primera vez que los
votantes obereños hicieron eso de darle todo el poder a un intendente y con
ello la chance de que haga lo que quiera. El domingo 28 de octubre de 2007
Ewaldo Rindfleisch ganó su reelección y su segundo de tres mandatos con el 37%
los votos, sin la necesidad de los otros sublemas y con un dato que pocos recuerdan:
distanciado de Rovira, Rindfleisch no fue el candidato de la renovación sino
del Frente para la Victoria. Y arrasó con los opositores, incluidos los
renovadores. El sublema de Rindfleisch (Juntos para crecer) sacó 10.532 votos,
y los veinte sublemas renovadores lograron, todos juntos, 7.635 votos (el exalcalde
Miguel Oliveras-y su concejal Carlos Fernández- sacó 2.416 votos, Eduardo
Morales Lezica 2.085 votos y el actual gobernador Hugo Passalacqua, con el
sublema “Integración ciudadana”, apenas 414 votos). La sociedad obereña le dio
todo el poder al intendente Rindfleisch y no importó que ese domingo no fuera
renovador. Ya sabemos que hizo Rindfleisch con ese poder.
El oficialismo misionero ha arrasado en
cualquier comicio en el que se eligen autoridades. Con bonanza económica, con
crisis, con ley de lemas y sin ley de lemas. Y en Oberá hubo un alcalde que
recibió todos los votos sin postularse por la renovación. En las elecciones de
medio término la sociedad reparte un poco más el poder. Pero cuando se trata de
decidir quién va a ser el gobernador, el diputado provincial, el intendente o el
concejal, no duda en concentrar todo el poder en una persona y en un partido
político, sin que nadie lo pueda controlar. Es
el error más peligroso y añejo que los pueblos han cometido en la historia de
la humanidad.
En
los feudos ser oficialista es lo más conveniente. Se pueden obtener negocios comerciales
con el estado (“la patria contratista”). Acomodos propios o familiares en ese mismo
estado. Titularizaciones docentes. Se recibe pauta oficial. A veces se
participa del banquete. Y si no se comen las miguitas. O, por lo menos, se
evita tener que enfrentarse a tipos más poderosos que uno. Refugio ideal para
ambiciosos y para cobardes. Ni Misiones como provincia, una de las más pobres
del país, ni Oberá como ciudad, donde falta lo más básico, son ningún ejemplo
de buenas administraciones. Quién diga lo contrario debe tener algún beneficio
del oficialismo o vive en un termo.
No alinearse, andar por la vida sin ser un
chupamedias de nadie, no dejarse patotear por los poderosos, hacer valer los
derechos, hacer un medio que investiga al poder en vez de hacerle propaganda, convertirse
en un profesional que pretende hacerse una carrera por mérito y no por militar
para ninguna agrupación, exige una forma de ser en el que la cabeza y los cojones
tienen gran protagonismo. Es todo un esfuerzo. Es mucho más difícil que
limitarse a ser una foca aplaudidora de un presidente, de un gobernador, de un
intendente, de un diputado, de un gremialista o del puntero del barrio.
Hay una formación espiritual que enseña a
las personas a pararse frente al poder de un modo obediente y resignado. Atraviesa
a todas las clases sociales. Por eso cualquier acto de rebeldía llama tanto la
atención y hasta está mal visto. Esa resignación sintetizada en la expresión “Así
nomá e” da cuenta de un modo de vivir que genera un modo de gobernar. Uno en el
que la justicia vendrá en la otra vida, así que en ésta poco hay que hacer ante
las injusticias. San Agustín le decía a Dios “Señor, vos ocupate de lo
imposible que de lo posible me ocupo yo”. Según esta versión libre de ciertos
cristianos, el de arriba debe ocuparse de lo imposible y de lo posible también.
Salvo una catástrofe en la que el oficialismo
no pueda pagar los sueldos, hay un voto cautivo cuyo piso es muy alto y una
caja siempre disponible para persuadir al votante cuyo espíritu fluctúa entre
la venta el alquiler o la permuta. Y hay una falta de educación cívica que es
demoledora. Todo eso unido hace que para los candidatos opositores presentables
(porque hay muchos impresentables y unos cuántos cuyo negocio es perder), ganar
una elección sea una quimera. Después de más de quince años de que suceda lo
mismo, y con ejemplos similares en otras provincias, todo está demasiado a la
vista como para no verlo.
En el lapso que hay entre comicio y
comicio hay protestas, malestar social, cortes de calle y rutas, paros,
insultos vía sms, chistes contra el poder por whatsApp y emoticones de “me
enoja” debajo de la foto del gobernador o del intendente en Facebook.
Pero cuando llega ese domingo en el que se
decide quién va a seguir gobernando, todo lo terrible que se ha vivido y se
vive en los años de la renovación es mayoritariamente olvidado. Y el espíritu
acomodaticio, conformista y pusilánime, más el ignorante que ni siquiera puede
conectar a los hechos que lo afectan con sus responsables polìticos, no duda en
refugiarse en el placer masoquista de darle todo el poder a quién lo usará en
su contra.
Es el atroz encanto de ser oficialista.
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