CLOSS ESTA DESNUDO
Cuando
Hans Christian Andersen escribió su famosa fábula en el siglo XIX, quizás
ignoraba que pudiera servir para intentar explicar el estado de las cosas en
una provincia de un país de América del Sur dos siglos más tarde. En un comicio
no se decide quién “tiene razón”. Pero si en esa provincia hay tanta gente
cobrando unos buenos dinerillos para hacer creer que sí, habrá que refutar ese
nuevo disparate.
En 1837 Hans Christian Andersen-autor de “El patito
feo”- escribió “El traje nuevo del emperador”, un apólogo en el que el célebre
escritor de cuentos para niños advertía bajo las formas de una moraleja:” No
porque todo el mundo piense que algo es verdad, ese algo es verdad”. En el
cuento, al que la modernidad conoce como “El rey desnudo”, el danés narra la
historia de un Rey que se entera que un par de famosos sastres han llegado a
sus dominios. Ya en palacio el dúo se dedica a hacerle algunos trajes al
monarca y a disfrutar de la buena vida y de las riquezas del rey entusiasmado
con la idea de deslumbrar con sus “pilchas”. Los sastres le prometen hacerle un
traje tan bello como único. Al avisarle al Rey que estaba listo y se lo podía
probar le advirtieron que el traje confeccionado podía ser visto por todo el
mundo, excepto por los tontos. En rigor de verdad lo estaban estafando pero el
rey prefirió creer que de verdad le habían compuesto un traje de maravilla y a
medida. Pero prefirió andar desnudo antes de pasar por uno de esos tontos
incapaces de ver la fastuosidad de la novel ropa. Convocó a sus colaboradores
que, como buenos cortesanos, corroboraron que el traje era impactante y que al
rey le quedaba fascinante. Con tanto obsecuente persuadiendo al rey de que el
traje era prodigioso, el dúo se marchó del reino llevándose un pago
extraordinario. El rey paseaba desnudo por el palacio y, ancho ya su ego de
tanto elogio, decidió que su pueblo merecía observar tamaña creación. Y así el
rey paseó por todo el pueblo, recibiendo a su paso, los elogios de los
campesinos, de los nobles, de los militares, de los escribas y de cuanto
habitante cruzaba. Todos lo veían desnudo pero, por temor a contradecirlo, se
sumaban al coro de adjetivaciones. Hasta que un pequeño niño, al verlo pasar,
gritó: “el rey está desnudo”. El chico removió la conciencia de los pobladores
que empezaron a decir también “El rey está desnudo”. El rey, avergonzado, salió
corriendo.
Nuestra ignorancia cívica ha progresado
tanto que hemos entronizado a una caterva de serviles cuya misión es amplificar
los disparates que el Poder pretende hacer pasar por una suerte de nuevo sentido
común. En la Misiones feudal suele escucharse-y leerse-que, palabras más o
palabras menos, el gobierno renovador-kirchnerista “tiene la razón” en el
debate político porque gana las elecciones. Así que, opositores, a cerrar la
boquita, a hacer un exámen de contricción y luego salir a reconocer en los
mass-media las bondades de la gestión Rovira-Closs que no habeís querido ver
por mezquindad y tuvo que ser el pueblo el que les quitara las vendas de los
ojos votando a cualquier impresentable que se postule por el oficialismo.
Pero que reverenda pelodurez…
En una democracia el que gana una elección
no tiene “razón”. Obtiene la legitimidad de base para administrar la cosa
pública con el consenso popular. Y de manera temporal. Y con respeto por las
minorías. “Novedad” que precisamente trajo este sistema. Punto. Que la
democracia no la inventaron ni Cristina, ni Scioli ni Rovira. Aunque algunos
coman, beban, trasnochen y copulen gracias a las monedas que les depositan por
decir que sí.
La vida promedio del misionero de hoy es
miserable: falta agua potable, luz, cloacas, los salarios son paupérrimos y el
despotismo está a la vista en cada capanga de pueblo. Chicos desnutridos
caminan las calles de municipios chicos y de municipios grandes mientras el
ministro de salud anda de campaña como si hubiera hecho por el asunto algo más
que gambetearlo. La inseguridad es un problema in crescendo que hace rato
doblegó a Jorge Franco por más que el ahora ministro de gobierno llegue al
parlamento nacional con el voto de cada otario que cree que acá no es para
tanto solo porque todavía no lo mataron a él.
303.767 misioneros dijeron, el 9 de agosto, que el traje del gobernador y candidato a diputado nacional era de gala. A la manera de aquél chico del cuento de Andersen, hay que decirle la verdad.
Maurice Closs está desnudo.
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