LOS 39 ESCALONES
A
6.213 días de su puesta en marcha por los compañeros que mejicanearon a
Perón y los correligionarios que se cagaron en Alem, el sistema feudal que rige
en Misiones se entronizó a tal punto que cierta gente no comprende bien lo que
pasa. Creen que la política misionera está igual. No. Está peor.
La génesis de cualquier análisis del
presente o del futuro de Misiones debe empezar, sí o sí, por asumir que se vive
en un esquema en el que la ley máxima es la voluntad de una persona y que de
eso no deriva nada bueno. No se puede
ser feliz en un feudo.
Pero está lleno de personas que pretenden
que sí. Que basta con “no meterse en política” para permanecer al margen de
ciertos atropellos o inmoralidades. ¡Cuánta ignorancia! Claro lo tenía el
estadista Pericles cuando cuatro siglos antes de Cristo proclamó:” El hecho de que no tengas interés en la
política no significa que la política no tenga interés en ti”.
Ningún
habitante, ni ninguno de sus seres queridos, van a poder esquivar las secuelas
que una autocracia deja en la educación, en la justicia, en el mundo del
trabajo, en la salud, en la seguridad, en los espíritus, y por supuesto que en
el bolsillo. Lo del poder concentrado y
sin “checks and balances” no es gratis. Así ha sido siempre, así es y así
será.
Sin embargo, la respuesta no es la
rebeldía, sino la sumisión. No es un ánimo más jubiloso por las ganas de
progresar, sino el conformismo. No es llenar el espacio simbólico de palabras
indomables para el poder, sino la autocensura. No es la reacción, sino la
indolencia. Y así Misiones va dejando atrás el verde de su flora, el violeta de
sus flores, el rojo de su tierra, el marrón de su fauna y el amarillo rabioso
de su sol. Para que todo sea el gris de la monotonía de aceptar lo que está ahí, solo porque está ahí.
Dos
décadas de feudalismo lo van naturalizando todo. Incluso, que diputados que
fueron votados para hacer oposición, elijan al mismo oficialista para que siga
presidiendo el parlamento provincial por ¡catorce años consecutivos! Y que,
lejos de ensayar algún tipo de disculpa ante aquellos que no se resignan a ser
súbditos de nadie ni a darse por hechos con la vida amarrete que se les ofrece y que por eso los eligieron a ellos,
pretenden que celebremos juntos el carguito que les entregan en unas
instituciones cada vez más decorativas. Claro. Seguir la corriente siempre es más cómodo. Y para ir en contra se
necesitan unos cojones del que no todos disponen.
¿Observaste que a muchos misioneros les
incomoda hablar de Misiones? Se han visto extensas caravanas de vehículos
marchando para exigir que en el país permanezcan o reaparezcan unas conductas
republicanas que por acá se abandonaron hace rato. Salen a la calle y tocan bocina pero tienen una bocina selectiva. ¿O qué otra cosa es la renovación sino
kirchnerismo a la misionera?
Carlos Rovira fue reelecto al frente de la
Cámara de Representantes por 39 votos a
0. Con el apoyo de los levanta manos que están ahí para aplaudirlo, pero
también de las manos que deberían
levantarse para intentar controlarlo porque así se lo prometieron a sus
electores. Hasta hace un par de años los radicales postulaban a su propio
candidato. Pero ahora hasta se elogia un desesperanzador alineamiento al que llaman “consenso”. Un diputado que llegó al
parlamento por la oposición pidió “desdramatizar la elección del presidente de
la legislatura”. La historia reciente de buena parte de nuestro país nos enseña
sobre los dramas que se padecen cuando
alguien se eterniza en el poder. Creímos
que el diputado ya lo sabía.
Diecisiete años después la veneración al poder
no decreció nada. Por eso es que no está todo igual sino peor.
Julio
Cortázar imaginaba que si hay escaleras para subir y escaleras para bajar, puede que haya escaleras para ir hacia
atrás.
Parece que en la legislatura Rovira armó una escalera con 39 escalones.
Y que en cada escalón puso a un diputado.
Por esa escalera no se sube ni se baja. La usa
todo Misiones. Para ir para atrás.
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