EL ESNOBISMO VIOLETA
Un esnob
disfruta de pertenecer a algo que está de moda. Hoy en la política lo esnob es
ser un libertario que detesta al estado y busca dejar en la retaguardia lo que
nos llevó a “cien años de atraso” en palabras de Javier Milei. Ninguno de estos
súbitos libertarios, metidos en su esnobismo, se detiene para preguntarle a la
sociedad si están dispuestos en serio a recorrer
la forma de vida que el nuevo credo les propone: que cada uno se las arregle
solo.
Misiones está lleno de personas que viven
del estado rovirista (en su versión provincial o comunal), que votan a
los renovadores para los cargos locales. Y después, con el estómago más o menos
lleno gracias al sueldo estatal, militan que el estado es “un demonio” y votan
libertarios para cargos nacionales. Y está lleno de dirigentes que militan en la renovación y se proclaman libertarios. Los libertarios-feudales.
Hay ejemplos de cómo la “motosierra” puede
ser atractiva como eslogan de campaña pero, en la práctica, puede destruir
vidas. La desregulación llevó a los pequeños y medianos productores yerbateros
a un piso de calidad de vida. Nadie explica
porqué al mercado yerbatero se le aplica el dogma del libre mercado sin
injerencia del estado, pero lo aplica un gobierno como el de Milei que, por
primera vez en la historia argentina, para regular el precio del dólar hace
intervenir no a uno sino a dos estados: el nacional, vía el Tesoro o el Banco
Central, y el Departamento del Tesoro de los EE.UU (la fábrica de dólares).
Adan Smith toma mate en los yerbales y John Maynard Keynes
toma café en la city. Por supuesto que toda crítica al
Instituto Nacional de la Yerba Mate es cierta. Muy cierta. Pero ese precio “de
referencia” que establecía hacía que los molinos pagaran el precio suficiente
para subsistir. Para eso sí servía. ¿A quién beneficia que agonice esta economía
regional?
Otro ejemplo de las desgracias que trae la
aplicación brutal de la “motosierra” se vio con las pensiones por discapacidad.
El estado debía revisar caso por caso, indagar quiénes fueron los responsables
de otorgar certificados de discapacidad a quiénes no les correspondía y averiguar
qué médico avaló ese delito. No. Cortaron las pensiones mirando una planilla de
Excel, la pifiaron, la justicia les ordenó restituirlas, y los que cobraban sin
merecerlo seguirán cobrando sin merecerlo.
El precio de la yerba lo pone el mercado
pero el del dólar lo regulan dos estados. Las auditorías de las pensiones por
discapacidad fueron un mamarracho. Son dos
cuestiones muy sensibles que deberían forzar a tanto dirigente esnob a pensar e invitar a pensar si por acá tenemos un liberalismo en serio o si tenemos uno selectivo
y medio “trucho”.
Pero no. Son dirigentes que decidieron
militar un proyecto del que, lo único que saben, es que les garantiza seguir en la política.
El futuro de Oberá, el de Misiones, el de
la Argentina, amerita tomarse las cosas un poquito más en serio. Para que al
presidente Milei le vaya bien, pero mejor aún, para que a los argentinos les
vaya bien, conviene buscar matices y ejercer apoyos críticos para enfrentar al
siempre peligroso fanatismo, estar atentos a las ventas de buzones, no ser
funcionales a los personajes detestables que nos dejaron en la ruina (los
kirchneristas, claro), tener cojones para decirle a los funcionarios misioneros
que los primeros responsables de cómo les va a los misioneros son ellos, y si
por un milagro de Dios fuese posible dejar diez minutos de lado el proyecto personal
y mirar un ratito al prójimo, habría que hacer docencia y explicarle al votante
que en ningún país desarrollado
del mundo viven sin estado y sus líderes no son “topos” que buscan destruirlo
desde adentro. Se precisa un estado mínimo, controlado y eficiente. No un estado clientelar.
El proyecto de Milei es que estés por tu
cuenta. ¿Entendés bien lo que eso significa en tu vida cotidiana y en la de los
tuyos? ¿Sí?
Pero invitar a reflexionar no está de moda.
Un ícono de la moda, la gran diseñadora
Cocó Chanel, decía: “No es la apariencia, es la esencia. No es el dinero, es la
educación. No es la ropa, es la clase.”
Estamos llenos de dirigentes que se visten
bien. Ahora de color violeta.
Pero tenía razón Cocó. No es la ropa.
Es la clase.
Walter
Anestiades