lunes, 8 de julio de 2013

PIÑA: UN CRISTIANO CON LOS PIES EN LA TIERRA

      

      

     (Sacerdote: “Hija, piensa en la otra vida”.
        Camila: “Pero yo pienso en ésta”.
     Del film “Camila”-1984, María Luisa Bemberg-. Camila O Gorman va a ser fusilada por amar de un modo inoportuno a un cura. Otro cura la visita  en la cárcel en la que está presa para darle la extremaunción y recibe esa respuesta).


     Si es cierto que el paraíso se gana por lo hecho en ésta tierra pues allá debe estar ahora el obispo emérito de Puerto Iguazú Joaquín Piña Batlevell, nacido en Europa en 1930 pero más latinoamericano que ésos que se la pasan con el “San Martín” y el “Bolívar” en la boca pero también con el “Washington” en los bolsillos. Cuando era más joven se enfrentó a la dictadura con votos de Stroessner en Paraguay. Cuando ya no era tan joven desafió al feudo con votos que armaron Rovira y Closs en Misiones. Tenía 83 años de edad y seguía comprometido con la cosa pública y peleando por construir más ciudadanía. Alrededor de él imberbes de  dieciocho y muchachos de treinta repetían el discurso antipolítica berreta. Ese que copian para autojustificar su denigrante falta de compromiso. Piña vivió comprometido. A la manera del Cristo al que juró servir. El Cristo que no se fue a la estratósfera sino que vino acá a la tierra. En una Misiones poblada de Pastores que hacen carrera cerrando la boquita Joaquín Piña siempre la abrió para interpelar al Poder. “Siempre hay que decir la verdad y especialmente cuando no conviene”, escribió otro español, Don Miguel de Unamuno. Lo podría haber escrito Piña.


     Recuerdo la primera vez que lo vi. Hacía un año que me había radicado en Misiones y Piña llegó a Oberá predicando ciudadanía. Era 2006 y algunos misioneros querían un “Rovira eterno”. Fuimos a verlo con el colega Pepe Tarditti y al llegar lo oí hablando de lo mismo que le oí hablar la última vez que lo vi: de la “República”. 


     Piña fue contemporáneo de un evento bisagra para la Iglesia católica como el “Concilio Vaticano II”. Tras él la “Teología de la liberación” forzó a las iglesias  latinoamericanas a posicionarse a favor o en contra de la defensa de los derechos humanos en una región plagada de dictaduras militares. La “opción preferencial por los pobres” no fue para Piña una doctrina. Fue un estilo de ser sacerdote. Fue la voz de muchos para quiénes, fogueados en la injusticia, una vida mejor es algo tan ignorado que ni siquiera la pueden desear.


    En 2006El” llegó a Misiones para apoyar a Rovira en su intento de reelección indefinida. Después de todo, “El” había hecho lo mismo en su Santa Cruz. Pero Piña fue la cabeza de un grupo corajudo de ciudadanos, dirigentes políticos, sociales, religiosos  y periodistas (“Frente Unidos por la Dignidad”) que se las ingenió para poner el primer freno que la historia kirchnerista reconoce: 56% votó por el No a la re-re indefinida y apenas el 42% por el


     Dicen que murió de un infarto. No dicen porqué el avión sanitario del Estado provincial no estuvo para trasladarlo vivo como estuvo para trasladarlo muerto. Asombra el que personas  trascendentes y vinculadas como Piña, en momentos en que peligran sus vidas, puedan estar injustamente solos.


     El legado de Piña fue luchar contra la opresión del Poder. Y practicar un cristianismo en donde el tamaño de la esperanza en la otra vida sea tan grande como la preocupación por ésta. “Amé la justicia y odié la mentira” fue el título del primer libro que escribió éste jesuita.


     Es que Joaquín Piña pensó siempre en la otra vida.
      Y en ésta también.



       
     

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