En el verano de 2012, en el aniversario del primer
izamiento de la Bandera Nacional, la Presidente de la Nación Cristina Fernández, viuda de Kirchner, lanzó en
Rosario una frase en la que hay que detenerse. Por supuesto que hay que
detenerse. “Vamos por todo” les
señaló a sus militantes rentados. Epa! ¿Y éso?
¿Qué corno querrá decir “vamos por todo” en boca de la mandataria con
mayor concentración de Poder político, económico y mediático que conoció la Argentina en el último
medio siglo?
Nadie pregunta. Nadie responde. En un
contexto diseñado para que nadie en particular pueda preguntar lo que nadie en
particular pueda responder. Pero dado que la trayectoria política de los
Kirchner demuestra que desde que “él”
asumió como intendente de Río Gallegos en 1987 se han venido pasando el debido funcionamiento de las instituciones
democráticas por El Calafate, esa frase sospechosa de “ella” obliga a pedir explicaciones.
Puede que alguno crea que Charles Louis de Secondat, más conocido como el Barón de Montesquieu, se puso a escribir
su teoría de la División de Poderes porque en el siglo 18 en el
que vivió no existía la televisión y entonces al no poder ver a Tinelli se
aburría mucho. Pero no fue por éso. Escribió sobre la división de poderes porque las palabras “República” y “Democracia”
con la que nos llenamos la boca todos los días tienen sus reglas a respetar para
funcionar bien. Una, fundamental, es que una sola persona no puede almacenar todo
el Poder y hacer lo que se le antoje. De modo tal que, de entrada nomás, eso de
ir por “todo” suena muy mal.
Es cierto que la propagada ignorancia cívica lleva a que miles y miles de personas no sepan-y
algunos ni siquera pretendan saber-que es la calidad institucional lo que lleva a una sociedad a tener una mejor
calidad de vida. Habrá que seguir
insistiendo con este concepto tan vinculado
a nuestra vida cotidiana.
En diciembre la Argentina
cumplirá treinta años de ejercicio initerrumpido de la Democracia, hecho inédito en nuestra historia.
Lejos está el país de haber resuelto ni uno sólo de los grandes problemas
estructurales y coyunturales que tiene. No es que faltan cosas por hacer. Falta todo. Y la Presidente es la
primera responsable de eso.
A ver si ahora, antes que sea demasiado
tarde, la gilada se despabila…
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