sábado, 14 de diciembre de 2019


                  VAMOS A VER CÓMO ES
               EL REINO DEL REVÉS…




      Cuando María Elena Walsh presentó  en 1962 “Canciones para mirar”, en el teatro municipal San Martín, tuvo un inesperado éxito. Tan inesperado como el hecho de que alguna de las canciones del espectáculo, pensado para los chicos, pudiera servir medio siglo después para ayudar a describir alguno de los absurdos que los adultos protagonizan en nuestro país. Incluso, “En el reino del revés”, está lleno de ignorantes que ya ni siquiera pueden reconocer un absurdo.

     El lunes pasado la expresidente, actual senadora y en horas nueva vicepresidente Cristina Fernández, viuda de Kirchner, habló por primera vez en una de las causas judiciales que tiene abiertas. Específicamente, en el juicio que se le sigue a favor de determinar qué razones tuvieron ella y su difunto marido para otorgarle a la empresa Austral Construcciones las tres cuartas partes de las obras públicas que el estado adjudicaba. La empresa, casualmente constituida como tal cuando el matrimonio llegó al gobierno nacional, tenía un dueño llamado Lázaro Báez, que pasó de empleado bancario a  hombre de negocios millonario. Sabemos que los empleados bancarios tuvieron en 2019 una paritaria récord, con una suba salarial del cincuenta por ciento anual. Pero dudamos que les alcance para poseer 1.412 propiedades y vehículos como consiguió tener el amigo Lázaro, cuya fortuna se calculó (según el área de Recupero de Activos de la Procuración del Ministerio Público Fiscal), en más de 205 millones de dólares.

      A lo largo de la historia se ha reflexionado y mucho sobre el vínculo entre el teatro y la política. “Somos actores trabajando en el gran tablado del mundo”, decía Robespierre. Y Cristina Kirchner, incapaz de refutar concretamente ni uno solo de los datos de la realidad que la llevaron a la justicia, hizo otra de sus puestas en escena. Como en los años de su presidencia y las cadenas nacionales. Ella no dialoga. Ella monologa. Ella no contesta preguntas (no se va a rebajar al nivel del resto de los argentinos). Ella hace preguntas. Ella no da explicaciones. Ella las pide.

     En uno de los actos que podría servir de ejemplo perfecto de nuestra imparable decadencia, el lunes pasado la acusada Cristina Kirchner no se dedicó  a dar por tierra con las acusaciones vía argumentos y datos, sino a hacer lo que siempre hace: abusar de su poder, desparramar culpas por doquier, hacerse la víctima, decir disparates jurídicos, reinventar conceptos y patotear a sus dos “enemigos” de siempre: la justicia y los periodistas. Los que osan investigarla y los que se atreven a criticarla. En el mundo del revés, la acusada les hizo un desplante a los jueces y al fiscal (probá vos con hacer lo mismo alguna vez, a ver cómo te va) y, hecho su numerito (y televisado, como quería) se las tomó. ¿Los jueces podrían haber actuado con mayor rigor y sancionar un probable desacato? Bueno, la vida es hermosa y Nisman apenas pasó el medio siglo…

     L'État, c'est moi, “el estado soy yo”, es la frase que la historia le atribuye a Luis XIV, rey de Francia durante setenta y dos años. Cristina Kirchner siempre creyó en eso. Está persuadida, como todo déspota, que ella es el alfa y la omega de la política y que la ley máxima del país no es la Constitución Nacional sino su voluntad.

    Vamos a ver como es
      El Reino del Revés
    Donde los jueces deben temer
    Porque la acusada ahora es el juez

    Donde el delito es persecución
   Cuando uno se enriquece con la “revolución”
   Donde dejás pobres sin que sepamos cuántos son
    Pero decís que gobernás en nombre de Perón
  
     Vamos a ver como es
El reino del Revés

    Donde el Derecho se aplica
   Según los votos que tenés
   Dónde a los giles nada les importa
  si los conformás con unas miguitas de la torta

   Vamos a ver como es
    El reino del Revés
    Donde los jueces deben temer
    Porque la acusada ahora es el juez”.



-Ilustración de Nicolás Eugenio Aguilar

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