domingo, 3 de noviembre de 2019


                     NO VUELVEN MÁS


     “¿Dónde estará mi vida, la que pudo haber sido y no fue…”, arranca Jorge Luis Borges en su poema “Lo perdido”.

     La remontada final de Juntos por el Cambio fue sustantiva pero no alcanzó. Alberto Fernández mantuvo su caudal de votos de agosto-sumó solo doscientos cincuenta mil-y Mauricio Macri cosechó dos millones trescientos cincuenta mil más que en las PASO. Fernández sacó doce millones de votos y el 48% y Macri diez millones de sufragios y el 40%. Suficiente para que el candidato de Cristina Kirchner gane en primera vuelta y  el diez de diciembre asuma la presidencia del país.

     El poder volvió a Cristina Kirchner. Obviar que ella eligió a Alberto, que ella tiene el treinta del cuarenta y ocho por ciento conseguido, y que a ella responden los legisladores electos que pertenecen a “La Cámpora” y que desde diciembre serán el grupo más numeroso dentro del bloque oficialista, pudo haber sido una táctica inteligente para la campaña electoral. Pero seguir negándolo ahora es cosa de necios.

     Cristina Kirchner eludió el peligro de perder la impunidad. Como lo eludió el exalcalde Rindfleisch cuando la mayoría de los misioneros y de los obereños votaron masivamente en junio al partido que lo protege de tener que dar explicaciones en la justicia. Zafó ella y sus hijos Máximo y Florencia. Incluso Máximo ya es el candidato que el kirchnerismo irá perfilando. Porque ya aprendimos que los Kirchner saben volver. Pero no saben irse.

     Macri ganó en cuatro de los cinco grandes distritos: Capital Federal, Córdoba, Santa Fe y Mendoza. Y perdió de un modo contundente en la provincia de Buenos Aires, allí dónde votan cuatro de cada diez argentinos. De los dos millones de votos de diferencia que el Frente de Todos le sacó a Macri, uno y medio son del territorio bonaerense. Y específicamente del conurbano, donde el caudal de Sergio Massa fue decisivo para la derrota del presidente y también para la despedida de la gobernadora Vidal.

     Los resultados de un comicio siempre son multicausales. Por supuesto que la primera causa es la tétrica gestión económica del gobierno (Nicolás Dujovne, ministro de Economía, mamita!), logrando superar los índices sociales ya “deplorables” (para usar el calificativo de Alberto) que dejó la gestión de Cristina. Otra fue la unión de varios sectores del peronismo, en un país en donde el voto peronista sigue siendo mayoría y casi invencible si no se lo divide. Pero también el añejo error político de encerrarse. Macri se aferró a Durán Barba y a su “mesa chica” cuando Juntos por el Cambio es una casa que tiene tres dueños: el PRO, la Coalición Cívica y la Unión Cívica Radical. Y, sin embargo, Macri trató a los radicales como si fueran inquilinos. Por otro lado, los dirigentes de Juntos por el Cambio sobreestiman la moral de muchos argentinos. Hablan de república en sitios donde prefieren a los buenos amos. Y denuncian corrupción en sectores donde la violación de las normas, más que provocar indignación, genera envidia.

     Con un optimismo berreta, por estas horas es políticamente correcto manifestar cierta esperanza de que el nuevo gobierno empiece a enderezar el rumbo y que todo sea para mejor. Ojalá. Pero el pasado de los que van a asumir está plagado de fracasos económicos y de conductas patoteras, el presente aún huele mucho a ese pasado, y el futuro es una incógnita porque nadie tiene idea de que van a hacer, inclusive ellos mismos. Por eso ese optimismo es berreta.

     Es altamente probable que en el futuro inmediato lo que haya no sean menos problemas, sino menos quejas por los mismos problemas.

     ¿Dónde estará la Argentina, la que pudo ser y no fue por la oportunidad totalmente desperdiciada por el presidente Macri y los suyos?

     Macri tuvo una oportunidad que quizás ni siquiera alcance a dimensionar. Perdió mucho tiempo y nos lo hizo perder a todos.

    Y cada uno de nosotros sabe bien lo que sucede con los días perdidos.

     No vuelven más…


    

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