jueves, 4 de julio de 2013

TU ESTROFA

      

    “Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca”.  Jorge Luis Borges.

                   


     No me extraña pero debería. Por éstas horas muchos obereños están algo molestos porque una carpa se va a levantar en un microcentro que estudia para caótico y va sacando  excelentes notas.  Así que mensajes de texto inundan los celulares de los conductores de radio para expresar esa molestia. Se viene la “Feria Provincial del libro” y todos se comunican para preguntar porque no la hacen en otro lado. Pero nadie se comunica para preguntar por el contenido de la feria, acerca de que autor vendrá a firmar sus libros, ni quién va a exponer sobre alguna cosa y ni siquiera cuando empieza. ¿Por qué? Porque no van a ir.

     Siempre ha sido más fácil decir que uno lee que leer. Es que disimular a uno lo ayuda mucho a parecer. Pero el problema es que no hace nada para que uno pueda ser.

     De todo lo que pasa en Oberá lo bueno siempre viene en formato de cultura. Eventos, libros, música, festivales, cine, tradición, charlas, debates, teatro. Pero, invariablemente, la gran mayoría se lo pierde casi todo a la manera de aquél que fracasa en el amor no porque no lo reciba sino porque es él quien no sabe amar. En Oberá, la ciudad sin ciudadanos,  casi nadie sabe que el gusto no es un maestro que viene de adentro sino un alumno que se educa afuera. Por eso sobran artistas. Pero falta público.

     Te podría contar que un libro nos enseña palabras. Que las palabras nos ayudan a organizar nuestro pensamiento. Y con el pensamiento organizado uno aprende a decir lo que siente. Y que cuando uno aprende a decir lo que siente, porque expresarse no es un derecho sino un deber,  la sensación de plenitud es tan fuerte que solo quién lo probó lo sabe. 

     Pero prefiero contarte otras cosas. Prefiero contarte que existe un mundo entrañable de vivencias que tienen sed de palabras. Y que leer  forma parte de esas cosas que permiten chupar el tuétano de la vida, como escribió  Thoreau. Besar a la chica que te gusta. Escuchar esa música que te transporta. Comer o tomar desde y hasta el deleite. Viajar a esos lugares que no parecen un sueño sino que son un sueño. Un gol de Boca. Despertarse con un buen café. Amanecer con el placer de la perfecta compañía. Defender una buena idea. Soñar despierto que es mucho mejor que vivir dormido. Comulgar en el día y pecar en la noche. Torear al tiempo, desafiar a la muerte y hasta perder la felicidad a propósito para volver a buscarla.  O lo que para vos sea.

     De todo éso se pierde uno cuando no lee porque un buen libro estimula a dejar de ser espectador de la propia vida.

     Don Miguel de Unamuno apostaba a que nuestra alma no iba a salvarse o a ser condenada por quiénes hayamos sido en esta vida, sino por lo que quisimos ser.

     Cosas que no se valoran y que por eso se pierden.

      De eso, más o menos, hablan los textos, las bibliotecas y las ferias de libros. Que están ahí para abrirte la cabeza, para estimular tu imaginación, para invitarte a rebelarte, a buscar más y mejor. Para que tu alma deje de ser analfabeta. Para que el día no termine sin haber crecido un poco.

       Para Walt Whitman, la vida es como un gran libro en el que cada uno de nosotros puede agregar su propia estrofa.
     ¿Cuál será tu estrofa?
      
    

    

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