VAMOS A VER CÓMO ES
EL REINO DEL REVÉS…
Cuando María Elena Walsh presentó en 1962 “Canciones para mirar”, en el teatro
municipal San Martín, tuvo un inesperado éxito. Tan inesperado como el hecho de
que alguna de las canciones del espectáculo, pensado para los chicos, pudiera servir medio siglo después para
ayudar a describir alguno de los absurdos
que los adultos protagonizan en nuestro país. Incluso, “En el reino del revés”, está lleno de
ignorantes que ya ni siquiera pueden reconocer un absurdo.
El lunes
pasado la expresidente, actual senadora y en horas nueva vicepresidente Cristina Fernández, viuda de Kirchner,
habló por primera vez en una de las causas judiciales que tiene abiertas.
Específicamente, en el juicio que se le sigue a favor de determinar qué razones
tuvieron ella y su difunto marido para otorgarle a la empresa Austral
Construcciones las tres cuartas partes
de las obras públicas que el estado adjudicaba. La empresa, casualmente constituida como tal cuando el
matrimonio llegó al gobierno nacional, tenía un dueño llamado Lázaro Báez, que pasó de empleado bancario
a hombre de negocios millonario.
Sabemos que los empleados bancarios tuvieron en 2019 una paritaria récord, con
una suba salarial del cincuenta por ciento anual. Pero dudamos que les alcance
para poseer 1.412 propiedades y
vehículos como consiguió tener el amigo Lázaro, cuya fortuna se calculó (según el área de Recupero de Activos de la
Procuración del Ministerio Público Fiscal), en más de 205 millones de
dólares.
A lo largo de la historia se ha reflexionado y
mucho sobre el vínculo entre el teatro y
la política. “Somos actores trabajando en el gran tablado del mundo”, decía
Robespierre. Y Cristina Kirchner, incapaz
de refutar concretamente ni uno solo de los datos de la realidad que la llevaron a la justicia, hizo otra de
sus puestas en escena. Como en los años de su presidencia y las cadenas
nacionales. Ella no dialoga. Ella
monologa. Ella no contesta preguntas
(no se va a rebajar al nivel del resto de los argentinos). Ella hace preguntas. Ella no da explicaciones. Ella las pide.
En uno de los
actos que podría servir de ejemplo perfecto de nuestra imparable decadencia, el
lunes pasado la acusada Cristina Kirchner no se dedicó a dar por tierra con las acusaciones vía
argumentos y datos, sino a hacer lo que siempre hace: abusar de su poder,
desparramar culpas por doquier, hacerse la víctima, decir disparates jurídicos,
reinventar conceptos y patotear a sus
dos “enemigos” de siempre: la justicia y los periodistas. Los que osan
investigarla y los que se atreven a criticarla. En el mundo del revés, la acusada les hizo un desplante a los jueces y
al fiscal (probá vos con hacer lo mismo alguna vez, a ver cómo te va) y,
hecho su numerito (y televisado, como quería) se las tomó. ¿Los jueces podrían
haber actuado con mayor rigor y sancionar un probable desacato? Bueno, la vida
es hermosa y Nisman apenas pasó el medio
siglo…
L'État, c'est moi, “el estado soy yo”, es la frase que la historia le atribuye a Luis XIV,
rey de Francia durante setenta y dos años. Cristina Kirchner siempre creyó en
eso. Está persuadida, como todo déspota, que ella es el alfa y la omega de la
política y que la ley máxima del país no es la Constitución Nacional sino su
voluntad.
“Vamos
a ver como es
El Reino del Revés
Donde los jueces deben temer
Porque la acusada ahora es el juez
Donde el delito es persecución
Cuando uno se enriquece con la “revolución”
Donde dejás pobres sin que sepamos cuántos son
Pero decís que gobernás en nombre de Perón
Vamos a ver como es
El reino del Revés
Donde el Derecho se aplica
Según los votos que tenés
Dónde a los giles nada les importa
si los conformás con unas miguitas de la torta
Vamos a ver como es
El reino del Revés
Donde los jueces deben temer
Porque la acusada ahora es el juez”.
-Ilustración
de Nicolás Eugenio Aguilar
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