EL CÁNTARO A LA FUENTE
“Border” es
una palabra inglesa que significa “frontera”. Los psicólogos la usan para
definir la frontera entre la neurosis y la psicosis.
Hace
mucho que la sociedad argentina vive en esa frontera. La de una locura latente
que en cualquier momento le pasa por arriba a cualquier intento de freno
racional. El actual gobierno, en manos de Cristina Kirchner, estimula como nadie la provocación. Usando,
nada menos, el poder del estado para hacerlo. Lo repetimos: hasta ahora las cosas no pasaron a mayores
solo porque el grueso de cierta dirigencia opositora pone la otra mejilla.
El presidente Alberto Fernández se parece
cada vez más a esa presidente que supo ser su ahora vice. No habla. Provoca. No tranquiliza. Enerva. No consensua.
Decreta. No cree en el pronombre “nosotros”. Cree en el pronombre “ellos”. Está
a la vista que no fue una esperanza sino
un delirio que algunos confiaran en que Cristina Kirchner iba a elegir a un
candidato a presidente para que la controle él a ella. Como contrariando al
poema de Pablo Neruda. “Nosotros, los de entonces, somos los mismos”, podrían decir
Cristina y Alberto.
En su última sesión el Senado, de mayoría
kirchnerista, se cargó a tres jueces que
habían investigado al kirchnerismo. ¿El argumento para la gilada? Que el
trío había sido erróneamente trasladado por el entonces presidente Macri. Como si el hecho de que una acordada de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación avalando esos traslados fuera una
anécdota baladí. La misma Corte que ahora acompaña la jugada k con su silencio.
Algunos, con malicia, preguntan por los
motivos de los reiterados “Banderazos” contra el gobierno. A ver. Pensemos un
poco. La inflación en aumento. El súper cepo al dólar. La pérdida de empleo. La
inseguridad creciente. Los impuestos. El fomento del odio a la clase media. La
desfachatez con la que se busca la propia impunidad. El avasallamiento a la
propiedad privada. El condenado Amado
Boudou haciendo un programa de radio. Una
cuarentena que ya cumplió medio año y que, nos dijeron, se implementó para
evitar tener lo que ahora tenemos: un país que es el décimo del planeta en
cantidad de infectados de coronavirus y el decimocuarto en cantidad de
fallecidos por coronavirus. Y un gobierno que no tiene a la palabra
“autocrítica” en su diccionario porque la
culpa siempre la tiene otro. ¿Hay que seguir buscando motivos o con estos
alcanza?
Interesante lo que ocurre en Misiones. Por
estas latitudes no se sale a defender las instituciones provinciales ni comunales
(las nacionales sí) pero las protestas salariales de los docentes y de otros
empleados públicos dejaron en evidencia como nunca que la mayoría no gana ni para cubrir la canasta básica de alimentos. Que en
Misiones se paguen salarios que son de
los más miserables del país ha sido marca registrada de los gobiernos de
Rovira, Closs, Passalacqua y de Herrera Ahuad. Al respecto cabe preguntarse, ¿qué llevará a las tres cuartas partes de
los votantes, porque ese ha sido el caudal electoral de los nombrados, a
conformarse durante tanto tiempo con las miguitas que les tiran quiénes comen
del gran banquete gracias a su voto?
Macri fue castigado por la sociedad y
perdió las elecciones. Ahora los responsables de administrar la cosa pública
son otros y la vienen pifiando. Por este camino es una quimera pensar en el
éxito. Pero podrían fracasar mejor.
El gobierno es legítimo y habrá que votar
diferente, cuando sea el momento, si se está disconforme. Pero no tiene ningún
derecho a mojarle la oreja a quiénes no lo votaron. Sin embargo, se dedica a cargar
cántaros llenos de provocaciones.
Y
los lleva a la fuente…
Walter Anestiades
Ilustración de Nicolás Eugenio Aguilar
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