domingo, 8 de septiembre de 2019


        EL ERROR DE PONER LA OTRA  MEJILLA


     En el estupendo drama carcelario “Cool Hand Luke”, estrenado en 1967 y que en Latinoamérica se conoce como “La leyenda del indomable”, Paul Newman interpreta a un preso que se enfrenta al sistema sin más respaldo que sus cojones. En una memorable escena el sádico alcalde de la prisión (interpretado por Strother Martin), no pudiendo soportar la rebeldía verbal de Luke, le pega y lo tira al suelo. Avergonzado no por pegarle, sino por haberlo hecho delante del resto de los presos, el alcalde dice una frase que quedó para la posteridad y que se metió de lleno en el argot de la política yanqui: “Lo que tenemos aquí es un problema de comunicación”.

     Por supuesto que un gobierno como el de Macri, que fue capaz de empeorar los impresentables índices sociales que dejó el gobierno de Cristina Kirchner y generar más pobreza, más inflación y más desocupación, no solo tiene un problema de comunicación. Pero también tiene un problema de comunicación. De hecho, el no haber “explicado” la herencia recibida se convirtió en el argumento favorito de la dirigencia oficialista a la hora de la autocrítica.

     No tener una estrategia comunicacional, en el país del “bla, bla, bla”, es cosa de amateurs.

      Eso que llamamos “realidad”  siempre es interpretada. Su definición ha sido motivadora del pensamiento filosófico desde siempre. Para Platón trasciende la experiencia. Para Kant es la experiencia. Para Aristóteles la realidad es netamente racional (“la única verdad es la realidad”, concepto que en el siglo XX algunos aprendieron de boca de Perón). Para Descartes había que distinguir entre realidad y existencia. Puede que la palabra no tenga todo que ver pero sí tiene mucho que ver en la construcción de la realidad. Y el término “construcción” no es casual. Por algo los gobiernos se la pasan comprando medios y periodistas a través de la pauta oficial. La Misiones de Rovira es un ejemplo contundente de eso. Y para el kirchnerismo tener un “relato”, aunque su contenido se base en mentiras bañadas, perfumadas y bien vestidas o en revoluciones ficticias, ha sido sustantivo para su supervivencia.

     Desde que eran el PRO hasta que después fueron “Cambiemos” y ahora son “Juntos por el Cambio”, ha sido difícil encontrar allí dirigentes que tengan el don de la palabra. Es más, cada vez que algunos de ellos hablan, la embarran. Y ha sido siempre una costumbre del espacio el no refutar el discurso antimacrista berreta. Así circulan libremente y todo el tiempo, medias verdades, inexactitudes, infamias y puras mentiras. Joseph Goebbels fue un miserable canalla, claro está, pero aquella máxima de “Miente, miente, que algo queda”, ha probado ser de una eficacia atemporal en múltiples circunstancias y latitudes.

     En Oberá y en Misiones siempre ha ocurrido lo mismo. El discurso del aparato de propaganda renovador grita. Y el discurso de la oposición susurra. Todo el día verdades que se callan o que son expresadas con timidez y torpeza, pasan desapercibidas,  al tiempo que estupideces y mentiras divulgadas con cierta habilidad o con mucha persistencia, pasan por verdades.

      Hacer bien ciertas cosas es algo que solo puede ser valorado por buena gente. No lo pueden valorar los sinvergüenzas. No tienen con qué.

      Refutar y decirle la verdad a un kirchnerista le produce el mismo efecto que la kryptonita al héroe de comic “Sùperman”. Lo debilita. Y hasta lo mata.

      Lástima que estos muchachos del Cambio nunca lo hayan comprendido y que hayan preferido casi siempre poner la otra mejilla. Tal vez sea su carácter.

       Y el carácter, como nos enseñó Heráclito hace mucho, es el destino…

No hay comentarios: